Mala vida
El hecho de que tres de cada cinco personas perciban la vida sobre todo como una lucha y casi una de cada seis sufra ese proceso, como señala el “Índice de Evaluación de Vida” del Instituto Gallup, no es para estar precisamente ni orgullosos ni satisfechos
El título de este artículo no trata de ninguna película o novela, aunque posiblemente la información que contiene daría para ello, cuando no para un documental. Aquí abordo la información del “Índice de Evaluación de Vida”, que cada año, a nivel mundial y desde 2005, lleva a cabo el Instituto Gallup. Una medida desarrollada para evaluar el bienestar subjetivo o la felicidad de las personas en diferentes países, para lo que se basa en una serie de factores como la salud, el bienestar emocional, la seguridad financiera y la satisfacción laboral.
Este índice se considera valioso porque proporciona una perspectiva global sobre el bienestar subjetivo y permite comparaciones entre países y regiones a lo largo del tiempo. Además, ayuda a comprender mejor los factores que influyen en la calidad de vida de las personas, tanto a nivel individual como a nivel de políticas públicas. También, los investigadores y responsables de la formulación de políticas pueden utilizar esta información para diseñar intervenciones y estrategias que mejoren la calidad de vida de las personas.
La metodología de este Índice de Evaluación de Vida se basa en pedir a las personas que sitúen o valoren su existencia en una escala, en la que la categoría más baja representa la peor vida posible y la más alta la mejor. Esas categorías están numeradas del 0 al 10, según la “Escala de autoevaluación percibida de Cantril”, para intentar medir el esfuerzo vital de cada persona, para lo que la gente entrevistada califica en qué situación existencial se encuentran hoy y en cuál esperan estar dentro de un lustro.
En Gallup clasifican como vida próspera la de aquellos que la evalúan actualmente con un 7 o más y su vida anticipada en cinco años con un 8 o más. Mientras que quienes califican su vida actual y la anticipada en cinco años con un 4 o menos se clasifican como vidas sufridas. Y aquellos que no están sufriendo ni son vitalmente prósperos se considera que su situación es una lucha con las circunstancias en que viven.
A nivel mundial, Gallup ha hecho estas evaluaciones de vida en al menos 100 países y zonas geográficas, registrando los altibajos de cómo las personas han visto sus vidas a través de grandes problemas y cambios, incluidos eventos como la Gran Recesión o crisis del 2008, el Brexit, las “primaveras árabes”, la pandemia del Covid-19 o la guerra entre Ucrania y Rusia.
Desde que este instituto demoscópico comenzó a sondear esto en 2005, el porcentaje de la población mundial que califica sus vidas lo suficientemente alto como para ser consideradas como prósperas ha oscilado entre un mínimo del 21% en 2009 y un máximo del 29% en 2020. En el último informe, recientemente publicado, según este Índice de Evaluación, a nivel mundial, las personas califican sus vidas actuales y futuras esperadas como prósperas en un 27% de los casos, como una lucha en el 58% y que están sufriendo el 15%.
Por tanto, se puede decir que existencialmente seguimos emitiendo un balance general de nuestra especie bastante decepcionante. Sobre todo, si tenemos en cuenta todos nuestros “adelantos”, “comodidades”, tecnologías, formas de comunicación e información, etcétera. Al menos pienso que el hecho o dato de que tres de cada cinco humanos perciban la vida sobre todo como una lucha y casi una de cada seis sufra ese proceso, no supone nada para estar orgullosos ni satisfechos. Mientras que el dato que invita a la esperanza sea que algo más de la cuarta parte de la población mundial está vitalmente satisfecha; sin embargo, hay que reconocer que estamos bastante bajos en este indicador y que podía y debía ser o estar mejor.
Si a esto añadimos otro de los estudios anuales que lleva a cabo Gallup, el “Informe de Emociones Globales”, que mide las experiencias positivas y negativas de las personas en todo el mundo, desde el año 2006, entonces la visión y estado de nuestras vidas resulta verdaderamente preocupante. Como ya escribí aquí mismo al principio de este año, en el artículo “El desencanto del mundo”, resulta que hemos llegado al nivel más alto de preocupación, estrés y tristeza; así como también al menor índice de motivos de alegría o de experiencias positivas. En este caso, el informe señalaba que el aumento de la infelicidad global tiene cinco causas principales: pobreza, sociedades en conflicto, hambre, soledad y falta de un trabajo adecuado.
Por lo que conocemos los síntomas, sabemos las causas, pero resulta que apenas se hace nada en conjunto para mejorar esta “mala vida” en la que estamos inmersos a nivel o escala general. Sobre todo, teniendo en cuenta que, básicamente, el estado actual de nuestra existencia como especie depende de nosotros mismos. Eso sí, de algunos –con mayores responsabilidades, poderes, etcétera– más que de otros.