Pero, Ana Peleteiro, ¿es negra?
Sabemos ya, casi desde Darwin, que el tema de las razas es una caduca diferenciación fruto de la ignorancia de otras épocas, más preñada la discusión de cuestiones ideológicas que de sustento científico
En Galicia, a la vaca la consideramos un bicho totémico. Incluso forma parte de la familia como un animal doméstico más. Los gallegos sabemos que, cuando vemos a una mujer de ya una cierta edad, en el marco incomparable de nuestro rural, con su peculiar vestimenta de color negro, sosteniendo un ronzal del que, en su extremo, pende una vaca, es la vaca la que está sacando a pasear a su dueña y no al revés. Como un animal doméstico más, vaya.
Las vacas hablan entre ellas
Recientemente ha salido en prensa la noticia de que se había demostrado de manera científica que las vacas pueden hablar entre ellas. En una prestigiosa revista en el sector del vacuno, titulada Journal of Dairy Science (Revista de Ciencia Láctea), cinco prestigiosos investigadores pertenecientes a cuatro universidades de cuatro países distintos publicaron un sesudo artículo denominado “Producción vocal en vacas lecheras postparto: Organización temporal y asociación con comportamientos maternos y de estrés” (ya no lo transcribimos en inglés para no incordiar) donde lo demostraban estadísticamente. ¡Valiente estudio, innecesario a todas luces! Eso, los gallegos (y las gallegas, sobre todo algunas, incluso de Ribeira) lo sabemos desde siempre.
Lo importante no es el descubrimiento en sí, dado que este tipo de interacciones ya se había constatado en ocasiones anteriores desde unos primeros artículos publicados en el año 2000 (veintiún años ya de conversaciones ocultas). Lo fundamental es el tipo de raza de vaca con la que se realizó el estudio: vacas lecheras Holstein-Friesian.
Censo de vacas
En Galicia hay censadas, a fecha actual, 954.620 cabezas bóvidas (muy cerca de la intuitiva cifra con la que, el también nuestro Manuel Rivas, tituló una de sus primeras obras, “Un millón de vacas”), de las cuales 531.814 son vacas adultas, es decir, con más de dos años. De ellas, seis de cada diez, es decir unas 318.195, son para producción láctea. Sabiendo que la raza lechera más extendida en Galicia (como en el resto del mundo) es la blanquinegra Holstein-Friesian (frente a la Jersey y a la Procross), es decir, la frisona de la toda la vida, podemos considerar que, diariamente (sería muy sencillo hacer un chiste culto con el término inglés para la leche, dairyamente), más de 250.000 cornúpetas de color blanquinegro mantienen diálogos ocultos (para un posible bigdata vacuno, puede consultarse la cuenta de Twiter @cantasvacashai que tiene 2.982 seguidores y en donde se publica diariamente el número de vacas que hay por municipio y por habitante en Galicia, en concreto, tocamos a 0,20 vacas por habitante).
Pues eso es lo que nos estamos perdiendo y en lo que debiera haberse centrado el estudio, de qué va tanto parloteo. Podemos figurarnos que, dado el origen holandés (hoy Países Bajos) de la raza (originariamente procedente de la India y recriada por la tribu de Friesianos en la Era de Bronce) y su peculiaridad específica externa como tal, hablarán, sobre todo, de si tú eres más blanca o más negra y lo que ello influye en dar leche. Esto nos lleva a otras profundas reflexiones: conectando la raza con el origen, indoeuropeo, y con los colores, ¿Cuándo se es más holandesa? ¿Cuándo se encuentran más tapizadas de negro o de blanco? Lo podemos convertir en un muy galaico chiste sobre vacas: “Oes, Paloma (nombre constatado como más frecuente entre las vacas gallegas), e lojo ti, sendo holandesa, como es tan nejra?” (hablan con jeada porque estas viven en O Barbanza)
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Sentidiño
Pero seamos internacionales y pensemos como los chinos, que así les va de bien, pero adaptando su saber milenario a nuestra “indiosincrasia”: qué más da si la vaca es negra o es blanca, si caza ratones (es que las nuestras, hacen más cosas que solo dar leche). Sabemos ya, casi desde Darwin, que el tema de las razas es una caduca diferenciación fruto de la ignorancia de otras épocas, más preñada la discusión de cuestiones ideológicas que de sustento científico (hoy se habla de ascendencia, filiación o población). La “gente bien”, ni habla de ello. Son cuestiones que, por educación y por considerarse falsas, ni se mencionan. Casi, como hablar de dinero.
En cierta ocasión, paseando a su perro, un paisano se dirigió a Castelao y le dijo, “Qué fai vostede co can?”, “pasealo” le contestó con mucha convicción el prócer, a lo que el ruraleño lo iluminó con “pois aquí, na aldea, os cans, pasean solos”. No consta que sea cierto, pero literariamente, queda bien; y con el tiempo puede pasar de ser una fake news a convertirse en una anécdota que alguien trasladará como vivencia propia. Como ocurre con las razas.