«Los incendios son el síntoma de que el rural está destartalado»
Mientras la Consellería de Medio Rural pide endurecer las penas al incendiario, los expertos abogan por conocer mejor la realidad del monte
El monte gallego ha perdido esta semana más de 6.500 hectáreas como consecuencia de los incendios forestales. En las últimas horas, el fuego parece haber dado una tregua, pero el problema, un año más, está lejos de solucionarse. Ha vuelto a arder sobre quemado –el 80% de los fuegos se producen en el 20% del territorio– y las cercanía de las llamas a las viviendas ha vuelto a obligar a desalojar a cientos de familias.
Como explica el profesor de la Escola de Enxeñaría Forestal de la Universidade de Vigo Juan Picos, a pesar de que cada incendio «tiene nombre y apellidos y una causa personal e intransferible», la administración sólo está actuando «cuando ocurre el siniestro». Sin embargo, apunta, «antes de esperar a que el enfermo entre por urgencias, se pueden hacer muchas cosas desde el minuto uno, como comprobar si está bien cuidado».
Inventario forestal
En este sentido, mientras la conselleira de Medio Rural señalaba este domingo que la Xunta solicitará que se endurezcan las penas a los incendiarios, Picos aboga por hacer un análisis de la realidad del monte, donde hay todavía muchas parcelas con dueños desconocidos o con propietarios catastrales centenarios «de las que no puede venir nada bueno».
Desde Confemadera Galicia, la patronal del sector de la madera, su presidente, Elier Ojea, coincide con Picos en que «lo importante es saber lo que tenemos, de cuanto recurso disponemos y a partir de ahí tomar decisiones». «Es fácil hablar desde el aire de la masa forestal de Galicia, porque se ve todo verde, pero hay que ver qué hay debajo de eso, qué produce, cuál es la superficie o quien es el titular». Y las zonas afectadas por el fuego son un buen punto de partida para comenzar a investigar.
Cambio de mentalidad
Para Ojea, lo malo es que la sociedad da por hecho que todos los veranos el monte tiene que arder. «La pérdida de riqueza es un tema que nos afecta a todos, no solo a dos». Precisamente la actitud, añade Picos, es otra de las vías para acabar con un medio rural «destartalado», puesto que «el buen ejemplo cunde antes de lo que pensamos», aunque advierte que «también el abandono se contagia».
«Hay que hacer ver a la gente que el silvicultor activo, el que invierte en el monte, independientemente de que plante eucaliptos o no, favorece a todos. Están sacando partido a nuestros recursos, cuidando el monte y casi parece culpables. Eso es muy injusto», lamenta Picos.
Sin ir más lejos, este domingo la candidata del BNG, Ana Pontón, proponía «un plan integral de gestión forestal que acabe con el monocultivo de eucalipto», ya que en su opinión, ha convertido el monte gallego en «un polvorín que pone en peligro las vidas y los bienes públicos y privados cuando hay incendios». Los silvicultores de Promagal y de la mariña lucense no han tardado en recordar que entre Ferrol y Ribadeo, donde se cuida el monte y el eucalipto es la especie predominante, casi no se registran incendios.
Más autocrítica
En esta misma línea, el profesor Juan Picos pide un poco de autocrítica a toda la sociedad. «Ahora pedimos más protección, cuando hemos metido las casas, gasolineras o parques industriales en medio de los montes. Y no sólo eso, sino que hemos llevado los muros de las casas hasta los límites de las parcelas pasando por alto la franja de seguridad».
«Es una hipocresía hacerse una casa en el monte y luego decir que es el monte el que se te ha metido en casa. Hay que poner freno a esas prácticas y reconfigurar el territorio sabiendo que el problema no es de unos pinos que llevan ahí cuarenta años, sino de un chalet que lleva diez», matiza.
Soluciones
Los expertos consideran que una solución para acabar con los incendios es actuar contra los incendiarios e incentivar el rechazo social a la pérdida de riqueza en el monte, lo que permitiría ir pacificando las zonas donde, año tras año, el fuego es el protagonista indeseado del verano.
Juan Picos aboga por ayudar a los que invierten tiempo, dinero y patrimonio en movilizar actividad rural. «Somos muy restrictivos sobre el que está trabajando y al final hacemos que abandone», con las consecuencias que ello tiene para el medio rural. También ve como un primer paso sencillo comprobar la propiedad catastral de los territorios más propensos al fuego, en los que está seguro que hay titulares que llevan años sin pagar.
«Lo menos malo que podría ocurrir es que esté evadiendo impuestos, pero al menos tienes a alguien vivo. Lo peor es que no sea de nadie y que no se esté cuidando», lamenta. «No nos podemos permitirnos tener la mayor parte del territorio ocioso, generando otro problema social y medioambiental tan grave como es el de los incendios», sentencia.