Ojalá sea el mayor error
Miles de científicos advierten de que nuestra especie corre el mayor y peor peligro de todos: su extinción
En mis dos décadas de investigación social demoscópica, los éxitos o resultados se solían medir por el grado de “acierto” en las predicciones, análisis y demás informaciones que recogíamos en nuestros informes. Aunque discrepo de esa forma de ver y evaluar este tipo de trabajos, el mercado, la opinión pública y demás agentes sociales están acostumbrados a ello, como resulta emblemático en el consabido día después de las elecciones y los correspondientes titulares de si las encuestas fallaron o no.
Pero la realidad social es muy difícil de medir y de determinar, ya que son múltiples e inabarcables las variables que intervienen. Aunque con los metadatos ese hándicap se vaya estrechando cada vez más, de todas formas, todavía estamos muy lejos de tener predicciones sociológicas totales o infalibles. Solo hace falta pensar en las meteorológicas, ver cómo estamos al respecto y extrapolarlo a nivel social, para comprender el estado en que nos hallamos en los análisis sobre el devenir humano.
Con estas referencias pretendo situarnos en el contexto actual donde el fenómeno conocido como cambio climático supone la mayor alarma, amenaza, catástrofe, abismo existencial y demás horrores conjuntos que hayamos tenido y/o podamos imaginar. De hecho y por ejemplo, la Doctora Marcia McNutt, 22ª presidenta de la Academia Nacional de Ciencias en EE.UU. y exeditora jefe de la revista Science, ha escrito que incluso las predicciones más optimistas sobre estos impactos acumulativos son terribles.
Actualmente no hay solución para nuestra extinción
El caso es que, como se puede leer en esta sección, donde -por activa y por pasiva- he ofrecido datos, informaciones, análisis y demás contenidos al respecto, pensaba que tenía una visión muy pesimista de la situación. Pero al escuchar a Gail Bradbrook, Doctora en Biofísica Molecular y una de las creadoras del movimiento Rising Up, del que deriva Extinction Rebellion y Scientific Revolution, quizás y por desgracia mis predicciones se queden incluso cortas.
La cuestión es que actualmente no hay solución para nuestra extinción. No lo digo solo en base a las opciones que analiza y descarta la propia Doctora Bradbrook, sino por algo que me ha hecho “tirar la toalla”, como se suele decir en términos pugilísticos. Me refiero a unas declaraciones recogidas en el documental de Kevin Anderson, Profesor de Energía y Cambio Climático de la Universidad de Manchester y Subdirector del Centro Tyndall para la Investigación sobre el Cambio Climático, sobre la inacción de los gobiernos, los fraudes tecnocráticos para mitigar la situación, supeditar esta a remedios milagrosos inexistentes y, sobre todo, me llamó la atención que dijese que “nos replantearemos antes la física que el modelo económico”.
Esto es, y dicho desde una perspectiva histórica, la humanidad está “enganchada” al dinero, al consumo y al materialismo; igual que un/a drogadicto/a a la correspondiente sustancia adictiva. Además de las referencias remotas que ya nos remiten al bíblico “becerro de oro”, todavía vigente, dos simples síntomas de ello pienso que son suficientemente elocuentes al respecto: mientras que casi todo el mundo quiere tener más, prácticamente nadie apuesta o se conforma con menos; así como también, seguramente, todos preferimos estar en el grupo del 1% de personas más ricas del mundo, que entre el 99% restante para igualarlas en renta. A ver cómo nos “desenganchamos” de este modelo económico, cosmovisión y estilo de vida, que nos están conduciendo a la extinción, como en el mundo de las drogas. En esta analogía, la “metadona” o posible tratamiento podría ser la economía circular; pero las “dosis” actuales y/o la voluntad de aplicarla no mitigan ni hacen variar los peores presagios.
