Andalucía señala a Sánchez el camino de salida de La Moncloa
Si la derrota en Andalucía y la posición de Sánchez en Cataluña son las causas del declive, parece lógico colegir que son extensibles al resto de España
El discurso balance del presidente Sánchez ha sido una verdadera hagiografía. Demasiadas cosas se reconocen haber hecho para tan pocos meses en el Gobierno y con tan pocos diputados. Un gesto de endurecimiento en su postura hacia la crisis catalana y poco más que reseñar.
El año 2019 es una encrucijada para el futuro del presidente, cuyas señales de peligro se emiten en la negociación del gobierno de Andalucía. Por allí empezó el PSOE renovado y desde allí aparecen signos inequívocos de una crisis que también puede ser histórica
Durante treinta y seis años ningún partido ha podido desalojarle del poder. El llamado «pacto del Betis» entre dirigentes vascos y andaluces dio origen al nuevo PSOE. Y por allí empieza a hacer agua.
La campaña del estatuto de primera clase y su referéndum en Andalucía lanzó al PSOE al gobierno de San Telmo, pero también fue el origen del asalto a La Moncloa de Felipe González en 1982, con nada menos que 202 diputados.
Si hay consenso en que la posición de Pedro Sánchez sobre Cataluña y la derrota en Andalucía son las principales causas del declive, parece lógico colegir que es extensible al resto de España.
Los ataques de quienes han perdido las elecciones se ciñen a descalificar a quienes pactan con el partido de extrema derecha
Habría que añadir algunos otros gestos del PSOE oficial que no benefician su futuro. Que la secretaria general del PSE, Idoia Mendía, se haga una foto en francachela navideña con Arnaldo Otegi no solo no ha pasado desapercibida, sino que ha provocado la solicitud de baja en el partido de José María Múgica, hijo de Fernando Múgica, dirigente socialista asesinado por ETA.
El PSOE tiene muchos militantes asesinados por ETA para no tener presente con quién no conviene hacerse una foto de hermandad.
La defensa numantina del PSOE andaluz se ciñe a la descalificación de un pacto del PP y Ciudadanos con Vox, partido que está apestado en todos los sectores de la izquierda.
En la misma línea se pronuncia Podemos. José María González, «Kichi», alcalde de Cádiz, en el pleno del ayuntamiento gaditano se ha referido al partido que dirige Santiago Abascal como «excremento». Los ataques de quienes han perdido las elecciones se ciñen a descalificar a quienes pactan con el partido de extrema derecha.
El partido de Pablo Casado actúa sin complejos en estos asuntos. Quien más tiene que perder es Ciudadanos, sobre todo si aspira, como parece, a arrancar voto moderados del PSOE.
Es un dudoso negocio poner líneas rojas a un partido legalizado y que, por tanto, ha jurado la Constitución, hasta tal punto que no se puede hablar con él y mucho menos negociar sus apoyos para sostener un gobierno.
Justificación de las conversacines con Vox
Algunos politólogos consultados consideran que se le está fortaleciendo y que no deterioran al PP por la defensa que este hace por contraposición con los socios de Sánchez. La notoriedad que necesita Vox se la están facilitando quienes le atacan.
Para justificar las negociaciones con Vox, la línea argumental del PP se sostiene en dos axiomas. El primero, el respeto que se merecen los cuatrocientos mil andaluces que han votado a este partido.
Y la segunda línea de defensa es un ataque. Invocan que, si los límites se establecen en la Constitución, más grave es la situación del PSOE que se mantiene en el gobierno de España con el apoyo de Bildu o de partidos secesionistas que han intentado asaltar la Constitución. En su argumentario, el partido de Casado recuerda los textos furibundamente racistas que guardan las hemerotecas escritos por Quim Torra.
Es una polémica interesante porque trata de evidenciar una supuesta doble moral de la izquierda, que no pone limites en buscar el apoyo en los partidos más extremistas y que condena cualquier acercamiento a Vox. En los próximos meses oiremos hablar mucho de las razones por las que la extrema izquierda es buena y la extrema derecha, mala.
Que la conjunción de las derechas haya sacado al PSOE del poder en Andalucía es mal síntoma para las elecciones que se avecinan. En este periódico hemos dado cuenta de las preocupaciones y conatos de rebelión de barones socialistas que consideran un suicidio que Pedro Sánchez no rectifique en Cataluña.
Ahora se ha demostrado que el apoyo del Pdecat y ERC al techo de gasto no ha traído sustancia y ha marcado otra vez la connivencia de Sánchez con esos partidos.
Negociaciones complicadas en Andalucía
No parece fácil que el presidente del Gobierno consiga aprobar los presupuestos. El trámite puede alargarse hasta finales de febrero, cuando se voten las enmiendas a la totalidad. Luego quedan pocos meses hasta mayo para que una rectificación cale en el electorado.
Las negociaciones para formar gobierno en Andalucía prometen ser complicadas. Para Ciudadanos son extremadamente delicadas por la presencia en mayor o menor medida de Vox. Y además puede dificultar la operación diseñada por Albert Rivera con Emmanuele Macron para las elecciones europeas y una estrategia conjunta en Europa. De cómo maneje Ciudadanos la negociación pueden derivarse consecuencias.
El PSOE andaluz tiene anclas en la administración andaluza desde hace cuatro décadas. Muchos funcionarios y cargos de confianza se van a ver abocados a buscar empleo. Y eso añade heridas colaterales. Y todavía falta la sentencia de los ERE.
El discurso de autobombo del presidente Sánchez puede ser el comienzo de una despedida. A lo mejor hubiera sido más práctico presumir de lo innegable. Ha sido extremadamente hábil para mantenerse hasta ahora en el poder. Estamos próximos a averiguar durante cuánto tiempo más.