Retórica traicionera
"Otra vez más, sufriremos las inclemencias de una retórica repleta de falacias" con motivo de la campaña a las elecciones a la Comunidad de Madrid del 4 de mayo
1, 2, 3, … ¡Ya! La carrera electoral acaba de dar comienzo. Empieza por Madrid, pero esta será la detonación que ponga en marcha la maquinaria para las elecciones más allá de la Puerta de Alcalá.
Y, como consecuencia, comienza también el rosario de declaraciones, entrevistas, mítines y toda suerte de insufribles declamaciones, con mayor o menor ruido que, inevitablemente, nos han a llevar al terreno de la escasez de nueces. En particular, otra vez más, sufriremos las inclemencias de una retórica repleta de falacias.
Neo politiqués
Años ha, se hizo de uso generalizado, hoy lo llamaríamos viral, un documento que enlazaba frases hechas que se podían usar en el discurso político de manera conectada, haciendo que la hilazón semántica trajera consigo una mera sarta de tópicos muy propios del discurso político. En paralelo, se acuñó un término para designar el idioma que hablan los políticos (y, por supuesto, las políticas) denominado “politiqués”. El politiqués resultaba ser una suerte de jerga prefabricada que sus usuarios utilizaban a sabiendas de que excretaban argumentaciones con aviesas intenciones de confundir más que de aclarar.
Para no resultar demasiado obvios, vamos a tratar de buscar en la tradición del buen uso del lenguaje las claves para entender como funciona este nuevo politiqués, el neopoliqués, con el auxilio de la Retórica, aquella disciplina que, desde antiguo, nos orienta sobre el correcto uso de los argumentos en la construcción del discurso.
Falacias del argumentario político.
Frente al politiqués, el neo politiqués se caracteriza por tres aspectos fundamentales: en primer lugar, supone una evolución más sofisticada del antiguo politiqués, lo que dificulta su identificación; en segundo lugar, todos los argumentos tienen un alto contenido emocional y, en tercer lugar, lo importante es la impostura, el impostado y una contundente imposición, a poder ser, gritando.
Y así, en Retórica, se habla, nunca mejor dicho, de falacias cuando los argumentos esgrimidos tienen una orientación espuria, así como una intención ya etimológicamente falaz, engañosa y tergiversadora. Es decir, o están mal construidos o directamente son falsos.
Vamos a ejemplificar el uso de las falacias en el argumentario político con las primeras declaraciones de algunos (y algunas) de sus representantes más destacados en la ya lastimosa pugna por Madrid. Como en la argumentación retórica clásica, enunciaremos la falacia y pondremos un clarificador ejemplo a partir de quienes las hayan manifestado, esto es, los seis aspirantes al cetro de la Comunidad de Madrid. Como los reinos en Juego de Tronos, vaya. Y así:
Falacia de argumentación gratuita: que se perpetra cuando no se ofrece razón objetiva de lo que se afirma: “Llevo tiempo pateándome Madrid y veo gente que me dice que no ha votado nunca a Ciudadanos, peo que me piensa votar a mí como servidor público solvente” (Edmundo Bal).
Falacia de la ambigüedad, del equívoco o de la anfibología: que se produce cuando en un mismo argumento se utilizan palabras o frases en más de un sentido: “Hasta que no se produzcan los debates, las encuestas no van a ninguna parte. Lo principal está por venir” (Pablo Iglesias).
Falacia del ataque personal: en realidad son un conjunto de falacias siendo aquellas que desvían la atención del asunto a discutir y se centran en la persona a batir: “Estamos intentando que Sánchez no asalte la Comunidad de Madrid y por eso vamos a elecciones” (Rocío Monasterio).
Falacia del alegato especial: que consiste en acusar al adversario de carecer de razones para participar en el debate, descalificándolo de por sí: “Ante un debate, lo único que puede garantizar la señora Ayuso al 100% será su incompetencia a lo largo de la planificación de la vacunación y de la pandemia” (Mónica García).
Falacia del argumento ad populum: conocido como sofisma populista, otorgando validez o falsedad a un argumento aludiendo a su uso común: “Todos los representantes de empresas saben que cuando vas bajando los impuestos consigues que la gente tenga menos trabas para emprender y contratar” (Isabel Díaz Ayuso).
Falacia del argumento ad verecundiam: también llamado “argumento de autoridad”, que defiende la verdad o falsedad de una premisa a partir de la opinión de un experto o autoridad: “Iván Redondo sí es verdad que participa en la campaña electoral, pero que participe en la campaña electoral no quiere decir que decide la campaña electoral, ni que el director de la campaña electoral sea él. (…) Pero también es cierto que todas las personas que tienen competencia profesional ayudan para que las cosas vayan bien” (Angel Gabilondo).
Efecto Magnus
Fuera de lo que pudiera parecer, las razones del neo politiqués no se encuentran en la lingüística, sino que, curiosamente, se fundamentan en la física. Se denomina “efecto Magnus” al fenómeno físico que produce un objeto redondo en rotación cuando crea un flujo rotacional a su alrededor inmerso en un fluido. Es lo que en futbol se llama, abreviadamente, “el efecto”. Y a los políticos se les puede aplicar el efecto Magnus. Comienzan siendo esféricos, pero, cuando rotan en su propio fluido, toman trayectorias extrañas e impredecibles, sobre todo una vez transcurrido el período preelectoral, violando así las sacrosantas leyes de la promesa. Algo muy parecido a lo que le acaba de ocurrir a la Superliga, vamos.
Se nos ha colado una falacia en este post, concretamente, la falacia ad Ignorantiam, basada en la incapacidad del adversario para contestar, considerando una afirmación como irrefutable, por pura ignorancia. En realidad, siete son los reinos en disputa en Juego de Tronos (Norte, Islas y Ríos, Valle, Roca, Tierra de Tormenta, Dominio y Dorne) y seis los candidatos en liza en Madrid (Ayuso, Bal, Gabilondo, García, Iglesias y Monasterio). Aunque en verdad, podemos considerar que hay siete… y Pedro Sánche