Pablo Iglesias lee a Owen Jones: ¿La casta española es como la británica?
Los grupos económicos cierran filas para preservar un modelo que en el Reino Unido ha provocado una gran desigualdad
Pablo Iglesias no tiene tiempo. Está enfrascado en mil batallas. La última es la recomposición de Podemos, después de la dimisión de Juan Carlos Monedero, pero devora, en el momento que puede, las páginas de El Establishment, la casta al desnudo, (Seix Barral) de Owen Jones, un joven escritor y activista que ha revolucionado el Reino Unido con su bisturí implacable sobre la realidad económica y política de su país.
El líder de Podemos asegura que «si las desigualdades son la fiebre que anuncia el malestar en nuestra sociedad, la casta a la que señala Jones es la causante de la enfermedad de la que tenemos que curarnos».
El propio Iglesias es acusado ahora de casta, porque se ha otorgado el poder de una formación política, con algunos perjudicados, como el propio Monedero. Pero el concepto es otro. El propio Jones lo describe, trazando un curioso paralelismo con el líder de Podemos.
Una cuestión de poder y mentalidad
Jones, columnista habitual en The Guardian, creció en una familia trabajadora, «ferozmente contraria al Establishment de Stockport», y asegura que cayó «en ese tradicional campo de entrenamiento de la élite británica: la Universidad de Oxford», que no es, precisamente, la Complutense de Madrid.
Pero rechaza que él mismo se haya convertido en un miembro de la casta que dice combatir. «Lo que define si uno forma parte del Establishment no es de dónde viene ni qué educación ha tenido, ni siquiera el hecho de si dispone de una plataforma pública o de algún grado de influencia. Es una cuestión de poder y de mentalidad»
Lo que denuncia Owen Jones, siguiendo su anterior libro, Chavs, la demonización de la clase obrera (Capitán Swing), es que unos determinados resortes económicos y políticos han impuesto un relato, que no se pone en contradicción. Y que en ese entramado participan grandes empresas, medios de comunicación, políticos que viven sin apuros, periodistas y pensadores que provienen de familias adineradas, y enormes grupos de presión.
Una alianza de poderosos
Ahora el Reino Unido está en campaña electoral. El próximo 7 de mayo se dirime un duelo que no se conocía hasta ahora, porque se romperá el bipartidismo, entre Conservadores y laboristas, con la entrada, además de los liberales de Nick Clegg, de los nacionalistas escoceses, que pueden ser decisivos y de Los verdes, además de los eurófobos del UKIP. En gran medida es lo que puede suceder en España, con un Congreso muy fragmentado.
Y, como en España, se cuestiona abiertamente a ese poder establecido que ha gestionado la crisis económica en los últimos años.
Owen Jones habla abiertamente de la TaxPayer’s Alliance, «una organización de derechas que la financian empresarios conservadores y la forman ideólogos promercado libre, pero que se presenta como la voz del contribuyente». ¿La Faes en España, de José María Aznar? ¿el Círculo de Empresarios?
El relato de Cameron
Jones sostiene que los Conservadores de David Cameron, que alaba Esperanza Aguirre, recogieron todos sus postulados. Y, de apoyar al laborista Gordon Brown en septiembre de 2008 con la caída de Lehman Brothers, para «garantizar la estabilidad financiera», se pasó a construir un relato completamente diferente que dura hasta ahora, y que ha provocado que, hasta la Iglesia Anglicana, haya amonestado al primer ministro.
El relato es el mismo de la TaxPayer’s, y es el mismo que defiende el PP de Mariano Rajoy en España, de ahí el interés de Pablo Iglesias. Se basa en un principio de Milton Friedman: «solamente una crisis, ya sea real o percibida, produce un cambio real».
La historia la defiende el Partido Conservador y el PP, en el caso de España. Y dice así: «Gran Bretaña afrontaba la catástrofe económica, no porque se hubiera desbocado un sector financiero mercenario y fuera de control, en busca de beneficios cada vez mayores, sino porque el gobierno británico (¿español?) había estado gastando demasiado dinero en servicios públicos. La culpa no era de la codicia de los banqueros, decía el discurso de los conservadores, sino del inflado sector público de Gran Bretaña».
La influencia de los medios de comunicación
Jones insiste en que mientras el gobierno laborista de Gordon Brown se tambaleaba de crisis en crisis, tanto el Partido Conservador como una buena parte de los grandes medios de comunicación «se dedicaron a vender descaradamente el discurso del gasto excesivo».
Y es que esos medios de comunicación en el Reino Unido «están casi por completo entregados a las políticas y a las ideas del Establishment que intentan popularizar entre el gran público». Y no duda en acusar de manipulación a los hermanos Barclay, «unos evasores fiscales», que se hicieron con las riendas del Daily Telegraph.
El subdirector del diario, Benedict Brogan habla con Jones y le espeta: «Los periódicos no son servicios públicos. Son amalgamas privadas, operaciones comerciales, hechas con la esperanza de ganar algo de dinero y de vender sus productos. Creo que sería una completa locura decir, por ejemplo, que el propietario del tren de juguete no tiene poder sobre el tren de juguete. Iría en contra de la que ha sido la verdad sobre los periódicos desde tiempos inmemoriales». Jones no sale de su asombro.
Felipe González, ¿la casta?
Pablo Iglesias consiguió irritar a Felipe González, al considerar que formaba parte de la casta. La carga del líder de Podemos se explicaba por el cargo del ex presidente del Gobierno en el consejo de administración de Gas Natural. González lo ha acabado dejando. Sin embargo, hay otros cometidos que también indican por qué se forma parte del Establihsment.
Felipe, como ha apuntado la periodista Ana Romero, fue una de las personas decisivas, con sus constantes conversaciones, que provocaron la abdicación del Rey Juan Carlos. Quería preservar a toda costa la monarquía, que estuvo en un peligro serio, y presionó para pasar la Corona en la testa de Felipe VI.
Lo que plantea Podemos, como Owen Jones en el Reino Unido, es una limitación del poder, que ha dejado los resortes de un Estado en muy pocas manos, con una desigualdad cada vez mayor.