Renovación apocalíptica
Todos los escenarios y todo tipo de pruebas dicen y repiten hasta la saciedad que la igualdad es una condición 'sine qua non' para el desarrollo y devenir acordes y con futuro
En la portada de la prestigiosa revista The Economist, considerada como un oráculo sobre la economía mundial, tras el último Foro de Davos, también ágora de lo que se barrunta en las altas esferas, el mensaje recogido por esta publicación son unas espigas cuyos granos, al mirarlos con detenimiento, no son de cereal sino calaveras humanas, queriendo transmitir así lo que se avecina: millones de muertes por la crisis alimentaria, por si no quedaba claro.
Aunque los pronósticos agoreros han existido siempre, también es cierto que hay épocas en las que, por desgracia, se pueden constatar un conjunto de malos hechos que predominan, asustan y predisponen las actitudes vitales de la mayoría de la gente. Así y actualmente, ya hay voces que dicen que estamos dando los pasos hacia una “tormenta social perfecta” a escala mundial; mientras otras también hablan en términos apocalípticos, incluso mentando a los cuatro famosos jinetes, pues con la pandemia (peste), las guerras de Ucrania y otras partes del mundo (Siria, Yemen, Sahel, etcétera), más los desplazamientos por estas causas (unos 100 millones, cifra no alcanzada hasta ahora) y por los desastres naturales y el cambio climático (más de 20 millones), se junta ahora la muerte próxima de millones de personas por hambre. Esto y más (contaminación, crisis energética, extinción de especies, deforestaciones, incendios, etcétera), describen un panorama acorde con lo que está pasando.
En cambio o a pesar de todo, me sigue chocando que nos “llevemos las manos a la cabeza”, pensemos catastróficamente o creamos que no hay remedio, cuando tales hechos y también las soluciones dependen y están en nuestras manos. Porque solo nosotros hemos sido los creadores de esas situaciones, como de las anteriores, sin intervención de nada ni de nadie más.
Mientras, los políticos y líderes mundiales siguen haciendo sus cuentas de los PIB’s, deudas (desde 1850 no se daban unos indicadores tan malos como los actuales), inflaciones, suministro energético y provisión de alimentos (el precio de la tonelada de trigo, lo mismo que la del maíz o de la cebada, se ha duplicado en tres años y se espera que suba otro 40%). Sumado a que la pandemia ha llevado a 100 millones de personas a la pobreza extrema, según la estimación del Banco Mundial, rebasando así el 11% de la población mundial que pasa hambre y los 800 millones que viven con menos de 2 dólares diarios (155 millones son niños menores de 5 años).
En cambio, desde que en 1995 el World Inequality Lab comenzó a llevar registros, los multimillonarios de todo el mundo han experimentado el mayor aumento de su riqueza, según datos de 2021, creciendo su patrimonio neto en más de 3,6 billones de dólares solo en 2020 (cuando con un cuarto de billón, 267.000 millones de dólares anuales, se solucionaría el hambre en el mundo); estimando también que, el año pasado, el 10% de la población mundial con más recursos controlaba el 76% de la riqueza total y, en cambio, el 50% más pobre solo poseía el 2%. Algo que también corrobora Jason Hickel, de la Escuela de Economía de Londres, al calcular que las 200 personas más ricas del mundo tienen aproximadamente 2,7 trillones de dólares, más que la mitad de la población mundial (3.500 millones de personas); así como el dato y hecho más conocido, pero no por ello menos aberrante, de que el 1% más pudiente posee más que el 99% restante del mundo.
