Puigdemont secuestra al gobierno de la Generalitat
Puigdemont descoloca a todo su Govern, 'secuestra' a los consejeros y al Pdecat y ERC en su empeño de ir hasta el final con el 1-O
p>Represión, un estado que no respeta la democracia, un Gobierno autoritario….Ese es el relato del independentismo y a eso se acogen los miembros del Govern para buscar una salida, por pequeña que sea, que justifique la huída hacia adelante. Pero lo que ocurre es que los consejeros, la dirección del Pdecat y de Esquerra Republicana están secuestrados. Es el presidente Carles Puigdemont quien ha secuestrado al gobierno de la Generalitat con su decisión de buscar, como sea, que se pueda votar el 1 de octubre, pese a que el dispositivo ha sido prácticamente desmantelado, y pese al riesgo que existe de que la situación empeore con las peticiones constantes “al pueblo” para que se manifieste en las calles”.
Nadie puede parar en estos momentos a Puigdemont. En el Govern, estrechos colaboradores muestran oficio, como el portavoz, Jordi Turull, un dirigente convergente de manual, que se ha ido endureciendo en el independentismo a partir de sus propias cuitas personales, y de sus insatisfacciones en el partido, tras la refundación de CDC en el actual Pdecat. Turull, sin embargo, no olvida su pasado roquista, su ADN negociador.
Pero no puede replicar ahora a Puigdemont. Otros miembros, en el campo republicano, tratan de estar a la altura del desafío, y sobreactúan en los mítines de la campaña del 1-O, como el consejero de Salut, Antoni Comín, perdonando la vida a sus anteriores compañeros del PSC y del PSOE con sus reproches. Nadie puede ser menor que Puigdemont. Es un secuestro.
Tampoco los propios dirigentes del Pdecat y de ERC, Marta Pascal y Oriol Junqueras, que, aunque lo podían prever, se han visto sorprendidos por el ímpetu de Puigdemont. Gráficamente se pudo comprobar con el rostro compungido de Oriol Junqueras, que admitió, tras las distintas operaciones de la Guardia Civil, que el referéndum había quedado tocado y que, difícilmente, se podría desarrollar como se había previsto. Pocas horas después, a lo largo del pasado jueves, Puigdemont le contestaba anunciando el link, en su cuenta de Twitter, de la web para conocer cómo y en qué mesa electoral se podía votar. Es decir, nada de lamentos. La partida sigue.
Mientras Junqueras lamentaba las acciones contra el 1-O, Puigdemont lanzaba la web para conocer las mesas de votación
Las acciones del Gobierno de Mariano Rajoy, dispuesto a cumplir su promesa de que no pondría en juego el estado de derecho, han unido al Govern, para buscar el apoyo y la cohesión de todo el bloque soberanista y ampliarlo con una parte de la población que, aunque no se sienta independentista, sí puede desaprobar al Ejecutivo del PP. Pero lo cierto es que, según las fuentes consultadas, Puigdemont ha desbordado a todo su equipo y a todo el gobierno.
La pregunta es si en estos momentos alguien puede bajarse del autobús. La respuesta es negativa. Ni se puede, ni se quiere, porque sería algo muy parecido a la traición cuando se entiende que todo está en contra. La determinación del Gobierno de Rajoy ha llevado a todos a plantar cara, pero también se admite que las reiteradas bravuconadas de Puigdemont comienzan a resultar un problema muy serio, porque todo se puede descontrolar.
Puigdemont no tiene nada que perder. Es el presidente ideal para la insurgencia a la que se ha lanzado el gobierno catalán. Independentista desde su juventud, activista desde siempre, Puigdemont ha puesto la directa. No parará. Al revés. Lo deberán parar.
Puigdemont da alas al activista profesional Jordi Sànchez para animar a las masas
Y eso puede unir todavía más al bloque independentista, dentro de un proceso extraño, en el que un gobierno secuestrado por su presidente, –que va por libre, y que da alas a un activista profesional como Jordi Sànchez, al frente de la ANC, y a un dirigente que le ha cogido el gusto, como Jordi Cuixart, que empuja desde Òmnium Cultural– se ve obligado a seguirle a toda velocidad.
Un Puigdemont desbocado, acusó este viernes al Gobierno de Mariano Rajoy de ser el “guardián de la tumba de Franco”, y reclamó a votar sí en el referéndum para redactar una Constitución “sin militares franquistas” al lado. Con ello, Puigdemont trata de despertar los recuerdos de la Guerra Civil y del franquismo, apelando a los más viejos, y a los nietos, los jóvenes que han asumido, sin muchas preguntas, que la estelada es el símbolo de la democracia, y que la actual democracia de España es, en realidad –según ese relato nacionalista alimentado en las últimas décadas—una versión algo más moderna del franquismo.
En el Pdecat y en ERC hay nerviosismo. El aparente aplomo no es real. Sólo la CUP vive el momento con emoción. Se ha llegado donde la formación anticapitalista quería, con el presidente que votó, después de fulminar a Artur Mas.
La CUP acertó con Puigdemont, es su presidente, el que garantiza una insurgencia contra España
Se da una circunstancia que puede ser determinante para explicar cómo Cataluña ha llegado a esta situación, por lo menos si se atiende a los dos últimos años. La coordinadora general del Pdecat, Marta Pascal, fue de los pocos dirigentes que le dijo a Artur Mas que no diera el paso a Puigdemont, y que asumiera unas nuevas elecciones, cuando la CUP le vetó. Fue horas antes de anunciar el nuevo plan. Pero Mas decidió llamar a Puigdemont, dar “un paso al lado”, y ceder ante la CUP, que sí apoyó a Puigdemont como presidente de la Generalitat.
En el esquema de la CUP, no cabe duda de que Puigdemont ha sido su mejor elección: es su presidente, el que ha iniciado una insurrección contra el estado de derecho. Y ahora no se detendrá, a la espera de que la justicia actúe.