Soluciones I: Empezando por nosotros mismos
Lo que deberíamos asumir en nuestra convivencia como especie se centra en dos normas o reglas naturales muy concretas: vivir en igualdad y confianza
Aunque había anticipado que, tras los tres artículos publicados bajo el título Punto existencial de no retorno, escribiría otro con las posibles soluciones, debido a la dimensión de lo abordado, esta parte resolutiva también precisa espacio y tratamiento como para otros tantos escritos.
Además, tras los seis años entre cada publicación, acaba de presentarse el Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, conformado por 40.000 artículos científicos, revisados por 250 expertos del clima de todo el mundo durante los últimos tres años y sometido, antes de su publicación, al escrutinio de la comunidad científica y de los delegados de 195 países. Llamando la atención el dictamen sobre la práctica desaparición del Ártico durante el verano para 2050; así como los 2,7 grados de subida media de la temperatura previstos para final de siglo, cuando el punto de no retorno está por encima de los 1,5.
Es decir, sin filtraciones o acceso al informe por nuestra parte, este corrobora aspectos abordados en esta columna de opinión y adelantados por Economía Digital Galicia, como el indiscutible cambio climático debido a nuestra causa, su carácter global e irreversible, así como el “código rojo para la humanidad” ante la situación.
Por tanto, estos otros artículos sobre las posibles soluciones cobran especial relevancia y trascendencia, sabiendo además que las otras dos partes de este sexto informe, así como las estrategias de mitigación que se proponen en el mismo, se publicarán en febrero y marzo de 2022.
Pero ya se puede adelantar la conclusión de la negligente actuación de los poderes políticos, económicos y demás responsables, ya que esta situación se conocía desde hace 30 años y no han querido hacer nada al respecto; con posturas nefastas como las del presidente de un país líder como Trump abandonando el Acuerdo de París, así como informes pagados por petroleras y demás tipos de estrategias interesadas o, a nivel local, posturas negacionistas como las del “primo de Rajoy” o “impuestos al Sol” para no fomentar las energías renovables, aunque ahora se proclamen como la solución a la factura eléctrica.
Tenemos informes, pruebas y datos que indican que la vida en la Tierra se alterará de forma irreversible y dramática si no se toman medidas drásticas
Recordando que este informe, como los cinco anteriores, se centra en el cambio climático y que tenemos otros ocho sistemas planetarios en situaciones parecidas, respecto a la situación en conjunto y a sus posibles tratamientos empiezo haciendo una analogía como cuando, con pruebas, datos y demás análisis, nos dicen que tenemos muy mal o peligrosamente al límite ciertas constantes vitales: léase presión arterial, frecuencias cardíaca y respiratoria, saturación de oxígeno, temperatura corporal, glucosa, … hasta nueve. Ante lo cual y en base al perfil humano conocido, mientras que la minoría tomaría medidas, resulta que la mayoría seguiría con el mismo estilo de vida y “modus operandi”; bajo el muy típico comportamiento de creernos inmunes, de que no nos va a pasar nada, de que no es para tanto, de que ya controlamos o, incluso, de que los facultativos o los diagnósticos están equivocados. Hasta que llevamos un aviso serio o pampurrio y, entonces, la cuestión es si vivimos o no para contarlo.
El caso es que tenemos informes, pruebas, datos, análisis y diagnósticos que indican que la vida en la Tierra se alterará de forma irreversible y dramática si no se toman medidas drásticas ahora mismo. También hay algo que las referencias y demás informaciones dejan claro a este respecto: en cincuenta años hemos conseguido alterar una estabilidad planetaria en la que llevábamos diez mil años y conocida como Holoceno.
Empezando con las soluciones, por lo de ahora centradas solo en uno de los nueve sistemas planetarios básicos en peligro, el referente al cambio climático, se pueden apuntar medidas como la recientemente tomada por la UE prohibiendo motores de combustión a partir de 2035, mismo el Green New Deal o conjunto de propuestas políticas para ayudar a abordar el calentamiento global y la crisis financiera, o que por fin se haya firmado el Acuerdo de París para intentar mantener el aumento de la temperatura global media por debajo de los 2° centígrados. Incluso, que el mayor fondo de inversión mundial (BlackRock) apueste por una economía global con “emisiones netas cero” para el 2050 y que también cobren interés los llamados “bonos verdes”.
Pero todo eso y más no llega, pareciendo más bien “tiritas” ante semejantes heridas planetarias. Tampoco las energías renovables son tan limpias, ni baratas ni factibles, al menos tal y cómo están desarrolladas. Con el ejemplo emblemático del coche eléctrico, más caro, con peores prestaciones e impactos ecológicos incluso mayores, tanto en lo que concierne a las emisiones en su fabricación y a los materiales (sobre todo de las baterías), así como a su reciclaje. También está la corta vida útil (20-30 años) de las nuevas instalaciones de energías renovables, como por ejemplo los aerogeneradores.
Y así un montón de cuestiones y problemas, sin que todavía sepamos cómo evitar esta situación creada por nosotros mismos.
Una transición para que toda la energía sea 100% renovable sin merma del crecimiento económico no es factible
De hecho ya se cuestiona la llamada “transición verde”, a la que algunos añaden “y digital”. Aunque se habla de Planes A, B y C, resulta que ninguno de ellos conjuga nuestras demandas con la mejora de la situación del planeta.
