Modelo Goliat
Nuestro modelo de pautas culturales se puede denominar e identificar más con Goliat que con David, ya que se caracteriza porque idealizamos al héroe pero preferimos al fuerte
El modelo cultural humano queda bien reflejado en el último capítulo global que estamos padeciendo ahora con la pandemia de la Covid-19. Nuestra todopoderosa cultura y maquinaria tecnológica y económica, todo un Goliat que consideramos superior a cualquier cosa conocida, en cambio puede verse en entredicho por un minúsculo y microscópico ser. En este caso la figura de David la representa un virus, uno de los múltiples microorganismos que Master Naturaleza ha creado y que, como todo lo que ha venido haciendo, tendrá su razón de ser. Pero en nuestro característico comportamiento abusivo, tanto entre nosotros como -sobre todo- con el entorno, por millonésima vez hemos invadido espacios vitales que no nos corresponden, como puede ser en este caso el de la vida de los murciélagos, bien para comerlos o para manipular su reservorio vírico en laboratorios. Algo que no es puntual sino, más bien, característico y que nos ha llevado también a contagiarnos (ébola, sida, etc.) con virus de gorilas y de otras especies; por no hablar ahora de la peste y otras plagas que, más que por castigo divino, tienen mucho que ver con los continuos desequilibrios y desmanes que venimos produciendo en nuestro paso por este mundo.
El relato y mito de David contra Goliat, al que todavía se recurre mucho, generalmente pretende reivindicar y ejemplificar el valor de la motivación y la causa ante los retos, por muy grandes que estos sean o parezcan. Algo que se viene repitiendo también desde hace mucho tiempo en otras múltiples manifestaciones culturales y bajo el mismo esquema de que lo teóricamente débil puede vencer a lo aparentemente más fuerte. Sin embargo, supone otro característico contrasentido existencial de nuestra especie y, por ende, de los individuos que la componemos.
El modelo cultural humano queda bien reflejado en el último capítulo global que estamos padeciendo
Además de batallas (Termópilas, Gaugamela, etc.), monumentos (columna de Trajano, arco del triunfo de Napoleón, etc.), así como proezas y heroicidades que llenan las historias, tanto nacionales (el Cid Campeador) como locales (María Pita), en este modelo cultural humano también encaja nuestro exacerbado materialismo, en el que ensalzamos lo loable (igualdad, educación, salud, etc.) pero, en cambio y preferentemente, no actuamos en pro de ello sino que nos mueve más el interés crematístico y particular. ¿Quién no prefiere ser antes Bill Gates que el Dalai Lama? Algo que también recoge otra referencia bíblica, y por tanto muy antigua: la sempiterna adoración por el ya en su día llamado “becerro de oro”, que viene a representar el materialismo puro y duro, el cual todavía sigue vigente hoy en día y que nada tiene que ver tampoco con el modelo natural ni con el ideal del humilde pastor (después rey y profeta en el judaísmo, el cristianismo y el islam) que con su honda derrotó al gigante.
Asimismo, este modelo también se puede aplicar al ámbito de las creencias, donde las deidades se representan y suponen gigantescas e indiscutibles referentes de todo; mientras que sus correligionarios parece que hacen lo contrario, como por ejemplo predicar la paz haciendo la guerra (cruzadas, yihads, colonizaciones, etc.), así como en los casos de abusos y violaciones de los derechos humanos o en la ambición y acumulación de poder y riqueza, a pesar de que religiosamente resulta más difícil que un rico alcance el cielo que un camello pase por el ojo de una aguja.
Nuestro modelo de pautas culturales se puede denominar e identificar más con Goliat que con David
Bajo este planteamiento esquemático también encajan hechos tan incomprensibles como votar mayoritariamente por Hitler o Trump, auténticos villanos de nuestra historia y creadores, respectivamente, de los campos de exterminio y del desprecio continuo por el entorno o el diferente; mientras que después hacemos héroes a Ana Frank o a George Floyd.
En definitiva y de manera simbólica, nuestro modelo de pautas culturales se puede denominar e identificar más con Goliat que con David, ya que se caracteriza porque idealizamos al héroe pero preferimos al fuerte. Todo ello, además, sin apenas referencias femeninas, cuyo papel de heroínas -más práctico y natural- pasa desapercibido en el día a día y sin casi alusiones ni construcciones culturales que lo resalten ni lo pretendan perpetuar, tal y como venimos haciéndolo; algo que puede ser una muestra más de la caduca cultura del patriarcado que vienen denunciando los movimientos feministas.
Bajo este planteamiento también encajan hechos incomprensibles como votar mayoritariamente por Hitler o Trump
Todo lo cual nos plantea otro de nuestros grandes contrasentidos existenciales que, en buena lógica, conviene analizar y tener en cuenta para procurar corregirlo. Siendo también una demostración más de lo que vengo a decir tanto en esta serie de artículos, bajo el título genérico de Economía Natural, como en mis libros sobre el tratado de nuestra especie, más concretamente en Guía existencial para (el) ser humano, sobre la orientación equivocada que tenemos en nuestro devenir, principalmente al vivir de espaldas e incluso enfrentados al entorno y creer que podemos hacerlo básicamente desde nuestra burbuja cultural; algo que las ciudades retratan muy bien, así como todo nuestro orden de valores, de creencias, social o económico, como acabo de referir.
Cuando el respeto a la vida venza al Goliat y al becerro de oro en nuestros valores y modelo sociocultural, y no haya guerras, penas de muerte, extinciones, maltratos, etc., entonces nuestra especie alcanzará la madurez y el sentido correspondientes y adecuados en nuestro devenir existencial, también a escala personal.