La investidura de Puigdemont da la victoria a Rajoy y Mas
El movimiento independentista desea ya un choque de trenes que cohesione su precario acuerdo y el líder del PP tiene la excusa para romper la resistencia del PSOE
¿Racionalidad? Es una batalla política que tiene, por ahora –y eso no dura siempre, y hay que tener sumo cuidado—la coyuntura económica a favor. Los bandos enfrentados corren para encontrarse, porque saben que les favorece a los dos, y eso pesa más a corto plazo que los deseos de establecer puentes y buscar salidas lógicas a la difícil situación de Cataluña y del resto de España.
En Cataluña, en la noche de un extraño domingo, Carles Puigdemont, un periodista de 53 años y alcalde Girona –es fácil gobernar en una ciudad conservadora que cambió de la noche a la mañana el socialista Joaquim Nadal—se convertía en el 130 presidente de la Generalitat, aunque en realidad se trata del octavo, si pensamos sólo en la Cataluña moderna, con los votos de Junts pel Sí y los ocho votos a favor de la CUP.
Otros dos diputados de la CUP se abstuvieron, Gabriela Serra y Josep Manel Busqueta. El acuerdo establecido es complicado. Junts pel Sí se garantiza que tendrá dos diputados de la CUP –que no están nombrados todavía— para completar su mayoría. Puigdemont siempre tendrá los 62 diputados de Junts pel Sí más esos dos escaños, para hacer frente a los 63 de la oposición. Y en el pacto se precisa que los otros ocho diputados de la CUP no podrán votar en la misma dirección que la oposición en las cuestiones que afecten al proceso soberanista, y relacionadas con él. Lo nunca visto. Es precario y cuestionable.
Puigdemont rechazó las acusaciones de la oposición, según las cuales no gobernará para todos los catalanes. Pero el talón de Aquiles del bloque soberanista es que no cuenta con la mayoría de la sociedad catalana, y que en las elecciones del 27 de septiembre el independentismo se quedó en el 48% de los votos, importante, pero insuficiente.
Por ello, para buscar una mayor cohesión y para penetrar en el sector más reticente, siendo conscientes de esa debilidad, el nuevo Ejecutivo de Carles Puigdemont buscará el choque de trenes, encarrilando la hoja de ruta independentista. Si hay reacción desde el Gobierno español, se cohesionará más el proyecto independentista, que podrá poner en marcha acciones que «retroalimenten el enfrentamiento», en palabras de Lluís Rabell, el portavoz parlamentario de Catalunya Sí que es Pot.
Es el mayor deseo del bloque independentista, que ha perdido la referencia de Artur Mas, que consigue, particularmente, una victoria, aunque no era lo que deseaba inicialmente.
Mas, viendo que era imposible atar a Esquerra Republicana para repetir la candidatura de Junts pel Sí, y siendo consciente de que Convergència en solitario hubiera tenido un pésimo resultado, ha aceptado dejar el cargo para liderar una necesidad vital: rehacer, desde fuera, el instrumento político que en su día fue Convergència Democràtica.
Mas necesitaba tiempo, y lo tiene
Para Mas la investidura de Puigdemont es una victoria, aunque de última hora, para ganar tiempo para su partido y para él mismo, tras anunciar que podría reaparecer como candidato si las cosas no salen bien. Eso, sin embargo, está por ver. En la cultura política española y catalana –no hay demasiadas diferencias—quien se va difícilmente puede volver.
Y en Madrid, aunque no se esperaba, la investidura de Puigdemont ha gustado también mucho. Aunque no en todos los rincones de Madrid. Es Mariano Rajoy quien gana con esa decisión, al encontrar ahora una buena excusa para forzar la máquina y tratar de conseguir el sí del PSOE a su investidura, con la promesa de una gran coalición reformadora que beneficie al conjunto de España.
Dependerá ahora de quién cometa el primer error. Para Artur Mas será importante que la tensión se mantenga, pero sin llegar a mayores, porque necesita tiempo, por lo menos un año, el que garantiza que, una vez investido un presidente, no se puedan convocar elecciones, como marca la ley.
Rehacer el instrumento político
Diferentes dirigentes de CDC, con la ayuda de David Madí, y el concurso de Josep Rull y Jordi Turull, manejan la idea de refundar CDC desde dentro, es decir, sin hacer saltar por los aires el partido. Para eso era fundamental que ahora se mantuviera el Govern.
Rajoy y Mas ganan, aunque de forma precaria. En el PP también han tomado nota de lo que ha ocurrido este fin de semana en Cataluña. Convergència ha sacrificado a su principal activo. Ahora será el momento para el PSOE, que deberá fijar un precio, por lo menos, para mantener las conversaciones con el PP. Y la cabeza de Rajoy también podría estar en juego.
Es Pedro Sánchez el interpelado, pero también el conjunto de dirigentes socialistas, con Susana Díaz al frente. Y es también el momento de Ciudadanos.
La reacción que se deseaba de Rajoy
Fuentes del partido que dirige Albert Rivera señalan que si el PSOE da primero el paso, si se acerca al PP, «nosotros iremos detrás, pero sólo si los socialistas se lo creen y ven posible».
La racionalidad llevaría a encontrar un camino. Si bien el bloque independentista no tiene la mayoría de votos en Cataluña, tampoco se puede dejar de lado de forma eterna a ese 48%, que desea un cambio de estatus jurídico, que no necesariamente debería pasar por la independencia.
Pero por ahora, el pulso se mantiene. Rajoy no quiso esperar ni el momento de la votación de la investidura para aparecer con un comunicado con la advertencia de que «el Estado siempre actúa», esté o no el presidente del Gobierno en funciones.
Justo lo que deseaba el bloque de Puigdemont y la CUP para justificar su posición firme de que aplicarán las medidas aprobadas en la resolución independentista del 9 de noviembre.
Comienza el baile.