Otra referencia que me dejó helado, por lo que indica sobre qué está pasando, ha sido cuando esta científica cuenta que fue invitada a dar una conferencia a un selecto grupo de todopoderosos ricachones, para lo que le pagaban la mitad de su sueldo anual. Al hablarles comprobó que no atendían ni se interesaban por lo que estaba diciendo, pues lo que querían era que les respondiese y resolviese una serie de cuestiones existenciales, mejor dicho “postextincionales”. Entre otras, el dueño de un gran fondo de inversión le dijo que ya tenía preparado un búnker con todo lo necesario (alimentos, armas, etcétera), pero que no sabía cómo garantizar que sus empleados le siguiesen obedeciendo tras el posible desastre planetario, o que cómo podía conseguir sus propósitos al ya no tener valor el dinero, o qué es lo que iba a dominar el mundo humano que lograse sobrevivir. Para decirlo de otra forma más gráfica, parece que el futuro de nuestra especie sigue más el guion de películas como Mad Max o Waterworld que de Blade Runner o el mundo orwelliano de 1984.
Los deshielos de Groenlandia y partes del Ártico y Antártico ya son irreversibles
Seguramente pareceré alarmista, pero prefiero equivocarme a no decir lo que pienso como analista social y ser humano en este trascendental panorama. Es más, considero que lo irresponsable sería no hacerlo. Tampoco me amparo en que en esta misma sección he adelantado resultados y análisis del propio organismo de la ONU encargado del cambio climático, al que además las presiones políticas y económicas han frenado, ya que los datos reales son todavía peores, como se muestra en el documental.
Ni siquiera voy a apelar a que los deshielos de Groenlandia y partes del Ártico y Antártico ya son irreversibles, así como que como varíe alguna de las corrientes marinas importantes, tal y como está ocurriendo en parte, este planeta puede cambiar en pocos días; más todos los demás síntomas más o menos descritos: afloramiento del permafrost, emisiones de dióxido de carbono y de metano, contaminaciones, extinciones de especies, acidificación de los océanos, deforestaciones, subida de los niveles marinos, desertificaciones, empobrecimiento del suelo, etcétera. Asimismo, no me paro en las consiguientes migraciones, hambrunas, guerras, totalitarismos y demás aberraciones humanas de todo tipo, ya en marcha.
También podría ser oportunista y reivindicar mis predicciones y contenidos aquí descritos al respecto, basándome en esta nueva ola de altas temperaturas, los fortísimos incendios forestales o las muertes por golpes de calor que se están produciendo (1.000 solo en diez días en España). Incluso, cuando ya tenía escrito el artículo, podría señalar que el periódico de mayor tirada nacional tituló en primera plana este domingo: “El clima ruge en un mundo en crisis”, aludiendo a que se “evidencia la realidad de un cambio climático que avanza a un ritmo desbocado”; incluyendo una página con el titular “Olas de calor: lo peor está por llegar”.
Tampoco recurriré a casos concretos, como que en Gran Bretaña sea la primera vez que se alcanzan los 40º (llegando a derretir semáforos y torcer vías de tren). O la desecación de México observada por la NASA, que muestra la presa Cerro Prieto (en Nuevo León) al 0.5 por ciento de su capacidad, que es de 393 millones de metros cúbicos; cuando el año pasado este mismo organismo ya advertía que el 85% del territorio mexicano se enfrentaba a condiciones de sequía. O que haya saltado la alarma en Francia “ante una sequía que afecta a casi todo el país”, con 86 departamentos que “sufren restricciones para paliar la falta de agua”. Mientras que, por estas fechas, el año pasado eran las inundaciones y muertos en Alemania, o los incendios en Siberia y Norteamérica, los que eran noticia.
Simplemente me limito a indicar una información disponible y que pienso debemos saber: la que se puede ver y escuchar en Camino a la extinción y qué hacer al respecto (con subtítulos en español), en este enlace. Son solo 50 minutos dentro de nuestro tiempo existencial; después, que cada quien saque sus impresiones y conclusiones, pero que no sea por desconocimiento. Además, recuerdo que no fueron las ideologías, los ejércitos, los lobbies, los credos, los emporios, las empresas, los negocios, los bancos ni ninguno de los líderes sociales de ningún tipo (desde reyes a famosos, pasando por dirigentes o políticos) los que nos han salvado de la reciente pandemia por la Covid, sino la ciencia. Como también somos miles los científicos que estamos advirtiendo de que nuestra especie corre el mayor y peor peligro de todos: su extinción.
Lo digo con toda mi fuerza mental y todo mi deseo: ojalá que estas previsiones supongan el mayor error científico de toda nuestra (¿corta?) existencia; porque, a estas alturas, esa improbable equivocación casi supone la única esperanza que tenemos.