Pedro y el lobo en el PSdeG
En un post muy anterior, de fecha 24 de noviembre, aventurábamos que, en el verano del año siguiente, estallaría la crisis en el seno del PSdeG. Pues bien, llegó el verano
Pues en este no tan “ferragosto” del presente año, al menos en Galicia, se nos abrió la veda antes de tiempo. En un post ya muy anterior, de fecha 24 de noviembre en 2020 y título El alma se serena (perdón por la auto cita), ya aventurábamos que, en el verano del año siguiente, estallaría la crisis en el seno del PSdeG. Pues bien, llegó el verano.
Temporada de caza.
Se publicó por parte de la Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda la Orden de Caza en Galicia donde se establece que la campaña abarca desde el 1 de agosto del 2021 al 31 de julio del 2022, aunque el momento hábil realmente para abatir piezas se va a extender desde el 17 de octubre hasta el 6 de enero del 2022, curiosamente, coincidiendo con el extendido período para la constitución del Congreso Autonómico del Partido Socialista de Galicia. Mientras tanto, las escopetas, en alto. Sabíamos de la habilidad del presidente Feijóo para gestionar tiempos y fechas, pero ¡tanto!
Hay novedades en este período de la anual debacle cinegética: se prohíbe la caza de la tórtola, un año más, en todo el territorio gallego y se abre la posibilidad de levantar la prohibición de cazar, así como de entrenar perros y aves de cetrería en varios municipios de las provincias de Lugo y A Coruña. Otra coincidencia…
Las especies de caza menor son relativamente conocidas: la becada, la liebre, el zorro, la codorniz y la paloma torcaz, pero, sobre todo, la agachadiza. Nueva confluencia cinegética…
En lo correspondiente a la caza mayor, dos tipos de especies serán el objetivo de los humeantes cañones escopeteros: cérvidos (corzo, ciervo, gamo, muflón y cabra montés) y montaraces (jabalí y lobo). Los primeros son precavidos, asustadizos y rara vez enfrentan; los segundos, conocedores de su fuerza y destreza, ofrecen peligro: el jabalí por su impredecible capacidad de cambiar de rumbo inopinadamente y el lobo por su comportamiento en manada, pero con un ataque inmediato a sus presas con resultado casi siempre mortal; a la yugular, siempre a la yugular.
Estrategias para cazar.
Apuntemos y nunca mejor dicho, a la caza mayor (esta clasificación depende de la envergadura del bicho; podríamos descuartizar la palabra “envergadura” como una pieza abatida más, pero es una tarea innecesaria, aunque jocosa). Las modalidades de caza para los tímidos astados son la batida, la montería y el rececho. En el caso de los peligrosos por astutos y taimados montaraces, hay diferencias: administrativamente, el jabalí es cazable, el lobo, no (salvo dispensa explícita en función de su número y condición). Estas dos especies, manifiestamente evitables, precisan de avezados cazadores, expertos en el comportamiento animal de irracionales habituados a mostrar no solo enfado sino también capacidad de lucha.
La caza de este tipo de bestias precisa no solo destreza y habilidad, sino también valentía y determinación. En el caso del jabalí, cinco son las formas de caza: en rececho (persiguiendo), a la espera (conociendo el terreno), yendo de montería (utilizando la sangre fría), al salto (apoyado en la cuadrilla) y en batida (preferentemente en el extranjero, por ejemplo, Madrid y aledaños).
En el caso de que sea posible abatir un lobo, los formatos de caza son distintos: las batidas o monterías no son muy eficaces, debido a las peculiaridades de estos cánidos salvajes. Otra fórmula es mediante loberas, acorralando al animal y guiándolo hacia un despeñadero, gracias al reclamo o concejo (seguimos con las coincidencias). La forma eficaz y contundente de cazar al lobo es “a la espera”, para lo que no vale cualquier cazador (o cazadora, eso sí), dada la absoluta necesidad de armarse, también, nunca mejor dicho, de paciencia. En este último caso, si se utilizan cebaderos, es decir, reses ejecutadas para que el lobo se acerque, el avisado cánido esperará a que otras especies, tales como el buitre y el zorro, se nutran de la res muerta, observando y circunvalando el cebadero todas las noches hasta sentirse seguro. Una vez que el lobo haya sido disparado, los expertos aconsejan que jamás nos acerquemos a un lobo malherido. Lo conveniente no es solo estar alerta, sino también descerrajarle un tiro teniendo mucho cuidado con los alrededores debido a que son cazadores en manada, algunos con pareja de por vida, resultando ser mucho más fieles que los humanos. Y a la yugular, siempre a la yugular.
Por ello, es más que seguro que, no teniendo experiencia en caza mayor, los que se aventuren a “pegar tiros” se ejerciten en la caza de especies menores. En algunas zonas de Galicia, la becada y la agachadiza suele ser objeto de prohibición su sacrificio. El zorro tiene períodos concretos de caza que son difíciles de recordar, con lo cual, a lo fácil: liebres, codornices y palomas torcaces. Y ¿Qué pasa con la pobre tórtola? Pues sabedora y creída, acastillada en su inmunidad, se muestra en los bosques de manera muy poco precavida. Y no habiéndose aplicado el refrán, “si en abril la tórtola no arrulla, ya puedes dar por perdida la cosecha”, la pobre granívora desorientada, como la suelen confundir con la más avisada paloma torcaz, acabará en el zurrón de los cazadores que no tuvieron la suerte de abatir una pieza de caza mayor. Necesitados de víctimas propiciatorias que mostrar, considerarán que, aun siendo caza menor, algo hay que llevarse para casa.
Como iniciábamos, abierta está la veda en el PSdeG y algunos tiros ya se van oyendo. La actividad de la caza tiene mucho de sabiduría y por ello finalizamos recordando un refrán de cazadores, muy a tiro, “Cazador que tira y no persigue, poco o nada consigue”. Más que resistencia, de la de Manual, persistencia.