Las orejas del lobo obligan a Susana Díaz a volcarse con Sánchez
La dirigente de la federación andaluza aparca sus aspiraciones políticas para salvar al PSOE del naufragio
La joven matriarca socialista, Susana Díaz, se ha dado cuenta que el lobo estaba a punto de llegar. La confluencia de Podemos e Izquierda Unida es una amenaza real de reducir el PSOE a la tercera fuerza política por primera vez en democracia, una espiral que podría conducir al PSOE a la irrelevancia. Un camino que pudiera escenificar el síndrome del PASOK, el partido hegemónico de los socialistas griegos, prácticamente desaparecido en la actualidad debido al surgimiento de Syriza, un partido de izquierda radical.
Según el manual de estilo tácito de Juventudes Socialistas, la conspiración de entretiempo es el desgaste continuado y contenido del líder al que se le quiere derribar, hasta el momento en que el asalto sea posible. Pero hay situaciones críticas que obligan a parar la ofensiva calculada. Susana Díaz se ha dado cuenta que si no salva ahora el liderazgo vigilado de Pedro Sánchez, en la noche del 26-J levantar el cadáver del partido podría ser imposible. No hay nada peor que acudir al rescate de un barco que ya se ha hundido.
Salvar al partido como sea
La última semana se han producido muchos contactos desde Ferraz y desde la sede de la presidencia de la Junta de Andalucía. La alarma saltó cuando el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, se pasó de frenada en el programa de la Cadena Ser de Pepa Bueno. En lugar de esquivar la pregunta sobre si Susana Díaz se presentará al próximo congreso socialista, Vara se extendió en las cualidades que tendría la presidenta de Andalucía, que además es «una excelente comunicadora». Pedro Sánchez acusó el rejón y los teléfonos se dispararon.
La dirigente socialista andaluza ha ejercido su influencia sobre el resto de los barones y ha llamado para apoyar a Pedro Sánchez como única vía de salvar el partido. Todos han obedecido; algunos a regañadientes, como Ximo Puig, dolido por el ultimátum de Pedro Sánchez para parar la alianza con Compromís para el Senado.
Pacto de no agresión en el PSOE
El acto de proclamación de Pedro Sánchez, presentado por Susana Díaz, ha sido una confirmación formal de la tregua que se ha instalado en el PSOE con la consigna de dar imagen de unidad y disciplina. La reunión del Comité Federal ha sido excepcionalmente breve. Nadie ha cuestionado el cierre de las filas socialistas.
El comité de campaña ha empezado a acelerar sus trabajos con la tranquilidad del acuerdo interno que se ha alcanzado. La idea es recuperar la esencia de la campaña de 1982, cuando la confrontación directa con la UCD se reducía a un escueto slogan: «por el cambio». La síntesis actual es que solo hay dos alternativas de gobierno: una pilotada por Mariano Rajoy y el cambio escenificado por el PSOE.
Los demás votos, Podemos y Ciudadanos, son meramente accidentales y no decisivos, según el relato que quieren construir los socialistas. Solo un apoyo masivo al PSOE podría garantizar el cambio político en La Moncloa. Lo importante no es quien manda en la izquierda sino quien garantiza la salida del PP del gobierno.
La estrategia socialista
El reto es movilizar al electorado que fue socialista y que estaría desengañado de la actitud de Podemos y de su líder, Pablo Iglesias, en todo el proceso negociador desde el 20-D.
Ignorar a Ciudadanos es la táctica elegida para intentar hacer olvidar el protagonismo que tuvo en las negociaciones de Gobierno y hacer guiños hacia el centro sin descuidar la fuerte confrontación con Podemos para poner en evidencia las contradicciones de la formación morada y las concesiones hechas por Izquierda Unida.
El comité de campaña pretende que Susana Díaz tenga mucho peso en la campaña por el tirón que tiene la política andaluza y para dar credibilidad a la recién conseguida unidad del partido.
Cartas en la manga
Hay algunos cartuchos que no han sido revelados. El papel de Felipe González y otros políticos de la vieja guardia es un secreto. Pero ya sabemos que se han recuperado protagonistas de aquellos gobiernos. Josep Borrell, que fue varias veces ministro en los noventa e incluso líder y candidato del PSOE y Margarita Robles, también secretaria de Estado, son bazas de capacidad de gestionar el nuevo cambio que propone Sánchez. Y aseguran que hay otros que todavía no se han hecho públicos. El viejo PSOE acude y se moviliza para salvar una situación complicada.
La posición del PP no facilita la estrategia socialista. Polarizar la confrontación del partido conservador con Podemos es la forma más directa de activar la campaña del miedo a la extrema izquierda. La pretensión es afirmar que solo el PP es alternativa al caos. Y si esa polarización se consolida, la imaginación de los estrategas de campaña del PSOE se centrará en que «por el cambio» sea el eje de la campaña.
En Ferraz aseguran una campaña más agresiva, de ganador, que la del 20-D. Y hacer un enorme esfuerzo movilizador en el semillero de votos socialistas bajo el sustrato de que España no se puede permitir otros cuatro años de gobierno conservador y que Podemos solo ofrece palabrerías y ansias de poder, pero no un proyecto realista para solucionar los problemas de España.