Ni historia, ni biología, ni inglés
La guerra civil es una muestra clamorosa de cómo se puede salir de la educación institucionalizada sin tener ni remota idea del acontecimiento más importante de la historia de España en el siglo pasado
Mi vecino Álvaro va a acabar el bachillerato sin haber tenido una sola clase dedicada a la guerra civil. Mucho Neolítico y poco siglo XX. Va servido de sintagmas y determinantes posesivos, pero escaso de lectura y escritura. Y si añadimos su estrambótico “aprendizaje” en inglés de huesos, músculos, aparatos del cuerpo humano o accidentes geográficos sin el mínimo control del léxico necesario, es fácil deducir que él, como miles de estudiantes de su promoción, abandonan el sistema educativo regular con graves lagunas en su formación. Cualquier padre con hijos o hijas en edad escolar puede aportar más ejemplos de disparates o evidentes disfunciones de los programas y contenidos de la ESO y del bachillerato.
Pongo el ejemplo de la guerra civil porque es una muestra clamorosa de cómo se puede salir de la educación institucionalizada sin tener ni remota idea del acontecimiento más importante de la historia de España en el siglo pasado. Un acontecimiento que implicó directamente a sus abuelos y bisabuelos y que sigue muy presente no sólo en las memorias familiares, sino también en los escenarios políticos del día a día. Conocer lo que pasó en la guerra civil (causas, desarrollo, consecuencias, ganadores, víctimas…) es imprescindible para entender muchas claves del debate político actual y de la construcción del sistema democrático por el que nos regimos desde el final del franquismo.
Un día me encontré a mi vecino memorizando en inglés, a lo bestia, definiciones elementales sin saber su traducción
Es, sí, un error soberano, dejar a nuestros adolescentes en la inopia en un asunto tan nuclear de nuestra historia. O, lo que es peor, dejar que se construyan su imaginario a partir de chascarrillos, memes, opiniones de cualquier ídolo indocumentado o comentarios del/de la influencer de guardia.
Algo estamos haciendo muy mal y no parece que la nueva reforma educativa lo vaya a arreglar, porque no sólo los historiadores, sino también economistas, biólogos y otros profesionales difunden estos días su malestar por el reparto de las horas que les tocan en el nuevo currículum de ESO y bachillerato.
Un día me encontré a mi vecino memorizando en inglés, a lo bestia, definiciones elementales sin saber su traducción. Se habla poco de ello, pero también algún día habrá que abordar el disparate de pretender que niños y niñas con un precario conocimiento de inglés, cursen (es un decir) materias completas, fundamentales, en un idioma que no es el suyo. Ni gallego, ni castellano. De tal forma que, al acabar, ni saben cómo es el funcionamiento celular, ni saben inglés. Quizás este no sea el camino idóneo para aprender biología, ni para aprender inglés. Ya hay hornadas suficientes de alumnos y alumnas para sacar conclusiones y admitir la cruda realidad.