Tres minutos y medio

Sede del PP en la calle Génova de Madrid

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Tiempo de lectura: 3 minutos y medio

Al parecer de los mentideros políticos madrileños, ese es el tiempo en el que Miguel Ángel Rodriguez, nuestro Fouche capitalino y Teodoro García Egea, nuevo muñeco Pim Pam Pum de los populares, podrían necesitar para arreglar el desencuentro de lo que en la polemología de andar por casa se denomina ya como “la gran trifulca genovesa”. Ambos, lugartenientes de generales con galones rebajados, se las podrían arreglar solitos para el desenmarañe, habiendo sido el genio tenebroso de Correos quien hubiese dado el primer paso: “en tres minutos y 25 segundos lo solucionamos tú y yo”, parece ser que le dijo Rodríguez al secretario general del PP. Pues bien, hágase, “coño”, que diría su general en jefe.

El cerito

Hay personajes que ganan, y mucho, con el tiempo, sobre todo por la desmemoria. Y la más que centenaria USC estuvo también más que está, plagada de históricas figuras ya casi legendarias: Otero Pedrayo, Masaguer, Rio Barja, Guitián, Lete,… incluso Cancio, y tantos otros que harían interminable la lista. Pero entre todos ellos, por su ingenio y perspicacia, destacaba sobre manera en “la liga de los profesores extraordinarios” el inolvidable cátedro Alfonso Otero Varela, inexplicablemente nominado como “Margarito” por sus considerados alumnos. Casado con Ánima Schmitt, hija del denostado Carl Schmitt, poseía, entre otras muchas virtudes, la agudeza de un aguijón avispero y, no siendo médico sino jurista, un afilado bisturí para eviscerar y definir comportamientos ajenos.

Todos los años, en su asignatura de Historia del Derecho, ponía una pregunta convertida en clásico de la jurisprudencia, sobre el Palimpsesto de París (el Código de Eurico, cuerpo legal del derecho visigótico traducido por otro memorable docente en la USC, Álvaro D´Ors). Para quien no lo conozca, el Palimpsesto es un texto borrado y rescrito sobre el que, en el caso del conservado en la Biblioteca Nacional de París, Otero preguntaba para regocijo propio. Más que interesarle las anodinas respuestas sobre la importancia de tan trascendental documento, le hacían sonreír las diferentes versiones sobre el enunciado. Y así, sus sorprendidos discentes nominaban el documento de maneras muy simpáticas, algunas hilarantes tales como “el Paleón Sexto”, “el Palim Sexto” o aquella que más gracia le causó: el Paleón VIº. En el caso de este último, solía decir, que “lo que más me fastidia es… el cerito”.

Los tiempos en política

Se atribuye al orondo Churchill, político de pura raza, pero de verdad, como su perro Rufus (que era un caniche y no un buldog), la definitoria frase sobre su oficio: “el político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no haya ocurrido”. Lo cual demuestra que el dominio del tiempo resulta vital en política. Tres minutos y medio es lo que duran un apretón fisiológico, un encuentro carnal fugaz y ansioso, quizás por ansiado o… una canción. La propuesta de Rodríguez demuestra su profundo conocimiento del alma humana asistido por su estudio sobre la neurociencia; bien sabe más el perro por cánido que por viejo y que las cifras impares resultan más convincentes que las pares. El denominado “Pacto del Varela”, auspiciado por el columnista Raúl del Pozo, muñidor de un posible arreglo cual Talleyrand sin cojera, parece espejar el camino del encuentro entre generales de un mismo ejército. Todo por casualidad, la anécdota elevada a categoría, la vital importancia del cerito. Esto era, al final, todo lo que ocurría; un error, una equivocación con cerito. Era visto.

La eterna canción

La razón de que la media de las canciones se mantenga en el rango de los 3 minutos con 15 segundos hasta los 4 minutos máximo se debe, a juicio de Rett Allain al almacenaje que permitían los discos de vinilo, así como por la estructura ABABCB concebida para atraer la atención del escuchante: (A) estrofa – (B) coro – (A) estrofa – (B) coro – (C) puente – (B) coro, donde cada parte se compone de 8 a 16 compases. Parece ser que esto es lo que al cerebro encanta por considerarlo como “debidamente escuchable”. Que se lo digan a los cuatro de Liverpool.

La primera estrofa ya la puso la generala madrileña. Ahora toca coro. Después, estrofa del general pseudo mandamás, inevitable coro, puente y finalmente, coro. Dos meses quedan, si el triunfito Mañueco no lo des-arregla antes

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