Y responsables
Muchos de los comportamientos culturales que hoy sabemos resultan perjudiciales o no aconsejables, desde los grastronómicos a los desplazamientos; pudiendo resultar difíciles de evitar para las generaciones menos jóvenes, en base a las circunstancias, hábitos o costumbres
El pasado viernes 23 de septiembre, dentro de los actos convocados sobre el cambio climático, tanto en Galicia, como a nivel estatal e internacional, ayudé a organizar una charla en la Facultad de Sociología. Aunque a lo largo de mi vida ha habido ocasiones en que se me ha asimilado a algún grupo o estereotipo –por ejemplo como gallego– e, incluso, alguna vez y de algún modo también me he sentido estigmatizado, como en algunas miradas condenatorias por ser del género masculino, por ser capitalino en el medio rural o provinciano en la capital; hasta ahora, nunca antes me había sentido miembro de algo sin saberlo, como en esta ocasión al incluirme entre «los que nos hemos cargando el planeta». Debido o por la simple condición de mi edad, sentí como si formase parte del problema, más que de la solución, y eso a pesar de lo que pienso y he hecho al respecto, más conscientemente en sentido positivo que negativo.
Lo que también me dio para reflexionar. En un principio pensando como si el talibanismo se apoderase de todo, es decir, que por mucha causa necesaria, urgente, perentoria, justa o noble que nos propongamos, parece que siempre hay extremos (generalmente excluyentes) y que, además, estos suelen ser los protagonistas al comienzo de cualquier movimiento, organización o revolución. De hecho, ha pasado desde el Cristianismo a la Revolución francesa o la Guerra Civil española.
Por mucha causa necesaria, urgente, perentoria, justa o noble que nos propongamos, parece que siempre hay extremos
A continuación «entoné el mea culpa», es decir, pensé que también tenía cosas criticables y/o mejorables en mi comportamiento en relación a la sostenibilidad del planeta. Como el uso de vehículos a motor, los excesivos plásticos con los que vienen los productos que compramos o la luz que dejamos de noche porque la oscuridad asusta y no deja dormir a algún miembro de la casa.
Si bien, tampoco he querido caer en la trampa de culpabilizarme, como pasa en otros muchos órdenes de nuestra vida social, en los que los máximos responsables intentan «pasar la bola» o «lavarse las manos» haciendo que los demás, los ciudadanos, carguemos con las costas y los petates. Una estrategia que ya se emplea en nuestra más tierna infancia, cuando los padres hacen sentirse culpables a sus hijos para corregirles o para que hagan lo que se les indica; hasta ser una de las que se utilizan en la manipulación social, desde el ámbito publicitario, empresarial y, sobre todo, político.
Reforzar el sentimiento de culpa personal o hacernos pensar que la situación en la que estamos es debida a nosotros; así se consigue que el individuo se autoevalúe, se autoinculpe y se inhiba su capacidad de reaccionar, en lugar de reconocer que hay un sistema económico y social que tiende a la injusticia y rebelarse contra el mismo. De hecho, las personas tendemos a autoevaluarnos y culpabilizarnos, lo que a su vez genera pasividad y favorece la aparición de otras complicaciones, como estados depresivos o ansiosos; evitando también la organización, la resistencia, la revuelta o la revolución. Esto ya lo dijo, en el año 2002, el escritor metafísico Sylvain Timsit, en su decálogo de las estrategias que son utilizadas con mayor frecuencia por los medios de comunicación y por las élites políticas para manipular a las masas; así como también abunda sobre ello la obra del lingüista, filósofo, politólogo y activista Noam Chomsky.
Volviendo a mis pensamientos, después llegué a la conclusión de que era irresponsable de que se descongelase el permafrost, de la deforestación, la extinción de especies, de que Putin atacase a los ucranianos, que subiesen las hipotecas, la luz, el gas, la gasolina o los precios de casi todo. Yo no había hecho o participado en eso. Pero como en mi caso, tropecientos millones de sujetos no teníamos prácticamente nada que ver con lo que está ocurriendo. Por lo cual, la siguiente pregunta tenía que ser: «¿quiénes son los culpables y/o responsables?». Por supuesto y conociendo algo al espécimen humano, aquí nadie levantaría la mano y, como mucho, se señalarían a algunos culpables, lo que también nos gusta o va con nuestra forma de ser.
Las personas tendemos a autoevaluarnos y culpabilizarnos, lo que a su vez genera pasividad y favorece la aparición de otras complicaciones, como estados depresivos o ansiosos
Pero si todos asumiésemos nuestro respectivo granito de arena en lo que pasa, en forma de cuota de responsabilidad, por pequeña que fuese, quizás así los que se escudan tras las estrategias de manipulación lo tendrían más difícil. Quiero decir que si, en lugar de escurrir, eludir o no sentirnos responsables, asumiésemos lo que ocurre, sea donde sea y en el ámbito que fuese; también así podríamos sentirnos más integrados, exigir más y poner las cosas más en su sitio, entre otras las cuotas o cargas de responsabilidad en los asuntos que nos están afectando.
El día de la charla de Rebelión Científica me dio reparo que me vieran marcharme en la moto, porque hay gente que está llevando su vida evitando esto y más, como renunciar a tener hijos ante el panorama catastrófico que se avecina. Aunque otros muchos se rían de esto o de que Greta Thunberg, cuando no quiso viajar en avión y esperó a atravesar el Atlántico en un barco velero, o consideren una locura que otro chaval francés se haya quemado el brazo a lo bonzo para protestar por el uso de jets privados, debido a su elevada contaminación.
Por supuesto, en parte soy producto del contexto y entorno que me ha tocado vivir, con el correspondiente nivel de conocimiento e información. Con ello quiero decir que muchos de los comportamientos culturales que hoy sabemos resultan perjudiciales o no aconsejables, desde los gastronómicos a los desplazamientos; pudiendo resultar difíciles de evitar para las generaciones menos jóvenes, en base a las circunstancias, hábitos o costumbres. Pero si he sacado una lección de todo esto es que debemos sentirnos copartícipes de nuestro presente, Y responsables también.