Roberto Verino
Discurso de réplica de Xurxo Lobato, miembro numerario de la Sección de Artes da Imaxe, con motivo del ingreso de Roberto Verino en la Real Academia Galega de Belas Artes
Mi profesión es algo más que eso, es un sueño “…Los que dicen que este creador es realista se equivocan: sueña las mujeres mejor que Dios…” Feliciano Fidalgo, El País, 1994
Alguno se podría preguntar qué hace un modisto, un industrial de la moda, en la Real Academia Galega de Belas Artes. Desde hace ya algunos años, en 2004, cuando se creó la Sección de Artes de la Imagen, en esta Academia nos empeñamos en integrar nuevas maneras de entender la práctica artística. Ya que una institución debe de estar con los tiempos y seguir la dinámica social para no morir o quedar anquilosada. Una academia no es algo hermético y cerrado, si no que tiene que ser un organismo vivo que sepa integrar lo mejor de quien hace arte en la sociedad gallega. Pienso que la Academia deber ser el lugar en donde se conozca, divulgue y reflexione alrededor del arte gallego. Abrir la Academia a la sociedad es un objetivo continuo. Una mirada plural, diversa, de tendencias y géneros, debe ser lo que enriquezca esta institución.
La Sección de Artes da Imaxe, comenzó eligiendo nuevos académicos entre la gente del mundo del cine y la fotografía, siguiendo por el cómic y el diseño gráfico. Ahora toca llenar el hueco que había con el mundo de la moda, tan importante en Galicia, siendo uno de nuestros signos de identidad.
Desde el origen del hombre, con el uso de las pieles de los animales para protegerse, se inicia la moda, una manera estética de cubrir el cuerpo. La vestimenta es un código diferencial entre personas, entre clases sociales, entre territorios, y con el que expresamos estados de ánimo.
En Galicia había telares en las aldeas; todavía nos acordamos de los sastres y costureras en las villas, a las que Lesta Leis llamaba «abejas de oro». Destaca la figura de María Miramontes, orgullosa de ser costurera, galleguista y republicana, muerta en el exilio argentino.
La vestimenta es un código diferencial entre personas, entre clases sociales, entre territorios, y con el que expresamos estados de ánimo
Como dice Guillermo de Osma, «la vestimenta tiene la capacidad de transformar, de representar, de ilustrar, de dar poder, de asociar y, al mismo tiempo, de hacernos diferentes. El artista no sólo refleja la moda y su vestimenta a lo largo de la historia, sino que también la crea. La indumentaria tiene un contenido simbólico, social, moral y estético. La idea básica de cuerpo como contenido y de la tela como forma, de segunda piel, se puede aplicar al vestido y a su enorme potencial transformador para producir una obra de arte más allá del concepto básico del traje con una función práctica de cubrir, decorar y embellecer».
La moda, el arte del vestir, entró en los museos en el siglo XX. Es necesario señalar las exposiciones de Armani en el Museo Guggenheim o la de Yves Saint Laurent en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York que, además, tiene un espacio dedicado a la vestimenta en todas sus facetas, el Costume Institute.
También debemos apuntar la exposición «Fashion: An anthology by Cecil Beaton», en el Victoria and Albert Museum de Londres, la muestra «Sorolla y la moda», en Madrid o, en nuestra tierra, «Diálogo coa arte de Yves Saint Laurent» en la Fundación Caixa Galicia, comisariada por Rosario Sarmiento, y la más reciente, en el Museo de Belas Artes de A Coruña, »Vestir épocas, 1860-1960» que fue comisariada a dúo por Román Padín y por el compañero académico Fernando Agrasar. Sin dejar de recordar el Museo Balenciaga en Euskadi. En este contexto, mencionar la exposición en el año 2007, en el Museo del Traje en Madrid, «25 años de Roberto Verino», comisariada por Pedro Mansilla e inaugurada por el entonces ministro de Cultura y académico de honor de nuestra Academia, César Antonio Molina.
De referencia en Galicia, es la gran exposición de vestimentas «Con fío en Galicia», que pudimos ver en la Ciudad de la Cultura, comisariada por Miguel Anxo Seixas. Un exhaustivo recorrido por la historia de la moda en Galicia.
