Soluciones III: Acción
Algo que haya unido a la población humana en general para actuar, hasta ahora solo se ha producido por causa de un virus
Además de Sir David Attenborough, que lo ha dado todo por la causa, muchos especialistas y científicos trabajan y abogan para que reaccionemos adecuadamente ante la situación planetaria actual.
Como Elizabeth Kolbert, una de las escritoras de referencia sobre medio ambiente y ganadora del Pulitzer por La sexta extinción; en cuyo último ensayo (Bajo un cielo blanco) plantea que si hemos demostrado que podemos cambiar la naturaleza para mal, también podemos hacerlo ahora para bien. Para lo cual muestra cómo los científicos están intentando absorber el dióxido de carbono para formar piedras, desarrollar corales que puedan aguantar el calentamiento global o lanzar diamantes a la estratosfera para reducir la temperatura del planeta.
También el filósofo y psicólogo Alexander Batthyány, actual director del Instituto Viktor Frankl de Viena y titular de la Cátedra Viktor Frankl en Liechtenstein y Budapest, en su libro La superación de la indiferencia. El sentido de la vida en tiempos de cambio (Herder; 2020), precisamente para dar respuesta a una crisis como la actual pandemia del coronavirus (intentando para ello mantener una mentalidad positiva), nos remite a conceptos como los de “pensamiento realista” y “optimismo trágico”, este último acuñado por el propio Viktor Frankl (famoso psiquiatra vienés que sobrevivió a cuatro campos de concentración -incluidos Auschwitz y Dachau- y después fundó el análisis existencial y la psicoterapia centrada en la voluntad de sentido).
Traducido a la vida cotidiana, esto consistiría en hacer una evaluación realista y ver las cosas que podemos cambiar. Estructurando cada día y administrándolo paso a paso, decisión a decisión, tarea a tarea, pues las épocas de crisis no son el momento ideal para emprender grandes proyectos nuevos. Gestionar cada día y cada semana ya es un gran triunfo, manifiesta Batthyány. Además, tendremos que hacer lo necesario pero de otra forma, en equipo, con más atención y dedicación y, también, con bondad, comprensión y responsabilidad, siendo amables con nosotros mismos y los demás.
Como analista social y autor del ya referenciado tratado sobre nuestra especie, por mi parte insisto en que, además de reconocer nuestra capacidad esencial (la ideación) y guiarnos por la naturaleza evolutiva (igualdad y colaboración, más innovación); mucho de esta clave existencial está en superar nuestro etnocentrismo (dejarnos de mirar el ombligo y contar con que hay más seres y entes) y madurar como especie (transitar adecuadamente de nuestras primigenias etapas, con claros síntomas infantiles, a las siguientes).
Por último, están quienes se centran y justifican en las dificultades desde la carestía para comer alimentos saludables o usar energías renovables, a que esto sobre todo depende de los gobiernos, los poderosos, los mercados, las grandes multinacionales, los fondos de inversión, etc.
Pero en Galicia tenemos algo de experiencia respecto a la alimentación, ya que las huertas, la pesca y ganadería tradicionales y los productos caseros han sido base de nuestro sustento durante mucho tiempo y no éramos precisamente una sociedad adinerada. Mientras que, en cuanto al consumo energético, por ejemplo en España, resulta que el 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero se producen en el ámbito particular, entre nuestros hogares (gas, luz, calefacción…) y motores. Con lo que quiero decir que todos podemos hacer algo al respecto y no se pueden “echar balones fuera”, ni nadie debería ir “de paquete” en este viaje. Se nota si actuamos de una forma u otra (mejor por propia voluntad que por seguidismo), así que todos somos partes implícitas.
Greta Thunberg ejemplifica muy bien que cualquiera puede hacerlo. Pero que, como para todo en esta vida, hay que asumirlo, tener determinación y voluntad
Greta Thunberg, además de haber supuesto para esta causa más que todos los dirigentes mundiales juntos hasta ahora, también me sirve para ejemplificar la situación con una analogía. Uniendo la paradoja de “la rana cocida” y lo que está haciendo esta chica, resulta que con quince años, es decir cuando empezó a incorporarse al mundo de los considerados adultos, se dio cuenta de que la situación del planeta está que arde, que quema; por eso ha protestado, denuncia y actúa (salta, en el símil con la rana). En cambio, la mayoría de la población ya lleva tiempo imbuida, se ha ido acostumbrando poco a poco y no percibe lo que está ocurriendo y, como en la paradoja, puede que terminemos cociéndonos.
