Luis Tosar o la negación del contexto
Tosar pertenece a esa estirpe de actores que ya forman parte de la leyenda de los intérpretes confundidos con el mismísimo oficio de actuar
De niños aprendíamos que las formas de los verbos copulativos (Uy!, perdón, hay que tener cuidado, dados los tiempos que corren…), eran tres, ser, estar y parecer. Los verbos copulativos tienen como función unir, conectar, incluso, siendo esa su genealogía, convertirse en gancho, puente o vínculo. Y en Luis Tosar se dan las tres formas verbales en uno, un trino tan evidente que cada vez que aparece en pantalla, sabemos que la película se convierte en suya y que engancha. Será porque es de Cospeito (Lugo), siempre está y se nota, parece lo normal que esté y que sea él. La naturalidad, a fuerza de habitual, convertida en lo cotidiano.
Elogio de la normalidad
Ya hay que ser osado y mantenerse incontestado tanto tiempo en las cuatro ‘cs’ de su oficio, en esa conciencia colectiva común cinematográfica que es el cine español, con la misma apariencia desde su primera aparición en pantalla allá por el 1997 habiendo nacido en Lugo. Lo dice el refrán, “muller da Coruña, besta de Lugo e home santiagués, a merda os tres”. Pues no, con Tosar, aunque eso sí, animal de escena, eso no ocurre. Él es parte de nuestro mobiliario emocional y una vez que asoma en una película, nos parece lo normal; como no, es Tosar, no hay película importante en el cine español en la que él no esté o debiera estar. Sus nominaciones, que superan incluso su edad, por otra parte indescifrable porque los personajes de Tosar siempre tienen la misma edad, la que tenemos los espectadores cuando nos reconocemos en sus caracterizaciones por reales y cercanas, se convierten en una cantidad de premios difícilmente comparables con cualquier otro actor. Quizás el más adecuado y justo haya sido el “Almería, Tierra de Cine”, otorgado a “su trayectoria, trabajo y… personalidad”.
Además de actor, es productor, doblador, cómico en trio, cantante, involucrado social y políticamente, pero siempre con ese mismo tono, similar a su voz, reconocible en cuanto lo oyes
El problema es el contexto
Luis es el entorno o el entorno es Tosar. Ahora que está tan de moda achacar la culpa de los malentendidos al contexto, y sino, que se lo digan a la, esperemos, simpar Tamara Falcó o al nuevo grupo musical “Los berreantes del Elias Ahuja”, Luis no necesita excusas, crea el suyo convirtiendo y confundiéndose con el ruido de fondo de manera natural, siempre ahí, como parte inevitable del paisaje. Además de actor, es productor, doblador, cómico en trio, cantante, involucrado social y políticamente, pero siempre con ese mismo tono, similar a su voz, reconocible en cuanto lo oyes. Su camaleónica capacidad de mimetizarse es tal que, incluso, forma parte de un grupo musical de nombre, por supuesto en gallego, “Di Elas» compuesta por varones que solo interpreta versiones de temas elaborados por mujeres. Podría decirse que su timbre formaría parte del sonido ambiente de un bar y no nos inmutaríamos al escucharlo. “¡Mira quién está allí sentado!, Ah, sí, es Luis, Luis Tosar; ¿quieres que te lo presente?”. Lo normal. De tan normal que es y parece que hasta dejó de fumar “a pelo” para no ser un mal ejemplo para su hijo León, como haría cualquiera.
“Tuve suerte, porque a mí, el éxito, me llegó tarde”
Tosar pertenece a esa estirpe de actores que ya forman parte de la leyenda de los intérpretes confundidos con el mismísimo oficio de actuar. Como un Humphrey Bogart patrio, sus personajes son él y él sus personajes; gajes de impregnar con su impronta. Tanto es así, tal es su compenetración con el oficio de ser otro, de parecer otro, que hasta comparte una afición con Harrison Ford por la carpintería y el bricolaje. Sin ir más lejos, Siniestro Total le dedicó una canción, titulada, como no, Luis Tosar, parodia del Michael Caine del grupo inglés Madness; más cinematográfico, imposible, enganchando música y cine, muy Tosar.
De fundamento marista, lo aprendido en una infancia lucense trasterrada desde Xustás, lo convirtió en un disciplinado cómico que no olvida su pasado como payaso en fiestas infantiles, transmutándose después en un perverso Malamadre o en Rafa, el abogado activista anti desahucios, su elogiada última salida al escenario, muy alejados papeles de la gracieta facilona e inofensiva, del tartazo evidente e histriónico. El tiempo todo lo cura, sí, pero no amaina ni contiene su deseo de un mundo más justo y un manifiesto anhelo de lo mejor para esta tierra que es la suya y que siempre defiende a pesar de un cierto desencanto con procederes políticos que entiende, como muchos otros más como él, al menos, como poco normales. Como decía mi suegro con mucha ironía, “sí, soy de Lugo, pero no es culpa mía”. Pero Tosar, Luis, es, está y lo parece.
Coda: “Un gallego de Lugo envía un telegrama a su hijo que vive en Caracas. “¿Vienes o voy?”, a lo que el hijo responde, por la misma vía, “Sí”. Ante la indeterminada respuesta, el padre insiste, “¿Sí qué?” El hijo, impertérrito, cierra la comunicación con un definitivo telegrama: “Que sí”.