El espejo roto de Artur Mas
CiU no ha podido retener los votos prestados que acabaron con el tripartito, pero mantiene a un electorado fiel
Como en un anuncio muy divertido de una marca de automóviles, los ochenta “molaban, pero sólo en música”. Bueno, en la música no hay color, el sonido Manchester inundaba la salas de conciertos. Pero los ochenta también “molaban” para dos partidos políticos en Catalunya, que se dividían las instituciones y gozaban de una situación privilegiada. Ahora, desde hace unos años, todo eso se ha acabado, y probablemente no volverá. En música, de vez en cuando hay algún revival. La banda británica The Chameleons volvió a tocar hace unos días en Barcelona, pero ya nadie confía en recuperar aquellos tiempos.
Y esa constante, este cambio social, es el que Artur Mas no ha considerado. Pensaba que podía volver a la época de The Chameleons, si es que alguna vez ha escuchado sus bellas y oscuras canciones.
Hegemonía “sociovergente”
Sí, CiU y PSC se repartían los papeles, con cifras deslumbrantes. Los dos partidos sumaron en 1984 el 76,6% de los votos válidos. En 2012 ese porcentaje ha sido del 45,11%. En los años ochenta ese porcentaje se fue manteniendo, con oscilaciones, hasta llegar a 2003, cuando todo cambia.
CiU ha aguantado más, es cierto. Sus porcentajes, al margen del número de diputados, ha ido evolucionando. Del 46,6%, en 1984, con la primera mayoría absoluta de Jordi Pujol; el 45,5% en 1988; al 37,6% en 1999 y al 20,9% en 2003. En el caso del PSC, cuando descendía CiU, subían los socialistas. Pero sólo superaron a la federación nacionalista en 1999, con un 37,8% de los votos, la gran oportunidad de Pasqual Maragall, que se vió frustrada porque, gracias a la ley electoral, CiU obtuvo más diputados. En 2003 el PSC consiguió el 31,2%, frente al 20,9% de CiU, y formó gobierno con ERC e ICV.
Cambio en el patrón electoral
En ese momento el patrón electoral en Catalunya, en las elecciones autonómicas, cambia. El politólogo Gabriel Colomé, hoy portavoz del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, y ex director del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) deja constancia de ese cambio: “Se ha ido pasando de un bipartidismo imperfecto a un pluripartidismo, aunque con una fuerza política mayoritaria”.
¿Entendió ese cambio CiU, y, Artur Mas cuando adelantó las elecciones para conseguir una mayoría absoluta? Ahora ha visto que el espejo en el que se miraba está roto. La realidad es distinta a la que soñaba.
CiU no tuvo en cuenta a Esquerra Republicana. Jordi Sauret, director gerente de Feedback EIS, la empresa que ha realizado los sondeos de La Vanguardia, admite que los votantes que aseguraban que votarían a CiU se fueron decantando en la última semana por Esquerra Republicana, y ese efectó “ya no se detectó en las encuestas previas”.
La campaña de Carod
Pero todo obedece a una cierta lógica. Los electores independentistas de Esquerra, cuando han percibido que podían confiar de nuevo en su dirección política, –con Oriol Junqueras– y cuando ya no estaba en juego derrotar a un gobierno, como ocurrió en 2010 para echar al tripartito, han vuelto a votar a sus propias siglas. Veamos la evolución, casi precisa, de sus votos.
En 1999 ERC obtuvo 271.173 votos, el 8,7%. En 2003 –con una gran campaña electoral de Josep Lluís Carod-Rovira–, logró 542.045 votos, el 16,4%. En 2006 consiguió el voto de 416.355 catalanes, con el 14%; pero en 2010, el apoyo descendió hasta los 219.173 votos, sólo el 7% de los sufragios válidos.
