Puigdemont se lanza hacia la DUI
Puigdemont apuesta por la proclamación de la república, con un plan para resistir el 155, dejando en la estacada a Artur Mas y Santi Vila
Independentista desde que tenía dientes de leche, Carles Puigdemont no quería bajarse ahora del autocar. Y, pese a todas las presiones recibidas, pese a las horas y horas de conversaciones con Artur Mas y con Santi Vila, y la dirección del Pdecat, Puigdemont se lanzará hacia la declaración de independencia, un “territorio desconocido, con un enorme riesgo”, según un alto dirigente de Junts pel Sí.
En el caso de Vila, el consejero de Empresa había advertido de que dimitiría si se apostaba por la DUI. Vila, que había intentado mediar con el mundo empresarial, ha querido presentarse en los últimos meses como un hombre moderado, capaz de ser el mejor interlocutor con el Gobierno español, y, aunque soberanista, ha defendido que se convocaran elecciones, sin una declaración de independencia. Al cerrar esta información, Vila todavía no había dimitido.
Puigdemont y Junqueras apuestan por la estrategia de Sendero Luminoso, cuanto peor, mejor
En una reunión en el Palau de la Generalitat, con la cúpula de Junts pel Sí, de las entidades soberanistas –¿por qué participan en todos esos cónclaves, si sus dirigentes no han sido votados por nadie?—y del llamado ‘estado mayor’, Puigdemont se ha ido inclinando por la denominada estrategia de Sendero Luminoso –aquella organización que lideró Abimael Gúzman en Perú—según la cual ‘cuanto peor mejor’.
La opción es resistir la aplicación del 155, esperar los movimientos del Gobierno central, y rogar a que el conflicto sea cada vez mayor para que la Unión Europea intervenga. La convicción es que el Gobierno no podrá aplicar el 155, y que se acabará produciendo ese conflicto, con manifestaciones y concentraciones en la calle. Es el guión que había dibujado el soberanismo y que se está plasmando en la realidad.
Puigdemont cree que hiciera lo que hiciera, el Gobierno iba a aplicar el 155
Puigdemont ha llegado a la conclusión de que el Gobierno, aunque convocara elecciones autonómicas, iba a aplicar el 155. Para sostener esa tesis, es cierto que en las últimas horas se había producido una grieta entre el PP y el PSOE, porque dirigentes y miembros del Gobierno del PP había reclamado que Puigdemont debía constatar su renuncia a la declaración de independencia, dejar claro que retiraba la ley del referéndum y la ley de transitoriedad jurídica, y convocar elecciones, sin descartar la votación en el Senado del 155 para dejarlo en suspenso a la espera de futuros movimientos del Gobierno catalán. El PSOE se ha quejado de ese endurecimiento por parte del PP, y mantiene que podría desmarcarse, aunque no si se produce una DUI.
Pero Puigdemont no ha intentado ningún acercamiento. Y este miércoles rechazaba comparecer en el Senado –podía hacerlo este jueves—para presentar las alegaciones contra el 155. Esa voluntad de ir hasta el final, de no querer saber nada del Gobierno español, obliga al Gobierno a seguir adelante, y aplicar, efectivamente, el 155 una vez se apruebe este viernes en el plenario de la cámara alta.
Esquerra ha presionado al máximo para apoyar una DUI, aunque querría ir a unas elecciones
En la decisión de Puigdemont ha tenido un papel fundamental Esquerra Republicana, que juega un papel muy perverso en la política catalana. Oriol Junqueras no se pronuncia en esas reuniones con Puigdemont, prefiere que sean otros consejeros de Esquerra, como Carles Mundó o Antoni Comín –un converso a la causa independentista, casi como si, como Puigdemont, hubiera defendido las tesis soberanistas desde niño–. Pero insiste, ante agencias de información extranjeras, que “no quedará otro remedio que proclamar la república”.
El hecho es que los republicanos querrían ir a las elecciones, pero no desean que nadie dude de que quieren esa proclamación de la república, que sólo será testimonial, pero que provocará la intervención de la Generalitat por parte del Gobierno español. Es decir, querrían que fuera Puigdemont, al fin y al cabo del Pdecat, el que convocara elecciones, pero siempre dejando claro que los republicanos estarían en contra.
Esa es la característica principal de la política catalana: la confusión, y el tacticismo constante. El problema es que ha embarcado a toda la sociedad catalana, con la posibilidad de entrar en una fase de conflicto, que arrastrará a toda la economía catalana.