Con los 900 dólares que empleó el chico de Uvalde (Texas) en autoregalarse un fusil por su mayoría de edad, más las balas, no solo se habría evitado esa matanza de niños y profesores, sino que podrían haberse empleado para comprar unos 700 kilos de arroz
Además de las desigualdades de riqueza/pobreza, solo hace falta mirar también al incremento, en este caso, de los gastos no en defensa sino “solo” en armas. Casi 2 billones de dólares en 2021, unos 270 dólares por persona en todo el mundo; y eso antes de la guerra de Ucrania que, como se sabe, ha disparado (nunca mejor dicho) estas partidas presupuestarias. O dicho de otra forma más cercana en cuanto a acontecimiento trágico, con los 900 dólares que empleó el chico de Uvalde (Texas) en autoregalarse un fusil por su mayoría de edad, más las balas, no solo se habría evitado esa matanza de niños y profesores, sino que podrían haberse empleado para comprar unos 700 kilos de arroz, casi dos al día durante un año, con los que varias personas podrían seguir viviendo y no muriendo de hambre, como ya está ocurriendo.
Esto sí que es para echarse las manos no a la cabeza sino a la conciencia, a la moral, a la ética y a cualquier juicio, razonamiento y bien hacer humanos. Se puede decir más alto pero no más claro. Estudios de todos los ámbitos científicos, todas las experiencias contrastadas, toda nuestra historia, todos los datos, todos los escenarios y todo tipo de pruebas dicen y repiten hasta la saciedad que la IGUALDAD es una condición sine qua non para el desarrollo y devenir acordes y con futuro. Pero los oídos sordos, el ninguneo, el mirar para otro lado o incluso atacar estos hechos y verdades como puños es lo que venimos haciendo una y otra vez.
La primera de las tres indicaciones en mi Guía existencial es, precisamente, la igualdad; pero no cumplimos ni con la primera y no solo en cuanto al ámbito económico sino que, como ha dicho recientemente alguien del ámbito filosófico en una entrevista, “nuestros pedos nos huelen mejor que los de los demás” y, así, desde los supremacismos a los nacionalismos, pasando por las fobias sociales de todo tipo, nos seguimos empeñando en “mirarnos por encima del hombro”, ya no solo entre nosotros sino también y sobre todo con respecto al resto del planeta.
Como dijo Bertrand Russell, que la envidia saca lo peor del ser humano y resulta que se produce sobre todo cuando y donde hay desigualdades
A lo que hay que añadir, como dijo Bertrand Russell, que la envidia saca lo peor del ser humano y resulta que se produce sobre todo cuando y donde hay desigualdades; pero es que encima no se da entre los más pobres, que tienen bastante con sobrevivir, sino que la envidia sobre todo se produce entre los que más tienen, debido a la nefasta competitividad de nuestra cultura mundial, obviando así que solo con su incremento patrimonial anual se podría solucionar no 1 sino 14.000 veces el hambre de nuestros congéneres en el mundo.
Para completar mi cuarteto apocalíptico y ya puestos a actualizar el bíblico, además del cambio climático y de lo que hacemos con otras formas de vida y el medioambiente, el otro jinete también propio y que nos caracteriza es el egoísmo, todavía incrustado en nuestro “adn sociológico” por falta de madurez como especie; pues ya hace cuatro siglos también lo señaló Thomas Hobbes (todos contra todos debido a nuestro egoísmo, que nos procura una vida “solitaria, pobre, dura, brutal y breve”), apuntando ya de aquella que la gente cede algo del mismo ante el tirano, algo que también seguimos repitiendo (el último en incorporarse a la “Liga Maquiavelo” es el hijo de los Marcos en Filipinas, a ver si la madre supera su colección de zapatos y depósitos bancarios por todo el mundo, mientras reparte de vez en cuando billetes entre niños pobres, la mayoría en ese país, para lavar su imagen y conciencia).
Volviendo a recurrir al posible observador externo, qué pensaría al ver semejante desaguisado, desbarajuste, desastre, desequilibrio, desigualdad, megaegoísmo, falta de decencia, armonía y coherencia entre nosotros mismos. Si nos imaginamos que visitamos otro planeta y vemos que sus habitantes se gastan 7.000 veces más en armas que en paliar el hambre de sus congéneres, o que las personas que caben en una sala VIP poseen más que la mitad de la población de ese planeta, a algunos a lo mejor les daría envidia pero pienso que el ser humano normal pensaría que son unos salvajes, bárbaros, retrasados, incivilizados, abominables, … que cada quien siga.