Pistas para entender la influencia de Rusia en la UE

Se ha cruzado el Rubicón. Una cuestión relevante que afecta a la esencia de la Unión Europea (el acceso a la energía) reside en saber si ésta saldrá más unida, más fuerte y convencida de que una parte de la solución pasa por hablar “con una sola voz” en materia energética

Protesta llevada a cabo en la tarde de este jueves a las puertas de la embajada de Rusia en España, sita en Madrid, tras la operación militar rusa en Ucrania. Rusia ha lanzado en la madrugada de este jueves una operación militar a gran escala contra Ucrania, según dijo, para defender a las personas "de abusos" y del genocidio" del Gobierno ucraniano, una acción que ha suscitado ya la condena internacional. EFE/ Rodrigo Jimenez

Protesta llevada a cabo en la tarde de este jueves a las puertas de la embajada de Rusia en España, sita en Madrid, tras la operación militar rusa en Ucrania. Rusia ha lanzado en la madrugada de este jueves una operación militar a gran escala contra Ucrania, según dijo, para defender a las personas «de abusos» y del genocidio» del Gobierno ucraniano, una acción que ha suscitado ya la condena internacional. EFE/ Rodrigo Jimenez

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La geoestrategia está en marcha. Rusia mueve ficha. Mientras tanto, la -necesaria- diplomacia de la Unión Europea sufre una pesadilla que, siendo increíble, es ya una realidad: no hay guerra que sirva para justificar nada.

Los veintisiete estados miembros aprobarán una serie de sanciones a imponer a Rusia, su principal proveedor de recursos energéticos basados en combustibles fósiles. Y es que por cercanía geográfica y por capacidad de oferta, Rusia es actualmente el principal socio energético de la Unión Europea: el 30% del petróleo-crudo consumido en la Unión Europea es ruso, al igual que lo es más del 40% del gas natural y del carbón que son empleados por el conjunto de Estados miembros.

Desde el punto de vista ruso, la Unión Europea es su principal cliente. Sirva el dato de que en torno al 71% del gas natural ruso va a parar a países europeos. Alemania destaca como uno de los estados con mayor peso del gas natural ruso: tres cuartas partes del total del gas natural consumido internamente procede de Rusia. Otros estados como Eslovaquia, Letonia, República Checa, Estonia o Finlandia tienen como único proveedor de gas natural a Rusia. Son precisamente estas regiones (algunas ex soviéticas) las que mayor peligro presentan para la Unión Europea ante un posible escenario de ruptura de suministro ruso.

La subida del precio de los futuros del gas natural, unido al incremento del precio de barril de petróleo, augura un seguro impacto en los ya elevados precios de la electricidad

No debe olvidarse lo que sucedió en los inviernos de 2006 y 2009, en los que la Unión Europea sufrió cortes de suministro de gas natural proveniente de Rusia, provocando numerosas muertes. Fue a partir de ese momento cuando la Unión Europea decidió dinamizar su estrategia de seguridad energética, realizando test de estrés de las economías europeas ante situaciones de corte de suministro de combustibles fósiles. Posteriormente, la crisis provocada por la anexión por parte de Rusia de la península de Crimea en 2014 derivó en una mayor tensión en la región. Recientemente, tras la operación rusa en Ucrania, el canciller alemán, Olaf Scholz, ha confirmado la paralización de la certificación -por el momento- del gaseoducto NordStream 2, que conecta las reservas de gas ruso del Báltico con el centro de la Unión Europea (Alemania). La construcción y puesta en marcha de este gasoducto ha causado gran malestar entre los socios comunitarios, que ven en esta infraestructura un “Caballo de Troya” ruso, por cuanto supone un nuevo obstáculo para la consecución de la necesaria independencia energética de la UE.

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Putin anuncia «operaciones militares especiales» en Ucrania

El contexto energético y económico que se vive a nivel global es turbulento, sobre todo después de la llegada de la Covid-19. Y es que lo acontecido en Ucrania tiene su impacto global en los precios de las materias primas energéticas (además de en los de otras, como el aluminio). La subida del elevado precio de los futuros del gas natural, unido al incremento del precio de barril de petróleo (ya por encima de los 100 dólares), conduce a augurar un seguro impacto en los ya elevados precios de la electricidad (que emplea el gas natural como una de las fuentes principales, en torno al 25%), con el consiguiente efecto sobre la inflación y el impacto negativo que esto tiene sobre la economía de la zona euro.

De todas formas, el hecho de depender de un socio al que le compras casi el 40% de los recursos energéticos no tiene por qué ser negativo, siempre que el poder de negociación esté de tu lado: en este caso del lado del cliente, de la Unión Europea. Sin embargo, aunque la Unión Europea aglutina a más de 400 millones de personas y a veintisiete Estados, no está pudiendo ejercer su potencial influencia para negociar. ¿El motivo? Que la negociación con Rusia la hace cada Estado individualmente a espaldas del resto, aplicando criterios de soberanía, para obtener mejor posición que el resto de países vecinos. ¿El resultado? En el juego de las relaciones comerciales energéticas, Rusia gana, y por goleada. El hecho de no conseguir hablar “con una sola voz” en materia energética, penaliza, y mucho, a cada uno de los Estados miembros de la Unión Europea.

Más de 400.000 millones de euros al año, cerca del 4% del PIB europeo, se destina a sufragar la importación de combustibles fósiles

Para hacerse una idea de la dimensión que supone la factura energética europea derivada de la importación de combustibles fósiles, valga el siguiente dato: la Unión Europea destina más de 1.000 millones de euros al día en pagar la compra de estos recursos. La fuga de rentas del espacio europeo hacia otras economías con reservas de estos combustibles (como Rusia) es preocupante. Estamos hablando de que en total, más de 400.000 millones de euros al año, una quinta parte de la totalidad de las importaciones de la UE, cerca del 4% del PIB europeo, se destina a sufragar la importación de combustibles fósiles. Compárese esta cifra anual con los anunciados 750.000 millones de euros de los Fondos Next Generation para los próximos cuatro años. Es posible que surja entonces la siguiente duda: ¿cuántos proyectos de inversión relevantes se podrían acometer en el seno de los países de la Unión Europea si se consiguiera ahorrar parte de esos 400.000 millones cada año? ¿El camino? Potenciar la apuesta por la eficiencia y el ahorro energéticos, sobre todo en la industria y en la edificación, además de la implantación de instalaciones de energías renovables. Apuesta que debe ser seria, con un marco normativo estable de los sistemas de promoción; planificada y ajustada a las necesidades reales de los territorios, con equilibrio entre grandes instalaciones y microinstalaciones que favorezcan el autoconsumo; y con evaluaciones de impacto social y ambiental que contribuyan a la mejor toma de decisiones para la sociedad y el entorno de cada territorio.

Se ha cruzado el Rubicón, parece. Una cuestión relevante que afecta a la esencia de la Unión Europea (el acceso a la energía) reside en saber si ésta saldrá más unida, más fuerte y convencida de que una parte de la solución pasa por hablar “con una sola voz” en materia de energía, y la otra, por no perder de vista el horizonte de la independencia energética. Dificultades y obstáculos, habrá, pero no los pongamos nosotros.

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