El A es seguir como hasta ahora, lo que nos lleva a donde estamos y cómo vamos; algo que supongo queda más o menos claro (mejor dicho, oscuro, muy oscuro). El B pretende una transición para que toda la energía que consumamos sea “100% renovable”, sin merma del crecimiento económico ni de nuestro bienestar; algo que todavía no es factible, pues ninguna de las renovables igualan la potencia energética de los combustibles fósiles, es decir, que implicaría un descenso energético al que nadie parece estar dispuesto. Mientras que el Plan C se basa precisamente en asumir ese decrecimiento, cambiando hacia una cultura energética, material y económicamente austera e igual para todos; algo que no parece posible tal y como son nuestros comportamientos y concepciones socioculturales actuales.
Por eso que, aunque los puntos de no retorno aludidos se refieren a los límites de nueve sistemas planetarios imprescindibles para seguir en el periodo geológico más estable del que tengamos conocimiento, empiezo la exposición de posibles soluciones por el principal problema: nosotros mismos. Además de las cuestiones medioambientales y de todo tipo derivadas de nuestros actuales sistemas económico, de valores y de comportamiento humano en general, pienso que tampoco somos conscientes de nuestra aptitud evolutiva esencial, ni de los principios naturales que debemos seguir. Por lo que, antes de acometer empresa existencial alguna, será conveniente prepararse lo mejor posible.
Algo que, no por casualidad, coincide con mi tratado sobre nuestra especie, respecto a nuestra característica principal (Volumen I) y guía existencial (Volumen II). Por eso que, como vengo divulgando, por donde debemos empezar es conociendo y desarrollando nuestra capacidad de ideación (véase en esta misma sección de opinión La (r)evolución humana más importante) para emplear lo más propio del Homo sapiens de la mejor forma posible y, así, alcanzar resultados más satisfactorios.
Si utilizamos y desarrollamos conscientemente esta capacidad específicamente humana, tanto a nivel individual como colectivo, contaremos y partiremos con, sin duda, una de las mejores herramientas que hay en el Universo conocido, algo que sería estúpido no usar lo más convenientemente posible, máxime en algo tan trascendental como la situación del planeta.
También el naturalista David Attenborough manifiesta que más que inteligencia necesitamos sabiduría. Una característica que, además de coincidir con nuestra autodenominación como sapiens (sabios), siguiendo al filósofo Bernard Groethuysen (1880-1946), se puede resumir señalando que: “El sabio es el único que no deja de tener el todo constantemente presente en su espíritu, que no olvida jamás el mundo, que piensa y actúa en relación con el cosmos”.
En cuanto a los principios básicos existenciales, no son cuestión de leyes, mandamientos, protocolos, declaraciones o demás formas más o menos regladas con las que solemos dirigir nuestros comportamientos. En base a la experiencia y criterios marcados por la evolución a través de millones de años, lo que deberíamos asumir en nuestra convivencia interna y externa como especie, y esta es ocasión para aplicarlo, se centra en dos normas o reglas naturales muy concretas: vivir en igualdad y confianza. A lo que también he añadido, tal y como recojo en mi libro, la innovación para seguir adelante.
Entre estas consideraciones previas o relativas a nuestra aptitud y comportamiento existenciales y en relación con el entorno, antes de entrar en el plan de actuación a nivel planetario, también podemos profundizar más a nivel personal sobre formas de vivir adecuadas. Como ha dejado escrito a este respecto el gran conocedor de la filosofía antigua Pierre Hadot (1922-2010), las enseñanzas a este respecto comunes a escuelas (como la estoica o epicúrea), a autores (como Marco Aurelio o Séneca) o incluso a doctrinas (como la judía o la cristiana) se pueden resumir en tres aspectos vitales fundamentales: “intentar desarrollar la objetividad de juicio, intentar vivir de manera justa y al servicio de la comunidad humana e intentar conscienciarnos de nuestro papel como parte del universo”.
Thoreau concluyó que necesitamos pocas cosas para conseguir el confort vital, pero que no sabemos lo que resulta suficiente y necesario para vivir
En este “empezar por nosotros mismos”, también podrían incluirse los actuales y populares contenidos de autoayuda, de meditación, de desarrollo de nuestra inteligencia emocional, etcétera. Entre las múltiples opciones, siguiendo el ejemplo del propio Hadot, refiero la famosa obra de Henry David Thoreau, Walden (publicada en 1854). Tras los dos años, dos meses y dos días que vivió en una cabaña construida por él mismo, cercana al lago Walden, cultivando sus alimentos y “percibiendo el mundo mediante todos los sentidos”, además de recordarnos que “la comprensión de los recursos de la naturaleza, sus reglas, sus recompensas, son un camino que el hombre no debe olvidar”, Thoreau concluyó que necesitamos pocas cosas para conseguir el confort vital, pero que no sabemos lo que resulta suficiente y necesario para vivir. Llegando a escribir que “ganarse la vida no supone ningún castigo, sino un pasatiempo siempre y cuando vivamos de manera sencilla y sabia”. A la vez que de forma independiente, en la generosidad y en la confianza, “una vida sin odio, dedicada exclusivamente a las cosas esenciales de la existencia, aprendiendo cuanto ésta tiene que enseñarme a fin de que, llegado el momento de morir, descubra que realmente he vivido”.
Por tanto, desde los planteamientos existenciales clásicos y básicos a los más actuales, hay una serie de coincidencias; las cuales se refieren a desarrollar nuestra auténtica capacidad como Homo sapiens, en igualdad y conexión con lo que nos rodea. Algo que nos viene muy bien en general y para lo que está ocurriendo en particular. A ver si así, además de vivir más adecuadamente como especie, de paso dejamos de ser los “malos del planeta”.