Castilla y León dinamita el discurso de Feijóo, último bastión del PP que resiste a Vox
Casado sentirá la urgencia de normalizar los acuerdos con Vox, actor necesario para los Gobiernos del PP en todas partes salvo en Galicia
Los resultados en las elecciones de Castilla y León obligan de nuevo al PP a llegar a un acuerdo con Vox, el gran ganador de la jornada electoral al pasar de uno a 13 procuradores y tener la llave del Ejecutivo. Alberto Núñez Feijóo salva a un aliado, Alfonso Fernández Mañueco, compañero de lobby en las intrigas internas de los populares y con quien se le presupone afinidad en un discurso más centrista. Sin embargo, ese relato que paraba a la extrema derecha en Galicia no lo ha hecho en Castilla y León. La aritmética obliga a un pacto y Santiago Abascal reclamó entrar en el Gobierno: «Que cara de vicepresidente se le está poniendo a Juan García Gallardo«, proclamó.
Todo apunta a que el presidente gallego se convertirá en el último de los populares que puede gobernar al margen de la ultraderecha. Se implicó a fondo en la campaña, reclamando un aliado «estratégico» en la comunidad vecina y pidiendo que no se fragmentara el voto de la derecha. “En las elecciones generales en Galicia, Vox sacó más del 7% del voto y Ciudadanos el 4%, sin embargo, en las autonómicas Vox consiguió el 2% y Cs el 1%. Yo soy presidente de la Xunta gracias a esto”, explicaba en uno de los actos de campaña.
Precisamente, es ese discurso, el que ve a Vox como un "populismo" de "planteamientos excesivos", según lo definió el propio Feijóo en su momento, el que ahora entra en cuestión. La extrema derecha se prefigura como aliada necesaria en Castilla y León, donde a Mañueco le bastaba con el apoyo de Ciudadanos, y allá donde gobierne el PP. Pablo Casado afronta con cierta urgencia la necesidad de normalizar el matrimonio. En ese escenario, Feijóo está condenado a quedarse solo en sus apelaciones al centro y a la estabilidad, que tendrán que convivir necesariamente con las alianzas de su partido con Vox.
La otra lectura de este domingo es que el éxito de Isabel Díaz Ayuso en Madrid es un poco más de Díaz Ayuso y un poco menos de Pablo Casado, por si quedaban dudas. "Prefiero pactar con el partido de Ortega Lara que con los que secuestraron a Ortega Lara", dijo premonitoriamente la presidenta madrileña durante la campaña.
El problema es el BNG, no Vox
Mientras Alfonso Fernández Mañueco se jugaba el Gobierno en Castilla y León, el PP gallego afrontaba dos problemas. Por un lado, el inesperado crecimiento del BNG en las encuestas, que ha provocado que Miguel Tellado, el secretario de organización, ponga todo su empeño en vestir de radical a Ana Pontón, recordarle sus actos con Bildu o con Esquerra, incluso su larga trayectoria en el Parlamento. Por otro, las malas perspectivas de cara a las elecciones municipales que se celebran el año que viene, una cita siempre complicada para los populares por su escaso tirón urbano.
Aunque la fuerza de Vox en Galicia es una incógnita, su mejor resultado fue un 7,9% de los votos en las últimas generales, la posibilidad de una fragmentación en la derecha sí que preocupa en San Caetano. Pero, sobre todo, preocupa poder conciliar el discurso de la estabilidad y la centralidad política con los pactos con la extrema derecha en los gobiernos autonómicos y cómo esa situación se convertirá en una de las zonas de ataque de socialistas y nacionalistas.
La soledad de Yolanda Díaz
Las fuerzas llamadas a acabar con el bipartidismo, Podemos y Ciudadanos, se quedan al borde de la desaparición en Castilla y León. Mantienen un diputado cada una, no tienen ninguno en Galicia y solo seis en el País Vasco. Los éxitos electorales pasados no les han servido para lograr una implantación territorial suficiente que garantice un suelo de votos alto. El batacazo de Ciudadanos, de 12 procuradores a uno, lo deja claro.
Yolanda Díaz armará su proyecto político sin aparato detrás. No está en ningún partido y ningún partido tiene fuelle como para servirle de base. El respaldo de figuras como Ada Colau o Mónica Oltra es de lo poco que puede servirle. Los resultados de Unidas Podemos indican que fue una buena idea montar un nuevo proyecto político, pero que el espacio al que interpela la ministra de Trabajo es cada vez más pequeño. Aún así, cotiza más alto la marca Yolanda Díaz que la marca Unidas Podemos.