Tener razón
“Siempre he pensado que, ante cualquier problema grave, los políticos tienen dos opciones. (…) Una es anticiparse a los problemas y resolverlos antes de que se produzca la crisis. La otra es dejar estar las cosas hasta que estalle la crisis”
En Galicia, tierra sabia, por antigua, a la par que práctica, se dice que, para ganar un juicio, se tienen que concatenar tres circunstancias: a poder ser, tener razón; después, saber pedirla y, finalmente, que te la den. Pues bien, como en casi todo en la vida, particularmente en los bocadillos, lo importante está en el centro, que no en el interior.
“No es esto, no es esto”.
Aunque no lo creamos, la historia, al menos con exactitud, no se repite. En un ya olvidado año de 1931, salvo para Jiménez Losantos, en concreto el 9 de septiembre, publica en Crisol un artículo Ortega, el otro Ortega, don José Ortega y Gasset cuyo descriptivo título sería “Un aldabonazo”, escrito que se haría especialmente relevante. En él aparece una imprecación “¡No es esto, no es esto!” que, con posterioridad, se convertiría, como cita, en una culta expresión de desacuerdo.
En dicha publicación, el maestro Ortega, ante el reciente advenimiento de la República, (no olvidemos la fecha de su elaboración, 1931) advierte sobre el “radicalismo”, que, en sus palabras, es “el modo tajante de imponer un programa (…) El radicalismo sólo es posible cuando hay un absoluto vencedor y un absoluto vencido”. Abogaba, por tanto, el creador del raciovitalismo, por una reforma sin radicalismos, sin “violencia y arbitrariedad partidista”.
«Tener razón, sin saber pedirla, es el visado más rápido para salir del país del acuerdo y el pasaporte más corto para entrar en el de la confrontación»
Premonitorias palabras aplicables a la realidad presente. Podríamos estar de acuerdo en los indultos porque el actual complicado drama territorial con Cataluña está tomando ya tintes de sainete y precisa, si no solución cercana, por compleja, al menos encauce. Es una vía posible, como no, pero así, presidente, no. “¡No es esto, presidente, no es esto!”.
El hábito y el monje.
Estamos de acuerdo con el pedagógico aserto, muy español, de que “el hábito no hace al monje”. El hábito no, pero los hábitos, entendidos estos como las actitudes y los comportamientos, sí; en definitiva, las formas. Los hábitos y la razón coinciden en que hay que saber vestirlos y hay que saber pedirla. Pero, no hay como la “maldita hemeroteca” para darnos o quitarnos razón. Por ello, a las palabras las remueve el viento, como a los hábitos, salvo que queden por escrito. Acudiendo a fuentes originales, o quizás no tanto, podemos ofrecer la siguiente afirmación: “Siempre he pensado que, ante cualquier problema grave, los políticos tienen dos opciones. (…) Una es anticiparse a los problemas y resolverlos antes de que se produzca la crisis. La otra es dejar estar las cosas hasta que estalle la crisis”. Anticiparse, esa es la clave. Y así, “un gobernante dispone de mucha información, pero los ciudadanos no van a entender ciertas decisiones –quizás drásticas– cuando no ha ocurrido nada. La crisis catalana es un caso práctico de cómo Rajoy ha optado siempre por la segunda opción, y nunca por la primera, con consecuencias graves. Es un error, en este como en otros muchos temas, dilatar la acción hasta que todo se pudre. Un gobernante debe siempre anticiparse a los problemas, porque en política llevar la iniciativa es crucial para solucionar las cosas”. Anticiparse y actuar, esas son las claves.
Estas palabras se encuentran en el “Manual de Resistencia” de Pedro Sánchez (para no cometer errores, en las páginas 272 y 273), libro, aunque parece ser que leído a razón de sus ya varias ediciones, sin duda poco reflexionado, lleno de verdades, una guía como itinerario de futuro que se ha interpretado, erróneamente, como un cúmulo de falsedades; nada más lejos de la realidad. Alguna exageración sí que hay en él, como considerarse como un gran amante de los animales porque se tiene una perrita y dos tortugas (sic, página 70), pero que, como escrito retroactivo, curiosamente anticipa, proféticamente, acciones que, con convencidos pasos, se van cumpliendo.
Rectificar, es de sabios.
En política, el acuerdo prima sobre la confrontación; se tiene razón cuando, finalmente, te reafirmen. Fue el imperecedero poeta inglés Alexander Poe, el más “glorioso” del siglo XVIII quien dijo aquello tan socorrido de “Errar es humano, perdonar es divino, rectificar es de sabios”. Se rectifica cuando se considera haber errado, no cuando se busca incansablemente el acierto, error tras error. Frase también suya, metáfora gráfica de la actualidad, es aquella que enuncia: “el que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”. He ahí el error.
Tener razón, sin saber pedirla, es el visado más rápido para salir del país del acuerdo y el pasaporte más corto para entrar en el de la confrontación. Alguien se podrá equivocar muchas veces, pero las equivocaciones se convertirán en fracaso cuando se comience a culpar a otros de los propios errores. Nos esperan tiempos muy complejos, aunque cercanos a una razonable anticipación: “Cuando la vía judicial comienza tiene su propia lógica, que no es política. No me cabe duda de que al independentismo se le vence con un proyecto alternativo de España, que debe mostrar esa capacidad de renovar y avanzar” (página 275). Siguiendo con los refranes, es este caso, más bien paremia anticipativa, “el que avisa, no es traidor”. Todo, todo, está en los libros.