Puigdemont forzará los límites del Estado para lograr un referéndum
El president quiere contar con Podemos y con la agitación en las calles para poder negociar o seguir adelante con una consulta unilateral y la declaración de independencia
El presidente Carles Puigdemont quiere ir hasta el final. Su propia decisión de no ser de nuevo candidato para una Generalitat autonómica, le da alas para forzar los límites del Estado con un objetivo que nadie discute dentro del movimiento soberanista: lograr un referéndum pactado, con todas las garantías.
La votación de esta semana en el Parlament ha sido importante porque podría cumplir los objetivos de Junts pel Sí, tanto de Puigdemont como del presidente de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras. Y es que Junts pel Sí votó a favor de una resolución de Catalunya sí que es pot, –la marca en la que se integra Podemos en Cataluña— con la abstención de la CUP.
Esa alianza obtuvo más votos, 73, que la resolución acordada entre Junts pel Sí y la CUP, (72), con la abstención de Catalunya sí que es pot.
¿Qué quiere decir? Que Junts pel Sí podría contar con Podemos, como «palanca» en toda España, y con Catalunya Sí que es pot (o los comunes, la formación que encabeza la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau), para buscar por todos los medios ese referéndum pactado.
Lo que está en estos momentos sobre la mesa es que el gobierno catalán convocará, como muy tarde en septiembre de 2017, un referéndum que podría estar acordado con el Gobierno, con todas las garantías internacionales. Pero, si no es así, el pacto entre Junts pel Sí, los comunes y la CUP, es convocar un referéndum unilateral, y, tras una declaración de independencia, convocar elecciones constituyentes, para aprobar una Constitución catalana, seis meses después, ya en 2018.
¿Ciencia ficción? No tanto. Puigdemont no deja de agitar a los independentistas. Este mismo sábado se reunió con la Asociación Catalana de Municipios, que preside el independentista Miquel Buch. «Sabéis que se os emplazará a que nos ayudéis», les dijo a los alcaldes.
Este lunes se reúne con Pablo Iglesias, para analizar el contexto de la política española, pero la cuestión del referéndum estará presente.
La fuerza de la acción callejera
Miembros del gobierno catalán sostienen que Iglesias podría ser una de las claves. La voluntad real –eso lo reproducen en todas las conversaciones—es lograr un referéndum pactado con el Gobierno español, a pesar de que tanto el PP como el PSOE lo han rechazado de plano.
Pero si se presiona, si hay manifestaciones en las calles, si el movimiento independentista reacciona ante las inhabilitaciones de Artur Mas, Francesc Homs, y las consejeras Irene Rigau y Joana Ortega, y Bruselas comienza a interesarse de verdad por una posible inestabilidad real en España, el gobierno catalán entiende que el Ejecutivo español y todas las instituciones españolas deberán entrar en una negociación. Son las otras «palancas» de las que hablan miembros del ejecutivo catalán.
Porque, ¿qué pasos tomará ese gobierno en Madrid? ¿Suspender la autonomía, inhabilitar a todos los diputados de la cámara catalana? A eso juega el independentismo, entre una acción a la desesperada, y una estrategia mínimamente preparada.
Esquerra espera
En ese camino el presidente de Esquerra y vicepresidente del gobierno catalán, Oriol Junqueras, no se separará de Puigdemont. Aunque Junqueras es consciente de que tiene a tiro la presidencia de la Generalitat, con el apoyo de los comunes y la CUP, nadie quiere adelantar los acontecimientos.
Sólo podría variar ese esquema que se realiza desde la plaza Sant Jaume y los departamentos de Esquerra, si la CUP decide en el último instante no aprobar los presupuestos. En ese caso, como ha dejado claro Puigdemont, se convocarían elecciones. Esquerra gana en culquiera de los dos casos. Y por ello sigue esperando. Pero no a cambio de un proceso soberanista que se ve cercano, teniendo en cuenta «el desastre» de la política española, que tendrá un Gobierno, si se acaba aprobando la investidura de Mariano Rajoy, muy condicionado por el Congreso.
Lo cierto es que tanto Iglesias, al frente de Podemos, como Puigdemont y Junqueras, quieren agitar los cimientos del Estado. Y se lo toman en serio. Todo dependerá de cómo responda todo el aparato institucional y político español.