El sonoro silencio de Yolanda Díaz tras el plante de Nadia Calviño
La ministra de Trabajo no ha hecho declaraciones sobre la derogación total de la reforma laboral, calificada de "absurda y contraproducente" por Calviño
Esta es la historia de un incendio en la que una de las partes afectadas, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha permanecido en silencio. Su intención, según aseguran fuentes consultadas por este medio, es la de continuar así.
Todo comenzó en pasado miércoles. La portavoz del PSOE, Adriana Lastra, firmó un acuerdo con Unidas Podemos y con Bildu para garantizar la abstención de los nacionalistas vascos a la nueva prórroga del estado de alarma. A cambio, a las puertas de unas elecciones en Euskadi, Bildu se anotaba un tanto y se posicionaba como una formación con influencia real. Había firmado el compromiso de los grupos que sostienen el Gobierno central a «derogar íntegra la reforma laboral de 2012 impulsada por el Partido Popular». En principio, y según convienen fuentes del entorno del Ejecutivo, los dirigentes de PSOE y de Podemos no vieron mayor peligro. A fin de cuentas, ese compromiso ya estaba explicitado en el acuerdo de Gobierno de ambas formaciones: «Derogaremos la reforma laboral. Recuperaremos los derechos laborales arrebatados por la reforma laboral de 2012. Impulsaremos en el marco del diálogo social la protección de las personas trabajadoras y recuperaremos el papel de los convenios colectivos».
Un acuerdo desconocido por las ministras
Pero la realidad era que el acuerdo con Bildu tenía más letra. Una que encendía una llama en mitad de la crisis del Covid-19. El acuerdo con los abertzales indicaba que la reforma sería íntegra y urgente (antes de que expirasen las medidas extraordinarias frente a la pandemia).
El acuerdo no gustó a nadie: ni a la patronal, ni a los sindicatos y ni siquiera a los miembros del Ejecutivo. Con más de medio millón de empresas acogidas a un ERTE en el país, los términos del acuerdo dinamitaban los principios de diálogo social a los que siempre apelan tanto la ministra Díaz como la vicepresidenta económica, la socialista Nadia Calviño. Según se comunicó con posterioridad, ambas, del mismo modo que otros miembros del Ejecutivo, desconocían los términos del acuerdo político firmado. «No están en la comisión negociadora, por lo que no lo sabían. Al final de lo que hablamos es de que aquí no hubo ojo para advertir, por parte de los representantes de los partidos, el incendio que se iba a montar«, comentan voces cercanas al entorno de Unidas Podemos.
Pero horas después de que Bildu hiciese público el acuerdo, el PSOE, acuciado por Calviño, emitió una nota aclaratoria. La reforma no se derogará íntegra antes de que finalicen las medidas extraordinarias por el virus. Fue una matización rápida. Tan rápida que, de hecho, aclaraban que en la contrarreforma se modificarían algunos aspectos de forma urgente como el despido por absentismo causado por bajas por enfermedad, algo que el Ejecutivo ya aprobó el pasado 19 de febrero y que, de hecho, fue rentabilizado por el Ministerio de Trabajo de Díaz.
Iglesias y la desautorización de Calviño
El jueves, el siguiente en manifestarse sobre el tema fue Pablo Iglesias. En declaraciones a Catalunya Radio, el líder de Unidas Podemos dejaba clara su postura. Pacta Sunt Servanda (lo citado obliga). Las declaraciones desataron la reacción de Calviño, que desautorizó al vicepresidente del Gobierno y calificó de «absurdo y contraproducente» abrir un debate como el de la reforma laboral para crear inestabilidad e inseguridad jurídica en un momento de recesión.
Así, en menos de 24 horas, la polémica sobre la reforma laboral y el pacto de los grupos de Gobierno con Bildu dio para infinidad de declaraciones. Habló la patronal, los sindicatos, los partidos, habló Iglesias y habló Calviño. Sin embargo, Díaz, una de las ministras, junto con la de Economía, más directamente afectada por la letra pequeña del acuerdo, optó por callar. Desde su departamento de Gobierno no se hacen valoraciones sobre el tema. ¿Por qué?
Calmar las aguas con la patronal
«Saben en Trabajo que es una polémica que llega en el peor momento y que afecta directamente el pretendido diálogo social y a la confianza de las empresas en un momento de recesión. A pesar del punto de partida inicial, una ministra de Trabajo de Izquierda Unida que despertaba muchos recelos en la empresa, siempre ha intentado buscar el concurso de patronal y sindicatos en los pasos dados. A lo largo de la crisis del Covid-19, Díaz ha reconocido el papel de empresas que estaban manteniendo e incluso creando empleo. De hecho, hay que recordar que llegó a desmarcarse de Podemos y a describir a Inditex como un ejemplo para el resto de compañías del país«, opinan fuentes cercanas. Con la CEOE dispuesta a suspender negociaciones, mejor no echar más leña al fuego, especialmente teniendo en cuenta que la intención de Díaz era abordar la reformal laboral por fases.
Y es que, por otro lado, y a tenor de las declaraciones hechas en los últimos meses por la ministra sobre la propia reforma laboral, su discurso podría ir en contra de las manifestaciones de Iglesias —siendo ella una de las integrantes del Gobierno más próximas al dirigente–. El vicepresidente dice que lo firmado, firmado está, pero hace tan solo unos meses, la titular de Trabajo defendió que «sería una frivolidad» decir que se puede acabar de golpe con la reforma laboral. «Yo mentiría si dijese que puedo eliminar una norma diciendo ‘derogo hasta el infinito’, porque se trata de derogar y de legislar«, explicó en febrero en el Congreso de los Diputados.
Calviño y Díaz, de nuevo separadas
También hay quien opina que, con su silencio, Díaz vuelve a marcar distancias con respecto a Calviño. Ambas son ministras, ambas gallegas. Una lleva Trabajo y otra Economía. Una en una parte del Gobierno y otra en otra. Las tensiones entre ambas (en realidad entre Calviño y casi toda la parte morada del Ejecutivo) se han producido desde el principio de la legislatura. En los últimos tiempos de la crisis sanitaria, la vicepresidenta ha asumido la negociación de los ERTEs, diluyendo así el papel de la ministra de Trabajo. La eventual moratoria en el pago de alquileres también fue otro asunto que las separó públicamente, lo mismo que lo relativo a la desescalada para el turismo (Calviño indicó que la reactivación sería lo antes posible luego de que el departamento de Díaz posicionase al sector como uno de los últimos en reincorporarse). La subida del salario mínimo o la renta básica han sido otros de los muchos puntos de fricción.
Ahora, en mitad de una de las mayores polémicas del Gobierno con la patronal con el marco de la crisis del Covid-19, las diferencias entre la ministra de Economía y la de Trabajo vuelven a quedar patentes. Una levanta la voz. La otra guarda silencio.