Que nadie se ría de la Ría

Balsa de lodos procedentes de Alcoa en San Cibrao / Adega

Balsa de lodos de Alcoa en San Cibrao / ADEGA

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Soy hijo de una puertollanense y de un abulense, que se vinieron a Galicia con sus arras matrimoniales recién intercambiadas, a iniciar su carrera pública con un panecillo debajo del brazo con forma de plaza de funcionario, y sin necesidad de CELGA, pero con mucho respeto y ganas de ser parte de esta comunidad autónoma donde fueron bien recibidos, y de la que nunca se marcharon. Así, a mí me tocó nacer y crecer ya como gallego, y para más suerte en el sorteo, a orillas de las Rías Baixas.

Me pasé mi infancia revolviendo con un palo en las grietas de las rocas de las playas de O Grove, en busca de cangrejos, alguna que otra nécora, o serpenteando el truel tras los camarones, o cualquier otro tipo de bicherío marino que fuese digno, y tuviese el gusto necesario, para recibir la aprobación, y así pasar a formar parte del arroz de mi madre, consiguiendo yo de esta forma mi gesta personal de alimentar a mi familia.

Siempre mostré gran admiración por la gente del mar, con particular devoción por los pulpeiros que con el arte tradicional “do espello”, podía ver frente a mi casa, encorvados en las popas de sus gamelas con la cabeza embutida en el mirafondos y moviendo sus varas de arriba abajo. Aquellos que tras terminar la faena, y regresar a tierra, no necesitaban más que una báscula de muelle y gancho de cobre, para llegar a un acuerdo con los veraneantes, y allí mismo el cefalópodo veía cómo una vez dada la vuelta a su sesera, era desprovisto de todo órgano visible, y a falta de congelador, recibía 40 golpes contra la piedra más cercana como parte del trato.

Con poco más de una decena de años, pronto hice amigos veteranos, como Xacobe, que me llevaba a pescar luras y chocos, bogando con los dos remos cruzados uno sobre el otro, y agarrados por una sola mano, mientras que con la otra, era capaz de alternar el movimiento de dos sedales (uno por cada borda), que ya tenían su guía labrada en la madera por el desgaste del propio sedal.

Narro estas vivencias para dejar constancia de mi devoción por el mar, la Ría y sus gentes, lo cual me llevó a estudiar bien donde me metía cuando en enero de 2016 Atalaya Mining me ofreció trabajar en la reapertura de la mina de Touro. Ya se sabía entonces que la situación medioambiental no era la mejor, debido al pasivo minero producto de un cierre indebido, que a día de hoy con la norma actual en la mano, no podría llevarse a cabo, pero la empresa apostó desde el inicio por hacerse cargo del problema si la cosa salía adelante, y el reto me entusiasmó, sintiendo además que trabajaría para mejorar lo presente, y además lo haría contribuyendo a crear trabajo y riqueza.

«Los trabajadores de Alcoa votan, pero en Touro aún somos cuatro gatos trabajando, y si somos más, ya cambiarán el discurso»

Nunca creí entonces que la Ría de Arousa tendría protagonismo entonces en el proyecto, pero mientras yo conseguía por fin la estabilidad laboral que me ha proporcionado el sector minero, tras años dando tumbos de aquí para allá entre contratos por obra, a Xacobe y a otros como él, los congregaban a través de asociaciones claramente partidistas a reuniones alarmistas, para convencerles que la reapertura de una mina por allá por Touro, iba a acabar con su modo de vida, porque si aquello se rompe, va al río, y del río al mar… ¿Ventajas para usted? Ninguna ¿Inconvenientes? Todos, firme aquí, preserve su modo de vida, que como se las arreglen allí en Touro para ganarse sus lentejas es cosa de ellos, nosotros a lo nuestro.

Mientras tanto estallaba el fenómeno Alcoa, se empieza a hablar de varios cientos de despidos en Galicia, y curiosamente los mismos partidos políticos que van de la mano de las asociaciones que difunden los mensajes catastrofistas entre mis queridos marineros, están allí alzando la voz para proteger esos puestos de trabajo. Hagamos una pausa aquí, y les invito a que escriban en el Google Maps “San Cibrao”, que le den solamente un poco a la rueda del ratón hacia atrás y comprueben la ubicación del depósito de estériles de Alcoa allí… ¿No da que pensar? ¿Por qué el de Touro se va romper y el de San Cibrao no? ¿Por qué es peligroso uno que estaría a 45 kilómetros en línea recta del mar, y no lo es uno que está a 700 metros? ¿Por qué entonces los mismos partidos políticos que defienden el empleo se posicionan en contra de la creación de más de 400 puestos de trabajo directo? Yo, si es que quieren seguir leyendo, les doy mi opinión; porque tanto Xacobe como yo somos víctimas de la política, porque los trabajadores de Alcoa votan, pero en Touro aún somos cuatro gatos trabajando, y si somos más, ya cambiarán el discurso que para eso hay tiempo, ahora es de mayor rentabilidad política enfrentar el mar al Gobierno. ¿Demagogia? ¿Hipocresía? Decidan ustedes.

Por mi parte ya le he explicado a Xacobe que puede dormir tranquilo, que los que estamos dentro del Proyecto Touro, no vamos a permitir que se hagan las cosas mal, que la Administración tampoco, ni los inversores quieren ver echar por tierra su negocio, y que los problemas de la Ría no son la mina de Touro, sino otros como los que manan de los emisarios de muchas de las depuradoras de las numerosas poblaciones a sus dos orillas, que tienen un funcionamiento deficiente; que por cierto, muchas de ellas envían los lodos que generan a Touro, donde son convertidos en suelos productivos que vuelven a la comarca del Salnés a dar vida a sus viñedos. Y por no encender más mechas, mejor no sigo escribiendo, y es que disfruto con el albariño, las chuletas, y los mejillones.

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