La caída de Trillo confirma que Aznar es historia
Su cese como embajador coincide con el alejamiento de Aznar de la dirigencia del PP, y el cierre de una etapa en el partido
A comienzos de 2012 vivía en Londres, me encontré un par de veces con Federico Trillo. Frecuentábamos los dos, por separado naturalmente, un bar & grill en el 52 de Fulham Road, en South Kensington: el JP´S, un lugar excelente para tomar brunch los domingos.
Nos saludamos, pero no logré descubrir el motivo de su presencia hasta que meses después fue nombrado embajador en Londres. Sencillamente, conocedor de su destino, se desplazó a la capital del Reino Unido para hacer unos cursos acelerados de inglés. Ahora prepara las maletas para volver.
El dictamen del Consejo de Estado, organismo al que pertenece en excedencia en su condición de letrado Federico Trillo y que le responsabiliza personalmente por las anomalías en el accidente del Yak-42, en el que perecieron 62 militares españoles, ha coincidido casi en el tiempo con la renuncia de José María Aznar a la presidencia de honor del Partido Popular.
Trillo manejó los hilos de la defensa del partido
Federico Trillo pasa por conocer todos los rincones de la corrupción en el Partido Popular desde la llegada de José María Aznar al poder. En su calidad de experto jurista –es letrado del cuerpo jurídico de la Armada y del Consejo de Estado- manejó la asesoría jurídica del Partido Popular y las defensas de los casos de corrupción que se iniciaron en época de la presidencia de José María Aznar. Habría mucha tela que cortar en ese retal.
Es uno de los pocos supervivientes, junto a Mariano Rajoy, del núcleo duro de la época en que José María Aznar fue presidente del partido y del gobierno. Su vicepresidente económico, Rodrigo Rato, frecuenta mucho los juzgados para responder de los sumarios en los que está implicado.
Aznar instaura la línea dura en el PP
Hace tiempo que le doy vueltas al enigma de por qué José María Aznar ha sido tratado con tanta benevolencia en el análisis de su época de su liderazgo en el PP.
Recuerdo que hace tiempo, José Luis Corcuera me contó su primer encuentro con José María Aznar nada más ser designado por Manuel Fraga Iribarne como presidente del PP.
Acudió Aznar al despacho del Ministro de Interior junto a Jaime Mayor Oreja y algún otro dirigente popular que ahora no recuerdo, para comunicarle al ministro que a partir de ese momento no se excluiría ningún asunto político en la oposición que el PP iba a hacer al gobierno del PSOE. Allí se gestó la ruptura del pacto tácito de la transición por el que la política antiterrorista se dejaba fuera de la confrontación política.
Lo que sucedió en los años siguientes es conocido. El acoso al gobierno de Felipe González con el tema del GAL y todo lo que rodeó a la exclamación de «Váyase señor González» que pronunció José María Aznar en el Congreso de los Diputados.
La biografía de José María Aznar, cuando se escriba una solvente, tendrá un apéndice extenso con todos sus estrechos colaboradores que han sido imputados en casos de corrupción. En la foto oficial de su último gobierno, es difícil encontrar a algún ministro que no haya acabado en el banquillo.
He sostenido en este periódico que la renuncia de Aznar a la presidencia de honor del PP fue la mejor noticia que ha recibido Mariano Rajoy en mucho tiempo. El PP puede tomar distancia de la foto de la boda de la hija de Aznar, de los grandes impulsores de la trama Gürtel y de los más grandes escándalos de corrupción del PP que tienen su origen bajo el liderazgo de Aznar.
¿Cuál será el futuro de Aznar?
Hay rumores y especulaciones sobre los planes políticos que tiene José María Aznar para el futuro.
Si tiene tentaciones políticas concretas, el espacio que quedaría a la derecha del actual PP no da para muchas alegrías. Aparte de algunas adhesiones concretas, la influencia de Aznar en el actual PP está muy debilitada. Y sería fácil desmontar una iniciativa política rescatando de las hemerotecas los episodios de corrupción en su entorno político en la época que fue presidente. Y también su contribución relevante a la política de confrontación.
Es difícil entrar en la extraña psicología del expresidente. Hay algo profundo que no le permite el sosiego. Complejos antiguos, resquemor y frustración que siempre han dominado a un hombre adusto por naturaleza que siempre exuda resentimientos antiguos.
Con la caída en desgracia de Federico Trillo, cuyo cese en la embajada de Londres trata de camuflar como un asunto de relevo normal el gobierno de Rajoy, se cierra una época en la que José María Aznar deja de ser presente para convertirse sencillamente en pasado.