Rajoy respira ante el enfrentamiento entre Sánchez e Iglesias
El líder del PP se crece con duras advertencias a Rivera, pero constata que para que su partido pueda gobernar deberá tomar una decisión tras el 26J
Prometía ser un todos contra Mariano Rajoy. Y lo fue en algunas fases del debate, cuando se centró en las políticas económicas, pero el líder del PP pudo, finalmente, respirar tranquilo. El enfrentamiento más claro se estableció entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, dejando claro que lo que se juega el 26 de junio en las elecciones generales es conocer quién será la fuerza política referente en la izquierda.
Hubo propuestas, buen tono, salvo en alguna fase del debate, pero los diferentes candidatos a la presidencia del gobierno español constataron las enormes dificultades que se establecerán a partir del cierre de las urnas, en la noche del 26J, Aunque Pablo Iglesias susurraba que el «adversario» era el PP, y no Podemos, en alusión al socialista Pedro Sánchez, el líder del PSOE insistió en que la formación de un nuevo gobierno fue imposible por la oposición de Rajoy e Iglesias, que tuvieron, a su juicio, un solo objetivo: «ir en contra de los socialistas».
La beca de Errejón como síntoma
La lucha por liderar el flanco de la izquierda fue constante, entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, aunque el líder de Podemos, más ladino, ofreció su apoyo a los socialistas, con la idea de que será él quien esté al frente de la oposición, frente al PP. Se trata del primer objetivo, verbalizado por sus mismos ideólogos, el de superar al PSOE, para, más tarde, poder competir de igual a igual con el PP.
El punto culminante de ese enfrentamiento se produjo cuando Sánchez le pidió a Iglesias que incluyera «la beca de Errejón» en los presuntos desmanes de los políticos, después de que el dirigente de la formación morada recriminara a los ex políticos del PSOE y del PP que estuvieran en consejos de administración de las grandes empresas.
Sánchez se concentró en atacar a Mariano Rajoy, por sus políticas económicas, sin mirar apenas a Pablo Iglesias, sin entrar tampoco en un cuerpo a cuerpo con Albert Rivera, respetando, por tanto, el acuerdo que estableció con Ciudadanos tras el 20 de diciembre.
Rivera despierta a Rajoy
Rajoy navegó con cierta tranquilidad, destacando las mejoras económicas, con una idea central que le ha caracterizado en todos estos meses después de las elecciones del 20 de diciembre: que «para ser presidente se viene aprendido, y no a hacer prácticas», y que lo único que puede salvar a España, para poder, posteriormente, solventar todas las carencias sociales, es «lograr dos millones más de empleos y alcanzar los 20 millones de trabajadores». Y ese objetivo «se puede alcanzar en los próximos dos años».
De ahí no se movió. Pero llegó el momento culminante que puede condicionar la próxima legislatura. Fue Albert Rivera, siempre prudente, con la idea de no asustar a los electores del PP que ya han confiado en él, quien desató la polémica al acusar al líder del PP de cobrar con los sobres de Bárcenas, el ex tesorero del partido.
Aunque se produjo un intercambio nada grato entre los dos, con Rajoy acusando a Rivera de «mentir», y de ser «un inquisidor», el hecho es que el dirigente de Ciudadanos situó el problema central del PP. «Debemos afrontar una regeneración para todos los españoles, y sería incomprensible que el próximo presidente no tuviera la autoridad moral para liderarla», en una clara alusión a Rajoy.
Cataluña, otra gran disputa
Rivera fue más allá, al recordar diferentes sondeos que constatan que los votantes del PP estarían dispuestos a que el propio Rajoy diera un paso al lado para que el partido pudiera gobernar. Es ahí donde estará Ciudadanos, aunque el PP sigue pensando que Rivera no podrá aguantar la presión, y permitirá la investidura de Rajoy si acaba ganando las elecciones.
La cuestión de Cataluña se abordó, pero de forma tangencial. Rajoy no se movió de sus principios. Sin embargo, sirvió para constatar, de nuevo, las diferencias entre el PSOE y Podemos. Sánchez defendió un proyecto federal, con una reforma constitucional, que incluya mejoras en otros ámbitos, mientras que Iglesias defendió un referéndum en Cataluña como ocurrió en el Reino Unido con Escocia.
Iglesias lanza su oferta
Los bloques quedaron bien dibujados, pero con un problema grave para el PP. Sánchez insistió en que no apoyará a Rajoy. También Rivera incidió en que, «sin vetos», apoyaría «cambios para reformar España», pero sus palabras ya habían sido muy claras, en referencia al futuro político de Rajoy.
Para Iglesias no hubo ninguna duda: «o un gobierno con Podemos y el PSOE, o uno participado por el PP».
Rajoy constató lo que ya intuía: la batalla se centrará en el campo de la izquierda. Ahora la cuestión es si él mismo podrá gobernar o será otro dirigente del PP.