Diego Calvo, un peldaño más en la escalera
Rueda entrega un puesto de peso político en su Gobierno al líder del PP coruñés, que ha pasado por casi todos los cargos en el partido hasta llegar a la vicepresidencia de la Xunta
Alfonso Rueda ha introducido un único cambio en el Ejecutivo que dejó Alberto Núñez Feijóo en la Xunta. Y lo hizo para nombrar vicepresidente segundo a Diego Calvo, uno de los barones provinciales que hizo valer su posición ante el pacto que pretendía Feijóo para legar sus poderes al líder del PP pontevedrés. Rueda equilibra cuotas entre territorios a cambio de entregar un puesto de gran visibilidad a Calvo, que amplía su curriculum en el partido tras pasar por multitud de puestos.
Cuando tenía 18 años comenzó en Nuevas Generaciones con José Manuel Romay Beccaría como presidente provincial de los populares. Tras presidir la organización juvenil, ha sido concejal, delegado territorial de la Xunta, presidente de la Diputación de A Coruña, diputado y vicepresidente primero del Parlamento –cargo que ocupaba hasta ahora.
Feijóo lo puso al frente del comité electoral en la nueva ejecutiva de Génova cuando llegó al cargo.
De Fraga a Rueda
Diego Calvo (San Sadurniño –A Coruña–, 1975) es licenciado en Ciencias Económicas, especializado en Hacienda Pública y Sistema Fiscal; y tiene un máster en Desarrollo Local y Comarcal. En 2009, tras la primera victoria electoral de Feijóo, fue el primer delegado territorial de la Xunta de Galicia en la provincia de A Coruña. Posteriormente, entre 2011 y 2015 estuvo al frente de la Diputación. Una figura clave en su trayectoria fue la de Carlos Negreira, ex alcalde de la ciudad herculina, a quien considera su mentor en el partido.
El primer mitin grande en el que participó y que le ha quedado en la memoria lo pronunció ante un millar de personas en la Feria de Muestras de Ferrol en el año de 2001, cuando ya iba en las listas de las elecciones autonómicas con Manuel Fraga como candidato a la Xunta.
En aquellos comicios no entró en el Parlamento por poco y rememora que fue al recuento del voto emigrante para comprobar si había votos para ganar un escaño. Finalmente, accedió a la Cámara autonómica en 2003 a raíz del nombramiento como delegada provincial de otra parlamentaria popular de la delegación coruñesa, Elisa Madarro.
Su estreno en el Pazo do Hórreo coincidió con el primer día en el que Feijóo ejercía de vicepresidente y Xosé Cuíña, hasta hacía poco tiempo delfín oficial de Fraga, de diputado raso. Siempre bromea, según su entorno, con que dada la coyuntura los periódicos no le dedicaron ni unas pocas líneas.
Dirigente leal y puntual
Sus colaboradores dicen de él que tiene una lealtad fuera de cualquier duda y que es una persona que madura las decisiones antes de pronunciarse. Por ello, afirman, no es un político «de promesas rápidas», como podían comprobar los representantes municipales o de asociaciones que se reunían con él en su etapa de la Diputación.
«Pero cuando dice que sí es que sí», sostienen quienes conocen a Calvo, divorciado y con un hijo, Matías, que cumplirá 14 años en agosto y su opción favorita para compartir el tiempo libre que le deja la actividad política. También le gusta la pesca y el deporte, sobre todo correr, y va al gimnasio. Y «la debilidad» del político coruñés son sus padres.
«Exageradamente puntual» –por ver está si considera esta costumbre en la Xunta o adquiere el hábito de su antecesor–, siempre reivindica que es un «revolucionario» ya que entró en el PP en cuanto pudo afiliarse por edad y entonces «lo que estaba de moda» entre los jóvenes era ser del BNG o del PSOE.