La gestión de Núñez Feijóo en la crisis de las cajas gallegas: una fusión entre ruinas

Si alguien hundió las cajas gallegas fueron sus propios directivos con sus decisiones, comenzando por José Luis Méndez en Caixa Galicia, a las que se sumó el parche de la decisión política que arrastró a Caixanova a la fusión

Alberto Núñez Feijóo con exdirectivos de Caixanova y Caixa Galicia, celebrando la fusión en 2010

Alberto Núñez Feijóo con exdirectivos de Caixanova y Caixa Galicia, celebrando la fusión en 2010

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Muy mal acabó cerrando aquella herida para que no deje de supurar más de una década después. Y es que la crisis de las cajas gallegas, con un coste efectivo para el erario público de 9.000 millones dentro de un rescate financiero al sector superior a 70.000 millones, de acuerdo con el Tribunal de Cuentas, se ha convertido en episodio recurrente de esta campaña electoral. Salió en el debate entre Núñez Feijóo y Pedro Sánchez y se replicó este lunes en TVE: “Por si fuera poco, Zapatero dejó quebradas todas las cajas de ahorro (…)”, dijo el candidato popular, para añadir que “todas las cajas quedaron en una situación de insolvencia y tuvimos que rescatar los depósitos de los clientes”.

Pero, ¿cómo fue realmente aquella gestión y la implicación de Núñez Feijóo en la crisis de las dos cajas gallegas? Lo primero, el marco de las fechas. Cuando el líder gallego gana las elecciones por mayoría absoluta en Galicia, el 1 de marzo de 2009, gobernaba Rodríguez Zapatero en Madrid, y lo seguiría haciendo dos largos años más, hasta noviembre de 2011, cuando Mariano Rajoy accede a la Moncloa. Por tanto, la convivencia entre unos y otros fue una constante, con el socialista Miguel Ángel Fernández Ordóñez en el Banco de España. En ese contexto se produce la fusión. En 2010.

Clientelismo financiero

En la Galicia de los noventa se hablaba mucho del clientelismo político, encarnado por los presidentes de las diputaciones de Lugo y Ourense, los Cacharros y Baltar de turno. Pero muy poco de ese otro clientelismo que representaban las cajas y sus fundaciones. El relato corresponde también al que dicta un singular calendario. Cuando Alberto Núñez Feijóo llega a Monte Pío, en ese lejano 2009, se encuentra con un Julio Fernández Gayoso, en Caixanova, y un José Luis Méndez, en Caixa Galicia, que llevaban en sus cargos nada menos que desde 1965 y 1981, respectivamente. Una eternidad.

De hecho, desde que Julio Fernández Gayoso fue nombrado director general de lo que en su día fue Caixa Vigo, hasta la llegada de Feijóo, habían sido ocho los gobernadores que había visto pasar el vigués por el Banco de España. Méndez, desde A Coruña, había conocido a cinco gobernadores. Ese es el decorado de fondo, con sus protagonistas, que se encuentra Núñez Feijóo al ganar en 2009. Y su primera decisión, que pasó casi desapercibida en aquel momento, fue reveladora, aunque a la postre resultó tan valiente como poco efectiva.

La primera decisión de Feijóo

No las debía tener todas consigo el entonces flamante presidente cuando en junio de ese año, apenas unos meses después de tomar los mandos, la Xunta decide sentarse en la comisión de control de cada una de las cajas gallegas con la designación de un representante de la administración autonómica en cada órgano. Tendría voz, pero no voto. La Xunta daba el paso y recurría a una potestad recogida en el Estatuto de autonomía. En ese momento, con una inexperta Marta Fernández Currás al frente de las negociaciones iniciales, Feijóo parecía querer, pero otra cosa bien distinta resultó finalmente poder.

Feijóo podrá tener responsabilidades en una fusión que acabó en fiasco, entre ruinas, como demostró la nacionalización de la entidad resultante, Novacaixagalicia, pero no en la quiebra de las propias cajas gallegas. De eso se encargaron sus directivos, hoy en sus correspondientes retiros. El de Os Peares quiso y luchó por la fusión gallega, interna, pese a las duplicidades que la capacidad instalada de ambas en cuanto a red aconsejaba lo contrario. Lo hizo cuando Caixa Galicia quería el matrimonio con Caja Madrid, y Caixanova miraba sin recelo a una suerte de fusión fría (SIP) con otras cajas medianas, entre ellas la asturiana. El factor sede, mantener la galleguidad del ahorro, era lo que realmente pesaba para San Caetano. Eso, y arreglar un problema sin salir de casa: tapar la hemorragia de Caixa Galicia.

El informe de KPMG

En la crisis de las cajas hubo otro actor con forma de papel. Un informe. El de KPMG, por encargo de la Xunta a la única de las tres grandes que no auditaban ya de forma periódica las cuentas de Caixa Galicia (PWC) y Caixanova (Deloitte), y que finalmente distaba mucho de ser una due diligence, como en algún momento se hizo creer. Uno de sus autores, un directivo de KPMG, vino a decir a posteriori que ni auditoría ni nada, que aquello fue el resultado de un mes de trabajo y tampoco era una recomendación sobre si era conveniente o no realizar la fusión, sino que analizaba la situación de las entidades ante este escenario, el de la integración. Lo aseguró nada menos que en el Congreso, en la comisión de investigación de la crisis financiera.

Y por mucho que se quiera rizar el rizo con los años, repasar ahora la presentación de aquel estudio de KPMG, difundida en enero de 2010, permite comprobar en la letra pequeña los límites reales del trabajo de los auditores: el informe se centraba “en las áreas críticas con el objeto de determinar la situación de partida de las dos entidades, con una estimación de las sinergias y reestructuración de la entidad fusionada”. Es decir, una proyección. Eso sí, que fue muy cara para el erario público, dio mucho juego a la oposición y confundió tanto a parte de la opinión pública y como de la publicada.

Ruinosa gestión de las cajas

¿Quién quebró realmente las cajas gallegas? Pues ni más ni menos que sus responsables. Directivos a quienes les importaba poco al final tener la razón, les bastaba con que sus subordinados se la dieran. La alegría de los años previos a la crisis, en pleno boom inmobiliario, hizo que Caixa Galicia, primero, y Caixanova, después, se lanzasen a la financiación del ladrillo como vía de crecimiento. El teatro de operaciones eran la costa levantina y sur. Cuando comenzaron los impagos de esos créditos, a las entidades no les quedó otra que proceder a refinanciaciones y más refinanciaciones, con el objetivo de mantener los saldos de los créditos vivos, y librarse así de provisionar esos quebrantos, lo que deterioraría más su cuenta de resultados. No en todos los casos lo lograron, y fueron arrastradas por multimillonarios concursos de acreedores. El principio del fin.

Vendrían después mayores exigencias legales de provisiones por parte del Banco de España. Y más problemas, con la comercialización de participaciones preferentes como palanca para lograr el capital sano que no tenían. El bucle de las refinanciaciones, una auténtica huida hacia adelante, acabó en estrangulamiento. Y, estranguladas, decidieron fusionarse empujadas por Núñez Feijóo. Una fusión que hundió el barco, pero de la que, a la postre, nacionalización y reprivatización incluidas, emergió un banco con sede en Galicia tres años después.

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