En cambio, en 2012, pensando en ellos mismos, sin ir a la contra de nadie, Esquerra ha conseguido 496.292 votos, el 13,68% de los sufragios, algo menos que en 2003, teniendo en cuenta que la participación en estas elecciones ha sido la más alta de las elecciones autonómicas, rozando el 70%, casi 11 puntos más que en las de 2010.
El error de cálculo de Mas
Mas creyó que ya tenía los 62 diputados de 2010, sin pensar, según los especialistas consultados, que CiU logró en aquel momento mucho voto prestado. El candidato de CiU a la relección, sin embargo, reclamó de nuevo que los electores confiaran en él, con un voto alquilado, se podría decir, para poder afrontar con garantías el proceso del referéndum por la autodeterminación en la próxima legislatura.
Pero los votantes de ERC no le han seguido. Prefieren ir en su propio coche.
CiU, ¿más independentista ahora?
Entonces, ¿los 50 diputados de CiU son los 50 independentistas, y los que no han votado a Mas es porque eran votantes moderados de CiU de anteriores elecciones? No.
Esa intepretación no es válida. Según Colomé, CiU ha mantenido a gran parte de su electorado más fiel, al de siempre. “Ha movilizado a casi todo su electorado posible”, asegura.
Lo que ha ocurrido en 2012 es que la sociedad catalana ha querido votar, en su conjunto. Y ha reflejado toda su pluralidad. En esta ocasión es Sauret quien se refiere a este fenómeno, que ha descolocado a los dirigentes de CiU.
La Catalunya silenciosa vota
Lo explica con convicción, aunque sus encuestas no apreciaran el cambio electoral de fondo. Hay una parte de “la Catalunya silenciosa”, según Sauret, que no aparece en los medios de comunicación, que, incluso, podría estar de acuerdo con la teoría de los nacionalistas de que las condiciones económicas serían mejores en una Catalunya independiente. Pero no les gusta. No quieren la independencia.
Y esa idea está especialmente enraizada en el área metropolitana de Barcelona y la periferia de las grandes ciudades. Normalmente no votaba en las autonómicas, pero esta vez ha decidido, por lo que estaba en juego, acudir a las urnas. Y esos votos adicionales, según Sauret, han beneficiado, y por este orden, a Ciutadans, Iniciativa-Verds y PP.
Error de las encuestas
El error de los sondeos y encuestas, como admite Jordi Sauret, que fue miembro del comité de campaña de Artur Mas en 2006, como asesor demoscópico, es que no previeron el salto en la participación. En la encuesta de La Vanguardia, que otorgaba a CiU una victoria por encima de los 60 diputados, se contó con una participación del 63,69%. Es decir, 5,9 puntos inferior a la que fue finalmente.
El drama del PSC
Caso aparte es el del PSC. No retiene a sus votantes, que se escapan en todas direcciones, sin que se pueda conocer, según Colomé, su verdadero suelo electoral. El caso más grave es el de Barcelona. Hasta el 50% del voto que ha perdido es de la ciudad de Barcelona, donde se ha dejado a 28.575 votantes, de los 51.900 votos menos que en 2010.
Sólo ha ganado en NouBarris, con una población envejecida y todavía fiel, más que al PSC, al PSOE de Felipe González. En Sarria-SantGervasi ha llegado a quedar en sexto lugar, el distrito exquisito de la ex dirección catalanista de toda la vida del PSC, con los Maragall a la cabeza, con sólo unos 2.000 votantes más que la CUP.
Sus votos se van, por un lado, a Ciutadans y a ICV. Por el otro, a CiU y ERC. Un drama que la actual dirección deberá abordar.
Cambios para quedarse
Los especialistas señalan que estos cambios son estructurales. Se han producido para quedarse. En todo caso, el adelanto electoral, y el pulso de Mas habrá servido para que aflore una realidad que estaba latente.
Se acabaron, definitivamente, los años ochenta. Mas deberá tomar nota. The Chameleons, en cualquier caso, era una gran banda.