Las (otras) razones de Feijóo para rechazar dar el salto a Madrid

El presidente de la Xunta evita una guerra sucia en Madrid con inciertas perspectivas electorales y calma los nervios del partido en Galicia

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Alberto Núñez Feijóo preparó su candidatura, hizo llamadas, sopesó los pros y los contras de suceder a Mariano Rajoy y, tras mantener durante una semana la incertidumbre, acabó rechazando el reto ante la estupefacción de Génova, que lo había marcado como favorito para evitar una guerra interna. En una escenografía cuidada, un emocionado presidente de la Xunta dijo ante su junta directiva, en castellano, que acabaría mandato en San Caetano, cumpliendo el compromiso que adquirió con “los gallegos” cuando les pidió el voto en 2016: “Para mí, ser presidente de Galicia, como le dije a los gallegos cuando les pedí su confianza, es la mayor de mis ambiciones políticas”, zanjó.

El argumento ya estaba dibujado desde la semana pasada, pero no convence del todo en la oposición ni en sus propias filas, donde destacan y destacarán la generosidad y el compromiso del líder del PPdeG con su tierra. El paso atrás deja en fuera de juego el movimiento de Manuel Baltar, presidente de la Diputación de Ourense, para postularse al congreso gallego que debería efectuarse con cierta urgencia si Feijóo se marchase a Madrid. También alivia notablemente al grupo de dirigentes que han ganado puestos al amparo de sus nueve años de mandato y que se veían abocados a una batalla interna por mantener sus posiciones.

¿El principio del fin?

Queda por dilucidar si las declaraciones en el hotel compostelano constituyen realmente el principio del fin de la etapa política del mandatario ourensano, toda vez que anunció que esta sería su última legislatura en la Xunta. Feijóo podría planificar una sucesión tranquila y ordenada en el PPdeG, salir por la puerta grande y dedicarse el resto de sus días a dar conferencias y recibir homenajes, una ambición tan legítima como la de emigrar a Madrid. Pero no faltará quien le pida unas elecciones más en 2020, pues existe un cierto vértigo, como evidenciaron las últimas semanas, a deshacer el nudo que une la imagen de Feijóo con la del partido en Galicia.

La catártica intervención de este lunes, arropado por la junta directiva, ahondó en la identificación que ya en los últimos comicios borró de la campaña las siglas del PP por el nombre del candidato: “Sin haber completado mi compromiso, no puedo fallar a los gallegos. Sería fallarme a mí mismo”, zanjó Feijóo, reinstaurando la fea costumbre de cumplir la palabra dada, aunque sea en política.

La trituradora madrileña

Pero al margen de este motivo, el único que esgrimirá el partido en los próximos años, los análisis sobre la posible continuidad de Feijóo en Galicia se anticipaban internamente en el PP la semana pasada, a medida que pasaban los días y aumentaba el nerviosismo en Génova. Entre el jueves y el viernes, sobre todo, se reiteraba el temor del líder gallego a una guerra sucia por la presidencia del PP y se aludía al supuesto dosier Feijóo, una serie de documentos comprometidos para el presidente de la Xunta. Del famoso dosier poco se sabe, más allá de que algunos miembros del partido, también gallegos, le den credibilidad y aseguren que no tiene que ver con su relación con el narcotraficante Marcial Dorado, sino con otros asuntos.

Una tesis menos misteriosa es la de que, en realidad, Feijóo no cosechó tantos apoyos como cabría esperar, por más que la dirección del PP lo viera como la mejor alternativa para evitar un enfrentamiento entre Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal.

La estrategia 2020

Tampoco las perspectivas del PP son demasiado halagüeñas. Las causas judiciales que siguen en marcha, las posibles tensiones en el proceso de elección de un nuevo líder, la rivalidad con Ciudadanos por el voto de la derecha y la previsible mejoría del PSOE por la visibilidad del nuevo Gobierno, arrojan severas incertidumbres sobre la fortaleza del partido de cara a 2020. Feijóo solo tendría una bala y es previsible que candidatables como Soraya Sáenz de Santamaría estuvieran esperando que errase el disparo. Claro que retos electorales tampoco amilanaron en otras ocasiones al presidente de la Xunta.

Nadie que escuchara a Feijóo disertar este lunes sobre que la política no es un viaje de tren que va solamente de Madrid a Barcelona le atribuiría intenciones de hacer él la misma jugada y esperar a las necesidades del partido después de 2020. Tampoco sería bien acogido tras renunciar a dar la batalla en esta ocasión. Otra cosa es lo que decida sobre su futuro en Galicia.

El incierto relevo en Galicia

Porque además de complicarse la situación en Madrid, también lo hizo en territorio gallego, donde el PP no estuvo en absoluto tranquilo a la espera de la decisión de Feijóo, como trató de transmitir la dirección. La falta de una alternativa clara al líder del PPdeG, algo que él mismo provocó para blindar su posición, hizo del partido un manojo de nervios, en el que se produjeron movimientos en clave sucesoria. Dejar a Alfonso Rueda al frente tde la Xunta, como estaba previsto, habría provocado críticas de varios sectores del partido, al entender que le allanaba el camino para presidir el PPdeG.

Ahora, sin embargo, todo vuelve (más o menos) a la normalidad. Se reactiva el desembarco ordenado de conselleiros hacia las municipales y la sucesión tranquila tutelada por el propio Feijóo, si decide en 2020 aparcar la política.

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