Puigdemont se escuda en la mediación para evitar el abismo
Puigdemont insiste en pedir una mediación para ganar tiempo y buscar una salida con una declaración de independencia en diferido
Carles Puigdemont no quiere caer en el abismo. La solución ahora es la mediación. El tono y las actitudes, aunque todavía no los hechos, han cambiado.
De jefe del estado a jefe de un estado que, por ahora, no acaba de nacer. El presidente catalán, Carles Puigdemont, quiso formular una réplica al rey Felipe, y en su discurso desde el Palau de la Generalitat, le dijo: “Así no”, afeando al monarca que hubiera lanzado toda una serie de proclamas a favor del estado de derecho y en contra de las acciones del gobierno catalán, con el referéndum ilegal del 1-O. Pero el “así no”, no se lo aplicó Puigdemont a sí mismo.
La cuestión es que es jueves. Que la declaración unilateral de independencia no se ha proclamado. Y que esa posible decisión se ha dejado para un pleno en el Parlament el próximo lunes, 9 de octubre, la fecha en la que se conmemora el día de la Comunitat Valenciana, que celebra la entrada del rey Jaume I en la ciudad de Valencia en 1238. Para la CUP, que defiende la idea de los Països catalans, eso es importante. ¿Pero será la DUI que anhela la formación anticapitalista?
Eso es lo que ha comenzado a cambiar. La DUI se iba a declarar este pasado miércoles. Pero Puigdemont ha preferido apostar por la mediación. Una mediación que estaba en el guión del soberanismo desde hace meses, pero que se pretendía que llegara desde Bruselas.
El soberanismo se encuentra sin apoyo internacional, con la presión judicial y con el temor del mundo económico
Ahora, comprobado que el Parlamento europeo no quiere saber nada de un posible reconocimiento de la independencia de Cataluña –aunque sí se ha interesado por los excesos de las cargas policiales en el 1-O—Puigdemont busca ganar tiempo con esa petición de mediación y se acoge a las diversas iniciativas que se han constituido, desde el Colegio de Abogados de Barcelona y Madrid, hasta los pasos iniciados por la Iglesia, o al papel activo del socialista Miquel Iceta.
Puigdemont, en todo caso, mantiene la idea de la declaración de independencia. Pero lo que se está debatiendo en el seno de Junts pel Sí, con el acuerdo con muchos matices todavía de Puigdemont, según fuentes parlamentarias, es una declaración política –de independencia– que dé cuenta de los resultados del ‘referéndum’ del 1-O, que le de notoriedad y empaque al apoyo con el que cuenta el independentismo, pero con un margen para que entre en vigor tras unas elecciones constituyentes.
Es decir, la parte central del soberanismo, la que representa una buena parte del Pdecat y otro sector importante de ERC, no quiere quemar las naves, porque percibe el abismo. Las entidades financieras catalanas, Caixabank y Banc Sabadell, experimentaron este miércoles, con fuertes caídas en la bolsa, que la posibilidad de esa declaración de independencia ha comenzado a asustar a sus clientes.
Y los dirigentes soberanistas también temen lo peor, con Oriol Junqueras a la cabeza. El líder de Esquerra quiere pisar fuerte en el suelo. Y también lo hace la coordinadora del Pdecat, Marta Pascal, que quiere rehacer el centro-liberal catalán a medio plazo.
Rajoy podría esperar a activar el 155 de la Constitución hasta que se apruebe una DUI efectiva
Puigdemont es consciente de ello. Pero el presidente catalán no es un hombre que se deje influir. Y quiere demostrar que va en serio.
El problema para todos ellos, sin embargo, es la CUP, que ya no quiere saber nada de medias tintas, y que pide una declaración de independencia con todas las consecuencias, para pasar a la pantalla siguiente que es el control del territorio y la revolución, el cambio en las estructuras de poder, fiel a su ideario anarquista.
También es un problema buscar una declaración de independencia en diferido, o congelada, para esas masas que se han lanzado a la calle. ¿Quién reconduce a todos ellos a sus casas a medio plazo, sin que se haya experimentado un cambio en status jurídico de Cataluña?
No hay nada seguro. Pero hay cambios de actitudes, aunque Puigdemont, Junqueras o Marta Pascal son conscientes de que los tribunales han iniciado su camino, y que el Gobierno de Mariano Rajoy está determinado a aplicar el artículo 155 de la Constitución, que supondría asumir competencias de la Generalitat, lo que, a efectos prácticos, se trataría una suspensión del autogobierno.
Puigdemont puede optar por una declaración política que se active tras unas elecciones constituyentes
¿Puede esperar Rajoy? Ya tiene la advertencia lanzada por el rey Felipe. Y el apoyo del PSOE y de Ciudadanos. Pero si se precipita, cometerá el error que desea el soberanismo. Si se espera demasiado, Ciudadanos montará en cólera, y también la parte más dura del PP y de sus medios afines.
El lunes, el soberanismo bailará al borde del abismo. Sin apoyo internacional, con la presión de Rajoy, con los tribunales encima, con el mundo económico alarmado, Puigdemont deberá decidir, a pesar de la CUP.
Hay una luz tenue, blanquecina, que indica un camino: una declaración política, que se apoye en los resultados del 1-O, que dé valor a la fuerza y vigor del independentismo, que cobre vida tras unas elecciones constituyentes en cuatro o cinco meses. Y que ese lapso sirva para reconducir algo las cosas con el gobierno de Rajoy, aunque la vía judicial haga su trabajo. Todo, antes de lanzarse al vacío. Al abismo.