¿El PP se desmorona?
El fantasma de la UCD aparece entre las filas populares, pero se trata también de una estrategia inducida para vender luego unos mejores resultados que le permitan seguir gobernando
«Jordi Pujol Bis». Es el comentario que surge de inmediato por parte de los dirigentes del PP cuando se les pregunta por la repercusión del caso de Rodrigo Rato. Lo comparan con el duelo que han seguido muchos militantes y electores de CiU cuando se enteraron de la confesión del ex President de la Generalitat.
No es para menos. El impacto en los propios cuadros medios del PP es enorme. Se trata de la mejor alineación del PP. La que se recuerda, como las delanteras de los equipos de fútbol. De Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón, se pasa a Fraga, Cascos, Rato y Aznar. Y ya no queda ninguno que aguante el tipo. Bueno, queda uno: Mariano Rajoy.
De la UCD a un PP agónico
Al caso de Rato se le añade ahora el de Federico Trillo y Vicente Martínez Pujalte, que han cobrado de una empresa constructora, a cambio de informes de asesoramiento. La respuesta que ellos mismos han ofrecido es que se trata de una actividad legal, aunque admiten que no es demasiado ética. Y esos comentarios minan todavía más la moral de los militantes del PP, y asombran a los electores del partido conservador.
Los expertos y los dirigentes del PP consultados rechazan que el PP se vaya a desmoronar. Pero aseguran que el varapalo puede ser de grandes dimensiones.
El fantasma de la UCD siempre ha recorrido la sede del partido conservador, a pesar de que en los primeros años noventa José María Aznar logró armar un partido sólido, jerárquico, clásico, porque aspiraba a ser un partido «atrapa-todo», que llegara a ser central en la política española. Y lo consiguió, aunque siempre quedaron las dudas de dejar lastre por la derecha, para presentarse como un partido de centro-liberal.
Bárcenas y Rato, los beneficiados de la amnistía fiscal
Ahora Mariano Rajoy, sin embargo, se enfrenta a una tarea desconocida. El crecimiento económico existe, pero es insuficiente. Los nuevos puestos de trabajo son precarios. Y pesa, por encima de todo ello, la corrupción que rodea al partido.
Un dirigente del PP admite que la amnistía fiscal que impulsó el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha acabado teniendo dos grandes beneficiados: el ex tesorero, Luís Bárcenas, y Rodrigo Rato. Y eso es demoledor.
¿Una estrategia de victimización?
La UCD de Adolfo Suárez, y de donde provienen dirigentes como Javier Arenas, –no Rato, que fue un pata negra de Alianza Popular– se desplomó en 1982. Pasó de 168 diputados a 11 escaños. El PP aparece en las últimas encuestas con entre 102 y 107 diputados, de los actuales 186. No es un desplome, pero se parece mucho.
Ahora bien, ¿hay alguna estrategia premeditada? El politólogo Oriol Bertomeus considera que, tras la evolución de los sondeos de los últimos meses, el PP aguantará, y que ahora «se trata de presentar la situación como muy negativa, y no es para menos vistos los casos que le salpican, para presentar luego los resultados con otra cara, porque podrían ser mejores de lo que todo el mundo espera».
Luego hay otros instrumentos. El CIS ofrecerá una nueva encuesta en mayo, antes de las municipales y autonómicas, pero el trabajo de campo se podría haber cerrado ya, en abril, antes de que estallara o de que se hiciera estallar el caso Rato.
Los electores de centro, perdidos para el PP
Eso es muy ilustrativo en el caso de Madrid. La candidata a la alcaldía, Esperanza Aguirre, no deja de decir que el PP sufrirá «un varapalo» tras el caso de Rodrigo Rato. Pero los expertos intuyen que Aguirre juega con otros números, y que sabe que podrá gobernar.
Es posible. Pero ha aparecido un nuevo actor, Ciudadanos, que entra en un terreno que nunca esperó perder el PP: el centro.
El politólogo José Fernández-Albertos, incide en el crecimiento del partido de Albert Rivera. «Lo que le puede ocurrir al PP es que se quede con su verdadero núcleo duro. No se desplomará, pero perderá mucho votante de centro, que, además, y ese es el verdadero peligro para los populares, difícilmente regresará». Es decir, Ciudadanos, con mayor o menor apoyo electoral, ha llegado para quedarse. Como ocurrirá con Podemos, según Fernández-Albertos. Y eso nos lleva a una situación en el que el partido que gane las elecciones no pasará del 28% o 29% de apoyo electoral, y que el cuarto oscilará entre el 15% o 16%.
Aguantar en 24 capitales de provincia
Algunos dirigentes del PP tratan de ser algo más optimistas. Y lo tienen calculado. En las municipales y autonómicas aguantarán el tirón, aunque, como apunta Bertomeus, «todo dependerá de cómo vendan los resultados en la noche y en la semana posterior al 24 de mayo».
Se cree que se mantendrá Cantabria, La Rioja, Extremadura, y las dos Castillas. Y que se seguirán gobernando entre 20 y 24 capitales de provincia de las 34 de ahora. Pero, eso sí, «es muy factible perder la Comunidad de Madrid y la de Valencia, y el Ayuntamiento de Valencia.
El argumento es que «el establishment aguanta», tomando como referencia las elecciones en Andalucía. Allí el establishment «es el PSOE». Y cuando el establishment «ha caído», como en Valencia, que era del PP, entonces se pierde el gobierno.
Es una justificación. Pero perder Madrid y Valencia es perder las elecciones.
Rajoy, ¿la prenda que pagará el PP en la noche electoral?
Fernández-Albertos considera que los resultados del 24 de mayo no tienen por qué ser determinantes para la suerte de las elecciones generales. Que los pactos que los nuevos partidos alcancen no les penalizarán para los comicios al Congreso.
Y que, entonces sí, en la noche electoral de las generales, y con los diputados de cada uno sobre la mesa, el puesto de Rajoy se podría rifar.
¿Sería el precio de Ciudadanos, por ejemplo para llegar a un acuerdo? Para el PP, además, podría ser una gran oportunidad para regenerarse desde el poder.