La obsesión de Podemos con Amancio Ortega se vuelve irrelevante
Podemos utilizó a Ortega y perjudicó a sus aliados gallegos para recuperar un relato que era verosímil durante la crisis pero que no resultó creíble en 2019
De poco o nada le ha servido a Podemos polemizar con las donaciones de Amancio Ortega. La formación morada, que se situó en el centro de los focos tras criticar la aportación de 320 millones del fundador de Inditex a la sanidad pública, acabó desfondada en las elecciones, dejándose 65 escaños en las autonómicas respecto a 2015 y perdiendo todas las alcaldías del cambio salvo la de Cádiz.
Con las papeletas contadas, el esfuerzo de la formación morada por alentar el debate en torno a la obra social del hombre más rico de España evidencia una doble crisis. La primera por la necesidad de ocupar el centro del debate en un intento de frenar la pérdida de apoyos que auguraban las encuestas. La segunda, por la escasa efectividad que tiene un relato que encumbró a Podemos hace solo unos años y que Pablo Iglesias entonó en las generales sin obtener rédito electoral alguno.
Pablo Iglesias recuperó a Amancio Ortega tras la baja de paternidad
En el mitin de regreso tras su baja de paternidad, el líder de Podemos anunció una revelación asombrosa. Se trataba de que “20 familias” tenían en España más poder que “cualquier diputado”, por lo que suponía un límite al funcionamiento democrático de las instituciones, proclamó Iglesias. Entre esas familias estaban la de Ana Botín, la de Florentino Pérez y, por supuesto, la de Amancio Ortega.
El acto en Madrid estaba marcado en rojo para el partido, que pretendía iniciar la remontada en las generales respecto a la caída que le auguraban las encuestas. Pablo Iglesias decidió elevar el tono y retomar los binomios del Podemos inicial: los grandes poderes financieros frente a la soberanía política; las grandes fortunas frente a la clase trabajadora.
Amancio Ortega irrumpe en la campaña
A pesar del pinchazo de las generales, esta misma línea discursiva emergió por sorpresa en las municipales y autonómicas de mayo, pero centrada en un solo empresario, el hombre más rico de España y fundador de Inditex. Isa Serra, candidata de Podemos a la Comunidad de Madrid, consideró que la sanidad pública debería rechazar los 320 millones donados por Amancio Ortega para equipos oncológicos. El mensaje dejó de ser una anécdota cuando distintos dirigentes de Podemos, Iglesias incluido, mostraron su respaldo a Serra y acusaron a Inditex de eludir 600 millones en impuestos mediante ingeniería fiscal.
Introducir las donaciones de Ortega en campaña no ha tenido efecto electoral positivo alguno para el partido. La candidatura de Isa Serra obtuvo siete diputados, quedando por debajo de Vox y muy lejos de los 27 que logró Podemos en 2015, algo previsible una vez que Íñigo Errejón y Manuela Carmena se presentaron por su cuenta.
En el conjunto de las autonómicas, pasó de 105 escaños a 40. Salvo en Cádiz, el PSOE borró del mapa las alcaldías del cambio, incluidas las tres de Galicia, donde la ofensiva contra la donación de Amancio Ortega no gustó a todas las confluencias, pues entendían que perjudicaba sus aspiraciones electorales. El alcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro, y el de Santiago, Martiño Noriega, pasaron de puntillas por la polémica, en la que solo entró el alcalde de Ferrol, Jorge Suárez. Los tres han perdido el bastón de mando.
El discurso de Podemos se agota
El relato de Podemos, también desgastado por las riñas internas, hace tiempo que ofrece síntomas de agotamiento. La confrontación entre poderes económicos y financieros con la ciudadanía tenía sentido durante la crisis, con la población muy castigada por los recortes que ejecutaba un Gobierno tutelado por Bruselas. La percepción de que los intereses financieros se imponían a las necesidades de los trabajadores, una sensación arrastrada desde la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero, cuajó perfectamente.
Sin embargo, la perseverancia en este discurso no está dando frutos a Podemos en una sociedad que parece intentar alejarse cada vez más de la crispación de los últimos años.