Además, Greta también ejemplifica muy bien que cualquiera puede hacerlo. Pero que, como para todo en esta vida, hay que asumirlo, tener determinación y voluntad. Ella lo ha conseguido gracias a eso, empezando por un simple cartel y exponiéndolo sola en la calle, haciendo huelga escolar.
Jeff Bezos, el hombre más rico del planeta y que acaba de cumplir otro de sus sueños al viajar al espacio, no ha amasado su fortuna de golpe sino a base de minúsculas cantidades de dinero, céntimos, en cada envío tramitado por su compañía. Lo que utilizo también para ejemplificar que puede que nos parezca poco lo que podemos hacer cada uno de nosotros al respecto de la situación planetaria, pero nuestras pequeñas acciones también se pueden ir sumando y alcanzar logros importantes, como los que ahora hacen falta.
A algunos detractores, que siempre los hay, les pareció exagerado que Greta no quisiese viajar en avión y esperase a que la llevasen en barco, que contamina mucho menos. Son sus pequeños gestos y medidas; pero que le han llevado a ser una líder e icono mundial en esta lucha contra el deterioro planetario que estamos causando. Y gestos y medidas en este sentido los puede hacer cualquiera, desde utilizar menos los transportes contaminantes, controlar consumos como el del agua o la electricidad, comer más sano, reciclar, usar menos plástico, etcétera. Como todo, es cuestión de quererlo.
Yuval N. Harari señala que solo hay tres creaciones humanas que han tenido dimensión global: los imperios, el comercio y la religión; a lo que suelo añadir la educación, la comunicación, la tecnología o la ciencia.
En el estudio de nuestra historia, algunos reconocidos expertos, como Yuval N. Harari, señalan que solo hay tres creaciones humanas que han tenido dimensión global: los imperios, el comercio y la religión; a lo que suelo añadir la educación, la comunicación, la tecnología o la ciencia. Pero causas comunes generales o a nivel mundial todavía hay menos y casi se puede decir que la primera es esta de la actual pandemia de la Covid-19 (en las otras pandemias no había la comunicación global de ahora y por eso fueron más locales). La otra causa común más ingente que puedo citar ya solo se refiere a los EE.UU., cuando se propusieron poner a un ser humano en la Luna, algo que tardaron nueve años en conseguir.
Es decir, algo que haya unido a la población humana en general para actuar, hasta ahora solo se ha producido por causa de un virus y, en el siguiente caso más local, motivados por la competitividad en la llamada Guerra Fría, que llevó a la U.R.S.S. a adelantarse en la carrera espacial.
En el caso de la llegada a la Luna, se puede decir que todo un país compartió tal objetivo, con el ejemplo más gráfico de la recaudación económica realizada hasta por niños. Y en la lucha contra la Covid, hemos vivido auténticas proezas y demás señales de solidaridad y/o colaboración, como el ejemplo emblemático de los cuerpos sanitarios. Aunque, en ambas situaciones, también se puedan señalar trampas, zancadillas y otras malas artes que suelen campear en nuestras relaciones sociales, comerciales e internacionales.
Lo que quiero poner de manifiesto con estos casos es que, para parar el deterioro y mejorar la situación del planeta, hace falta estimular nuestra acción colectiva, sentir y compartir ese objetivo o meta. Como el “todos a una” de Fuenteovejuna contra el comendador, pero a escala mundial y por el planeta (por nosotros también).
Ello sin necesidad o excusa de esperar a las estrategias de mitigación que saldrán publicadas en 2022, en base al sexto informe de la ONU sobre el cambio climático; ni mucho menos por los líderes o dirigentes de los distintos estamentos y ámbitos de nuestra cultura, que han demostrado repetidamente a lo que se dedican. Es cuestión de todos y cuanto antes nos pongamos a ello mejor.
Una buena muestra de esta concienciación y espíritu común, de lo qué se puede hacer y de cómo cambiar nuestro comportamiento y rumbo existencial al respecto, puede ser la Huelga Internacional por el Clima que ha convocado Fridays For Future para el próximo 24 de septiembre. La cuestión clave es no quedarse quietos o parados (cociéndonos como en la paradoja de la rana) y actuar por el cuidado y buena salud de nuestro planeta.