Los estudios de moda ya están en las universidades gallegas y la marca Galicia Moda ya forma parte de nuestra historia más reciente.
La moda y el arte han estado siempre relacionadas, tanto en su reflejo en las obras, como en su creación inspirada y hecha con singularidad en algunos casos. A través de las representaciones artísticas, sabemos cómo vestían nuestros antepasados. En palabra de Guillermo de Osma, «el artista no refleja la moda y la vestimenta a lo largo de la historia, sino que también la crea y la diseña». Sabemos que Yves Saint Laurent buscaba la inspiración en el arte para diseñar sus modelos. En la segunda mitad del siglo XX, la línea entre el arte y la moda se difumina.
Como apunta el teórico Peter Wollen, «las formas tradicionales de pintura y escultura perdieron su hegemonía en el mundo del arte, cediendo el terreno a las instalaciones, el arte conceptual y otros géneros no tradicionales, que gradualmente empezaron a incorporar el uso de la vestimenta». Con la aparición del body art y la performance, el cuerpo y el vestido se convierten en elementos de expresión, protagonistas de las acciones artísticas.
Pero la moda también es una industria: tiene esa doble vertiente de ser diseño, creación e industria. El diálogo entre arte e industria fue central en la ideología de la Bauhaus, o del Laboratorio de Formas inspirado por Luis Seoane e Isaac Díaz Pardo. Éste último decía: «El arte debe llegar no solo a los poderosos, sino al conjunto de la sociedad, siguiendo los principios vanguardistas de la unión del arte y la industria». Y así canalizó en la cerámica gran parte de su creatividad. Yo soy firme defensor de la función social del arte y pienso que en muchas de las realizaciones de los diseñadores ligados a la industria textil podemos ver esa creatividad aplicada.
El Laboratorio de Formas de Galicia se creó en 1963. Un año antes, un chaval de Verín, que fue alumno de Jesús Taboada Chivite, llega a París motivado por su profesora de francés en Ourense. Manuel Mariño quiere estudiar Bellas Artes en la capital del arte. No emigra por necesidades económicas, lo hace por necesidad intelectual. En eso es un pionero, como los chicos de ahora que tienen que buscar en otros países la falta de oportunidades del nuestro.
Yo soy firme defensor de la función social del arte y pienso que en muchas de las realizaciones de los diseñadores ligados a la industria textil podemos ver esa creatividad aplicada
Allí se prepara en L’École de Condé y, a la vez, encuentra un trabajo en un grupo empresarial de moda muy importante, el de la familia Lamsberg. Esto va a marcar su trayectoria vital.
Los cuatro años en la capital del Sena, respirando libertad y conociendo el mundo del diseño industrial de la moda por dentro, son definitivos para que Manuel Mariño, años después, se reencarne en Roberto Verino.
En el año 1967, de vuelta en Verín, quiere hacer en Galicia lo que había visto en París. De talante emprendedor, busca la complicidad de su familia y organiza la primera producción de vestimenta, Y, ya en el año 1982, crea la marca «Roberto Verino», con estilo y diseños propios. Produce una colección de prêt-à-porter femenina magníficamente retratada por Javier Valhonrat, uno de los referentes creativos más importante de la fotografía española, donde el lino es el material predominante, en la mejor tradición gallega.
Sobre esta colección escribe Lola Gabarrón en el Diario 16: «De todas las fibras vegetales, el lino es la más fina y exquisita, la que goza de mayor tradición suntuaria. Para Roberto Verino, una de las nuevas promesas de la moda española, el lino cubre plenamente los deseos de la española del 83 de sentirse moderna, activa y libre con una ropa donde se conjuga la libertad de movimientos con la elegancia más desenfadada»
Estamos en la década de los 80 del siglo XX, Galicia estrena una autonomía que va a poner las condiciones para que se puedan desarrollar nuestros recursos. Una explosión de creatividad, de liberación de años de dictadura y centralismo, va a hacer que surjan movimientos en las artes plásticas como Atlántica, en la corriente de las vanguardias europeas. En la música, Siniestro Total, Os Resentidos de Antón Reixa, precursores da Movida Galega. En la poesía, o grupo Rompente, en la literatura Manolo Rivas, Carlos Casares, Víctor Freixanes o Suso de Toro. La fotobienal de Vigo. Se crea a TVG. Y Zara despega por el mundo. Galicia ya no sólo exporta la palabra «corpiño» al estado español.
