El PP gallego, al borde de un ataque de nervios por la interinidad de Feijóo

El partido se debate entre convocar ya un congreso o dejar una gestora al frente mientras espera la decisión de Feijóo; la proximidad de las municipales complica la transición

Alberto Núñez Feijóo hace campaña a la presidencia del PP en Tenerife

Alberto Núñez Feijóo hace campaña a la presidencia del PP en Tenerife

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En su primera conferencia de presidentes como líder virtual del PP, Alberto Núñez Feijóo ha tendido la mano a Pedro Sánchez para sacar adelante una postura común, al menos unos principios de actuación, frente a la guerra de Ucrania y los efectos económicos que tiene en España, principalmente en el coste de la energía. Suena bien la canción del bipartidismo en Moncloa, tras una cita en la que no estaban los ministros de Unidas Podemos. También en San Caetano, donde anida desde hace tiempo el convencimiento de que los nuevos partidos –primero Podemos y Ciudadanos y luego Vox—no han traído nada bueno a la política española. El propio Feijóo lo explicitó en un acto electoral en Tenerife, donde aseveró que no quiere a nadie “a la derecha del PP ni a la izquierda del PSOE”.

El presidente de la Xunta sigue de gira por las comunidades españolas para engrasar su aterrizaje en Génova mientras en Galicia continúa la incertidumbre. Aunque el mensaje público de los populares gallegos es de tranquilidad, hay un inevitable nerviosismo por la situación de provisionalidad, que precede a un relevo de tanto calado como para cambiar la presidencia del partido y la del Gobierno gallego. Poco avanzará Feijóo hasta el mes que viene, cuando sea elegido presidente del PP, lo que no ayuda a calmar las aguas.

¿Una gestora en el PP gallego?

Las opciones que se barajan en el partido son las de armar una gestora que conduzca a los populares gallegos hacia un congreso para elegir un nuevo líder ya con vistas a las elecciones autonómicas. La otra posibilidad, que prefieren algunos cuadros populares, sería la de celebrar este año un congreso y dejar zanjado el asunto, contar con un nuevo liderazgo que permita disponer de un proyecto y de un referente que arrope a los alcaldables en las próximas municipales. Una de las buenas costumbres del presidente de la Xunta hasta ahora ha sido esa, la de hacer kilómetros para tratar de impulsar las alcaldías del PP durante las campañas.

En todo caso, la falta de un plan, que de haberlo solo está en la cabeza de Feijóo, solo provoca inquietud en los populares gallegos, especialmente en las agrupaciones locales que ya calientan motores para unas cercanas elecciones.

La piedra de toque de las municipales

Al menos hay tres problemas por resolver que van de la mano con la sucesión. Por un lado, el desgaste que supone compatibilizar los cargos en la Xunta y en el PP, algo que sucederá durante un periodo de transición cuya duración se desconoce. La oposición ha hecho sus deberes y ha pedido la dimisión de Feijóo acusándolo de desatender Galicia, desestabilizar la Xunta y aspirar a ocupar dos puestos incompatibles.

Por otro, que el necesario relevo previsiblemente no concitará el mismo consenso que el dirigente de Os Peares, incluso aunque se trate de Alfonso Rueda, su número dos durante más de una década.

Y, por último, que las elecciones municipales no son las que mejor se le dan al PP, que aún manteniendo un amplio dominio en los municipios pequeños, pincha cada vez que pide apoyo en las ciudades. De hecho, no gobierna en ninguna de las siete. Un escenario en el que no recupere ninguna, o que empeore resultados pasados, sería la primera piedra en el camino del sucesor.

El dedo de Feijóo en las ciudades

A esto hay que añadir que Feijóo tiene por costumbre pergeñar una crisis de Gobierno con vistas a las municipales para permitir que algunos de sus conselleiros desembarquen en las ciudades para optar a la alcaldía. Así sucedió con Jesús Vázquez en Ourense, con Elena Muñoz en Vigo, con José Manuel Rey Varela en Ferrol, o con Beatriz Mato en A Coruña. Ahora mismo se desconoce si alguien tomará ese tipo de decisiones.

El presidente marca los tiempo y el partido tiene paciencia, pues así se lo debe, pero la procesión va por dentro.

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