Viva la vida
Las peores epidemias no son biológicas, sino morales, como señalaba Albert Camus en “La peste”. En las situaciones de crisis sale a luz lo peor de la sociedad y de sus dirigentes, pero siempre hay personas valientes y justas
“La ciudad estaba llena de dormidos despiertos que no escapaban realmente a su suerte sino esas pocas veces en que, por la noche, su herida, aparentemente cerrada, se abría”
“La peste” (Albert Camus)
El cuarto álbum de la banda británica pop Coldplay, editado en el año 2008, contiene una canción, Viva la vida, que en mi humilde opinión tanto su contenido como la melodía es simplemente fantástica, vibrante y alucinante. Viva la vida, según manifestó el líder del grupo, Chris Martin, toma su nombre de una pintura de Frida Kahlo, una aclamada artista mexicana del siglo pasado; la carátula del disco, muy impactante, muestra la pintura conmemorando la Revolución acontecida en 1830, llamada La libertad guiando al pueblo, del pintor francés Eugène Delacroix.
La canción pasaría desapercibida en nuestro país si no fuera porque Pep Guardiola la eligió como motivación para su equipo, el FC Barcelona, en un año muy especial, el 2009, en que el Barca conquistó todo lo que ningún equipo de futbol a nivel mundial había hecho antes. La letra de la canción es la clave de todo, es cantada en primera persona por un monarca (hipotéticamente Luis XVI), el cual ve cómo se desmorona su reinado, y finalmente va ser decapitado; ese rey que gobernó el mundo y ahora pierde hasta la vida, relata la canción. En ella se representa magistralmente el sentimiento de quien todo lo ha tenido (en cualquier aspecto de la vida), y todo lo que ha perdido (por eso se usan también referencias a otros personajes o momentos históricos de decadencia y hundimiento).
El estribillo de la canción es claramente didáctico y revelador: no hay un significado para nuestra vida sino en la trascendencia de lo divino (de la mano de Dios). Los seres humanos no se pueden sentir intocables ante los actuales tiempos caóticos sin respuesta racional ni científica, ya que es cuando nuestros sentimientos y emociones se dirigen a lo trascendente en busca de respuestas. Por eso, personalmente, esa melodía de la canción me dice que seguimos estando vivos, que debemos luchar por la vida y por lo nuestro, dar gracias a Dios por tenerla diariamente y vivirla felizmente en cada momento.
En las situaciones de crisis, sale a luz lo peor de la sociedad y de sus dirigentes, en este caso insolidaridad, egoísmo, inmadurez, irracionalidad, pero también emerge de estas situaciones lo mejor de cada ser humano.
El grupo Coldplay sigue el camino marcado por el cantautor británico Cat Stevens y sus reflexiones místicas y trascendentes (Moonshadow, Morning has Broken) en sus legendarias canciones en los años 70, que lo llevó a convertirse posteriormente al islam y ejercer de imán, ya en 1977, pasándose a llamar Yusuf Islam. Ya lo había cantado, sin ir más lejos, nuestra añorada cantautora chilena Violeta Parra, en su tema Gracias a la vida, un auténtico himno humanista y positivo para encarar nuestra existencia.
Las peores epidemias no son biológicas, sino morales, como señalaba Albert Camus en una de sus obras maestras, La peste. En las situaciones de crisis, sale a luz lo peor de la sociedad y de sus dirigentes, en este caso insolidaridad, egoísmo, inmadurez, irracionalidad, pero también emerge de estas situaciones lo mejor de cada ser humano. Siempre hay personas valientes y justas que sacrifican su bienestar para cuidar a los demás, lo estamos viendo a diario.
Publicada en 1947, La peste está ambientada en Orán y narra los estragos de una epidemia que causa centenares de muertes cada día. La propagación imparable de la enfermedad empujará a las autoridades locales a imponer un severo aislamiento, porque casi nadie repara en los demás, al carecer de sentido de la solidaridad y de lo colectivo. No son ciudadanos, sino depredadores que escatiman horas al sueño para acumular bienes y pensar solo en ellos mismos y en su bienestar. La prosperidad material siempre parece una meta más razonable que la búsqueda de la excelencia moral, según Camus. La capacidad de sacrificio del Doctor Rieux, principal protagonista de La peste, pone de manifiesto que atribuimos una importancia excesiva a nuestro yo; el triste egocentrismo.