Podemos decir que estamos ante un momento histórico, como fue el de la Xeración Nós, en el que se vive el resurgir de Galicia como nación cultural, término que tomo prestado de mi amigo y admirado historiador Ramón Villares.
Una exposición, «A toda tela» en el año 1985 en Vigo, donde se aúna las artes plásticas y la moda gallega y activada por el grupo de Galicia Moda, muestra esa vocación interdisciplinar que la industria creativa textil gallega siempre tuvo.
Es importante contextualizar el ambiente en dónde va a desarrollar su propuesta Roberto Verino, que desde siempre ha tenido vocación internacional. En el año 1983, crea la primera tienda en París; una vez más, pionero. Y coloca las colecciones en Gran Bretaña, Países Bajos, Canadá, USA, Japón… ese año en el que Ángel Vence escribe en el diario El País: «Verino atribuye al material humano y a la especial sensibilidad gallega el éxito de determinada manera de hacer moda».
Sus raíces y hallazgos creativos lo llevan a colaborar con Xaime Quesada. Los dibujos del artista ourensano inspiran una colección femenina. Esta ansia por ligar la tradición gallega y la modernidad hace que cree la colección de cerámica Celta para la industria Saloni en 2002.
Pero dejemos que Verino se autodefina: «Para mi ser diseñador de moda es tratar de resolver los problemas de la gente a nivel formal y funcional. Diseñador de moda es un hombre comprometido con su mundo, con nuestro tiempo»
Cuando un grupo de diseñadores de moda en Galicia se agrupa bajo la idea y dirección de Luis Carballo en la marca Galicia Moda, Verino, respetando este movimiento, apuesta por caminar solo, buscando la internacionalización y diversificación. En 1992, crea su primera fragancia femenina y en 2006 una colección de gafas. Ya en el año 1996, su apuesta por la tierra echó raíces con la creación de la bodega Terras do Gargalo. El vino es otra de sus pasiones.
Esta búsqueda de lo singular, lo propio, de marcar una línea diferencial, le da imagen propia a la moda española y hace que Fernando Franco lo defina «como uno de los cardenales de la moda gallega». O, en palabras de María Antonia Iglesias en El País (2005): «Roberto Verino se considera un emprendedor más que un empresario, porque, según afirma, no busca la rentabilidad inmediata, si no los elementos diferenciados que Galicia aporta». Una de las señales de identidad va a ser mantener las raíces en su tierra, Verín, Ourense, e internacionalizar sus creaciones haciendo a Galicia universal.
En su creatividad hay un concepto de mujer que encaja con la mentalidad feminista: «La mujer no es un ser pasivo, es un ser inteligente, que trabaja. Yo no quiero que se diferencia por sus formas, sino por lo que aporta a la sociedad, y por eso mis diseños son cómplices de su trabajo», manifiesta Verino en Diario 16, en el año 1996. Rosa Villascastín corrobora esta idea: «El éxito de la ropa es que pensó en las mujeres que trabajamos fuera. Verino es la imagen del antidivo: sabe que se hace camino al andar, y que los triunfos “gaseosa” duran poco».
En una entrevista en la revista ELLE en 1992, Roberto Verino dice: «La moda no debe servir para que la gente se disfrace o se oculte. Por el contrario, es una forma perfecta para decir lo que eres y lo que piensas»
Enrique Caruncho escribe en El Ideal Gallego, 1984: «Verino domina los textiles, sabe modelar la materia… el tratamiento es como una simbiosis de arquitectura y escultura, sus prendas son habituales, llenas de confort». «Un diseñador puede tener muchas ideas, lo importante es desarrollar una línea propia, diferente, reconocible; cuando vemos una prenda suya decimos: este é un Verino».