Política adolescente
Que no somos una democracia madura es un mantra ya asumido, pero los niveles de maduración no parecen ser los mismos para cada opción política
Estamos en tiempo preelectoral y el patio ya se nos revuelve. Es propio de la juventud vivir pendiente de sueños y aspiraciones porque queda todo por delante y, además, hay que mantener un aire de aventura y desafío inmune a las responsabilidades. Y esas inquietudes se comparten, en particular con los que son como uno, en esa búsqueda de la identidad tan propia de la adolescencia que lleva a convertir la diferencia en estandarte.
Propuestas de peluquería
Que no somos una democracia madura es un mantra ya asumido. Pero los niveles de maduración no parecen ser los mismos para cada opción política. Para la izquierda hipercrítica, el progresismo necesita un recauchutado ante las políticas neoconservadoras de una derecha que, al menos en España, no es capaz de reinventarse si no es confrontando.
“Sánchez,s Hairdresser” pone en el mercado su última creación, la estética de la nueva ambición rubia. Cansada del antiguo lavar y marcar, imagen obrera de peluquería de barrio ejercitada mediante el corte a tazón del barbero Iglesias, Yolanda se suelta el pelo y luce melenaza, reivindicando su sitio en la pandilla, provocando los ojos como platos entre sus jóvenes adláteres y las miradas, mezcla de envidia y reprobación, de las otras féminas todavía en la edad del pavo. “Y esta, ¿de qué va? ¿Quién se cree que es?”.
La más completa teoría del desarrollo de la personalidad fue enunciada el siglo pasado por un alemán exiliado en Estados Unidos de nombre Erik Erikson. Psicoanalista y pedagogo, en relación directa con los Freud, trató de desentrañar las complejidades de la mente adolescente a través de un modelo evolutivo condicionado por las crisis y los conflictos con los que se enfrentan los seres humanos en ocho momentos vitales.
Cuánto le durarán las mechas a la izquierda arreglada
Para Erikson, ocho son los momentos de confrontación que cada persona tiene que afrontar para un desarrollo adecuado de su personalidad en sociedad:
- Confianza básica frente a desconfianza, acontece entre el nacimiento y los 18 meses. Tiempo de afirmación, arropado por el sentimiento de confianza que dan los padres, pero ya con solicitud de reafirmación: “¡Sí, se puede!”.
- Autonomía frente a vergüenza y duda, que abarca hasta los tres años. Es la etapa del crecimiento tanto físico como de la voluntad autónoma y coincide con la primera emancipación: Podemos crece, y llega a las instituciones; hubo que mostrarse y participar en el sistema, a pesar de las dudas y la vergüenza. “El poder de la gente”.
- Iniciativa frente a culpa, hasta los cinco años, es la época de la locuacidad y la energía, coincidiendo con el tiempo del jugar, es el despliegue de las propias capacidades para lograr la ansiada reafirmación: “¡Sí, es sí!”.
- Laboriosidad frente a inferioridad. Entre los cinco hasta los trece años la vida se vuelve compleja y los críos necesitan sentir la compañía de otros, similares, pero no con cualquiera, hay que plantear y planear, hacer cosas juntas, aunque, en ocasiones, tengas que escoger entre los amigos. “Más País. Vota Distinto”.
- Búsqueda de identidad frente a difusión de identidad. Período desde los 13 hasta los 21 años aproximadamente, coincidente con la etapa más estudiada por Erikson, la adolescencia, tanto la inicial como la tardía. Se solapan la búsqueda de la identidad con la crisis de esta, dando lugar a la contestación: “Gobernar Madrid con decencia y honradez lo va a hacer Rita”. Las otras tres etapas, por innecesarias, las dejaremos para otro momento.
Y ahí estamos otra vez en el eterno “déjà vu” de la izquierda, más desunida que nunca por efecto de los cesarismos. El esteticién Sánchez cual nuevo Llongueras, al grito de “Pedro, te necesito”, acude al auxilio de la nueva izquierda, menos levantisca, más cuqui, doméstica y arreglada, vamos, apartándose de las maneras toscas y anticuadas de la barbería con aroma combinado a Varón Dandy y Abrótano Macho.
No olvidemos la fama de psicólogos que tienen los peluqueros y lo bien que sienta un buen corte con lavado de cuero cabelludo incorporado para ver la vida de otra manera. Pero sí, vamos a ver como resulta esta campaña, porque como bien decía Luis XI, apodado el Prudente, de su afeitador Oliverio el Gamo: “Confío plenamente en mi barbero. Pongo mi cuello en sus manos todas las mañanas”. Por cierto, el rapabarbas real acabó sus días entre cortes, pero el de un afeitado completo de su garganta por parte del verdugo, tras haber traicionado la debida confianza ante el regio cuello de su monarca.