Alarma: la «España oficial» desbordada por la «España real»
Una crisis estructural arraigada en el profundo descontento de muchos sectores de la sociedad enciende las alarmas en España
No se apagan los ecos de la indignación por la sentencia dictada en la Audiencia de Navarra en el juicio de «La Manada». Incendio en las redes sociales, manifestaciones en toda España y movilización de dirigentes políticos que ponen en cuestión a los jueces del proceso.
La rebelión contra la decisión judicial se ha extendido en todos los sectores sociales. Mucho más allá del tradicional axioma de «las sentencias se critican, pero se respetan y se cumplen». El más alto representante del Poder Judicial se ha apresurado a salir en defensa de la independencia judicial, conscientes del riesgo que conlleva una revuelta universal contra los tribunales.
Los 360 folios de la sentencia se han analizado con microscopio electrónico desatando profunda indignación, sobre todo el contenido del voto particular del magistrado Ricardo Javier González, que observó «ambiente de jolgorio» en la agresión de los cinco participantes contra una joven de 18 años.
Evidentemente nos encontramos en un cambio de ciclo: no solo se agota el gobierno, sino que falta una respuesta eficaz a los desafíos
Más de un millón de firmas recogidas en cuarenta y ocho horas para que se inhabilite a los jueces que promulgaron la sentencia. Inmediata reacción de un Gobierno agonizante que se suma al carro del desconcierto proponiendo una nueva reforma del Código Penal, legitimando indirectamente el desacato generalizado contra la sentencia. Otra vez respuesta en caliente para modificar la legislación penal que es de todo, menos estable. A las movilizaciones contra la suspensión de la cadena perpetua revisable se suma la desafección social contra la sentencia de un tribunal de justicia.
Se instala la sensación de una crisis estructural arraigada en el profundo descontento de muchos sectores de la sociedad. No son hechos puntuales los que causan el desasosiego. Son acontecimientos encadenados que sincronizan una corrupción endémica y profundas insatisfacciones de sucesos que no encuentran encaje en las respuestas institucionales.
Evidentemente nos encontramos en un cambio de ciclo. No solo por un gobierno que ha agotado su proyecto. También por la falta de una respuesta eficaz a un desafío de disgregación de una parte del territorio, por la acción subversiva promovida desde instituciones del Estado que se han sublevado para quebrar el orden constitucional.
Las circunstancias promueven una profunda desconfianza en la solidez del Estado
La misma semana en la que la presidenta de la Comunidad de Madrid dimite por la publicación de un video secuestrado por poderes ocultos que lo han mantenido embalsamado durante siete años, a pesar de la obligación legal de destruirlo.
Una España sórdida que mezcla las cloacas del Estado, la corrupción endémica, la subasta de títulos de universidad y la existencia de vacíos legales que permiten sentencias como la aplicada a la manada.
La respuesta del Estado al desafío secesionista catalán se sustenta solo en la acción de la Justicia. Alemania, el país más poderoso de la Unión Europea, proyecta la imagen de sospecha sobre el sistema judicial español. Riesgo de que la resolución final Tribunal Regional de Schleswig-Holstein ponga en riesgo el proceso contra los dirigentes del golpe de estado en Cataluña.
Un ministro del Gobierno, nada menos que el titular de Hacienda, Cristóbal Montoro, se constituye en el mejor defensor del fugado Carles Puigdemont, al asegurar que no se ha gastado ni un solo euro en la organización del golpe a la Constitución. Petición de explicaciones de la justicia alemana sobre la controversia entre el ministro español y el magistrado del supremo que instruye la causa.
Inestabilidad, corrupción, riesgo de quiebra territorial y desconfianza generalizada: una combinación que va más allá de una crisis política
La suma de todas estas circunstancias promueve una profunda desconfianza en la confiabilidad y solidez del Estado.
Mariano Rajoy ha conseguido tiempo, prolongar la legislatura, con el apoyo, generosamente satisfecho, del PNV a los Presupuestos Generales del Estado. Duda generalizada en la utilidad de un oxigeno que amenaza con servir solo para prolongar la agonía de un proyecto que se sustenta en el apoyo Ciudadanos, con la doble personalidad de socio de Rajoy y su más eficaz y mortífero enemigo electoral.
Inestabilidad política, corrupción endémica, riesgo de quiebra territorial y desconfianza generalizada de muchos ciudadanos con las instituciones del Estado. Una combinación que va mucho más allá de una crisis política.
Muy difícil encontrar razones para el optimismo más moderado. Y la terrible sensación de que la situación general seguirá empeorando.