La grandeza del ser humano reside en su capacidad de darse a los demás, no en su ambición personal. No hay nada hermoso en el dolor, pero indudablemente nos abre los ojos y nos obliga a pensar, afirma Camus. El Doctor Rieux, el personaje central de la novela, no se acostumbra a ver morir a sus pacientes y observa detenidamente que la respiración de un moribundo es una objeción irrebatible contra la supuesta bondad de la vida. La vida es absurda, ilógica, dura y desconcertante; tal vez demasiado, piensa Rieux. La inteligencia del hombre solo le hace más desgraciado, pues le muestra que el universo está gobernado por el azar, según refleja y afirma tajantemente Albert Camus. Para el novelista, todos los hombres son hermanos en el sufrimiento, en una desdicha que no se puede aplacar, según el mismo: “Hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”. Albert Camus reflexiona de la siguiente manera:
“El que no sabe estar solo desconoce lo que es la verdadera libertad. Debemos buscar al otro por anhelo de fraternidad, no para huir de nuestros miedos. No hay que lamentar el aislamiento impuesto por las autoridades. Es una buena oportunidad para explorar nuestra intimidad y buscar un sentido a la vida”.
Albert Camus siempre fue un vitalista y un luchador, no un pesimista del existencialismo, por eso estaría bien leer ahora mismo su gran obra, El hombre rebelde, la guía de la juventud de los años 60, de la rebeldía ética, responsable y constructiva. Como otras obras fundamentales del autor fue traducido al castellano por la Editorial Losada, en Argentina, fundada por gallegos en el exilio al estar prohibidas sus obras en España. Siguiendo la senda galaica tenemos que recordar que Albert Camus tuvo una larga relación sentimental con la coruñesa María Casares (hija de Santiago Casares Quiroga, presidente del Gobierno y ministro con la Segunda República), que triunfó en el exilio en Francia como la gran actriz de teatro de la posguerra.
El poder como la vida es efímero, nunca absoluto, una realidad recogida ya en los clásicos griegos, y jugando con las palabras, podemos afirmar que el poder no se crea ni se destruye, simplemente se transforma.
Siempre se negó a nacionalizarse francesa, aunque desde adolescente vivió en París, se declaraba profundamente española, y particularmente también gallega y coruñesa. Como muchos exiliados volvió a España en 1976 a interpretar la obra de teatro escrita por Rafael Alberti El adefesio; posteriormente reclamó en su ciudad natal los bienes inmuebles (innumerables y también solares) que la habían confiscado el franquismo a su padre y a su familia. Ante la callada por respuesta de las autoridades y su desdén a esta cuestión, jamás volvió ni a la ciudad de A Coruña ni a España.
Albert Camus era un enamorado del mundo del fútbol, vio lo mejor del ser humano en un campo de fútbol, en su expresión de lo colectivo, en lo solidario, en las gradas, en la inexistencia del individualismo; siempre reivindicó lo mejor de este deporte hasta su prematura muerte en accidente de automóvil en el año 1960.
Terminamos ya. El poder como la vida es efímero, nunca absoluto, una realidad recogida ya en los clásicos griegos, y jugando con las palabras, podemos afirmar que el poder no se crea ni se destruye, simplemente se transforma.
El actor y dramaturgo italiano, Darío Fo, premio Nobel ya fallecido, lo decía y lo reproducimos textualmente:
“Mira cómo todos tiemblan. Tras un momento de alarma frente a la trampa descubierta, la audiencia entiende y ríe, más de que lo ha hecho nunca. Luego se detiene: la indignación y la rabia desplazan la risa. La audiencia comprende la razón del increíble fraude”.
Darío Fo copia (el copiar es universal) en lo anterior, al gran escritor satírico irlandés Jonathan Swift en su obra “Oda al muy honorable Sir William Temple”:
“Estos ardides que sostienen el Estado, juegos de manos, que llamamos profundos designios políticos (como en el teatro, el imbécil no viendo las cuerdas se pasma ante una gloria que vuela…) Supongamos pues que en plena sesión la máquina mal montada se desploma, las pantallas se resbalan y dejan de ver todo:
¡Que rápido salta el trucaje a la vista! ¡Qué simple es! ¡Qué vulgar trampa!
¡Ved, el nudo de la polea¡ ¡Qué pobre mecanismo acciona los pensamientos de los monarcas y los planes de los Estados!
¡De qué miserias depende su suerte! Los villanos espantados huyen, tiemblan ante inaudito prodigio… ¡Helo aquí!… ¡mirad! !Cómo tirita y tiembla cada uno!”
Manuel Meiriño Sánchez es abogado y miembro de la organización ecologista y pacifista Arco Iris