La llave para cerrar la dependencia energética
El “no” dogmático a las grandes instalaciones renovables no tiene ninguna justificación en la nueva realidad en la que nos hemos despertado y pone en peligro el futuro político, económico y climático de Europa
Rara vez somos conscientes de la magnitud de los procesos históricos que se despliegan a nuestro alrededor. Son los acontecimientos realmente impactantes y traumáticos para la consciencia colectiva los que nos permiten comprender cuando nos encontramos ante un momento de inflexión histórico. A esto se refería la ministra de Asuntos Exteriores alemana, Annalena Baerbock, la mañana del 24 febrero tras conocer la invasión rusa de Ucrania cuando decía que “hoy nos hemos despertado en un mundo diferente”.
Transición energética y geopolítica
Estos puntos de inflexión históricos conllevan cambios de paradigma que alteran el debate social, económico y medioambiental de forma radical. El ejemplo más evidente es la política de seguridad y defensa europea que está viviendo un giro de 180 grados y sin precedentes desde la segunda guerra mundial.
El suministro energético siempre ha estado estrechamente vinculado a la soberanía de Europa, aunque no hayamos sido conscientes
Este vuelco afecta de la misma forma a la política energética de Europa. Es evidente que el debate indeciso sobre la transición energética que nos hemos permitido hasta el momento debe cambiar radicalmente por el simple hecho de que nuestra realidad energética ha cambiado repentina y preocupantemente.
El problema es que la transición hacia las renovables siempre ha sido más que una cuestión puramente climática, el suministro energético siempre ha estado estrechamente vinculado a la soberanía de Europa, aunque no hayamos sido conscientes. Al ignorar este hecho y aplazar la implementación de las renovables hemos permitido que nuestra inacción cree una dependencia del gas ruso que hoy nos pasa una cara factura energética, económica y ética.
Dilemas energéticos y éticos
Europa le ha entregado las llaves de su soberanía energética a Rusia, país que tiene un gran poder sobre el suministro y, por lo tanto, nuestra economía y forma de vivir. El no abastecer la demanda europea con generación propia, sobre todo con fuentes renovables, aboca a Europa a la contradicción de tener que importar energía por vías alternativas (con la elevada contaminación que esto implica) o seguir consumiendo el gas ruso, siempre que el Kremlin no decida cerrar la llave del suministro. Es preciso mencionar, además, la nueva fragilidad de la importación de gas desde Argelia, alternativa que tanta tranquilidad daba hasta el reciente cambio de rumbo político en la cuestión del Sáhara Occidental.
Aquí nace la grave contradicción ética ante la invasión de Ucrania que suponen las sanciones internacionales al poder económico de Rusia acompañados al mismo tiempo por un continuado consumo de su gas, petróleo y carbón que ya han aportado 9.500 millones de euros a las arcas rusas desde el inicio de la guerra. Por lo tanto, la UE condena la agresión militar que ella misma continúa financiando. Esto demuestra de forma dolorosa cómo la dependencia energética limita la libertad europea de actuar a nivel internacional de acorde a sus valores democráticos a escala internacional.
La apuesta decidida por las renovables, única posible salida
La dependencia de Rusia se ha generado paulatinamente hasta la mañana en la que el shock de la invasión rusa nos ha hecho entender la gravedad de la situación. Por eso, la UE está actuando con urgencia y ha marcado el objetivo razonable de poner fin a las importaciones rusas en 2027. Para poder cumplir tanto con este propósito como con los compromisos climáticos adquiridos existe una sola salida viables: la firme y decidida apuesta por las energías renovables.
Es evidente que un sistema 100% renovable, interconectado y con capacidad de almacenamiento es la aspiración a la que Europa ha de tender a la mayor celeridad, y justo esto debería servir de motivo suficiente para agilizar los trámites administrativos y los cuellos de botella a los que se enfrentan muchos proyectos de energía solar, la eólica terrestre y, sobre todo, eólica marina, como por ejemplo la aprobación de espacio habilitados para su implementación (los conocidos como POEM).
Las instalaciones de parques solares y eólicos con gran capacidad de generación eléctrica son la mejor oportunidad para tomar las riendas del futuro energético de Europa. Lo vemos en Francia, país que acaba de lanzar el segundo concurso para la implementación de un total de 500 megavatios de eólica marina flotante en su costa mediterránea. También ha marcado el objetivo de implantar 50.000 megavatios de eólica marina hasta 2050, lo que equivale a 2.000 megavatios nuevos cada año. El “no” dogmático a las grandes instalaciones renovables no tiene ninguna justificación en la nueva realidad en la que nos hemos despertado y pone en peligro el futuro político, económico y climático de Europa.
La mañana de la invasión rusa en Ucrania, Europa aprendió una dura lección: tendrá que hacer en tiempos de guerra lo que no anticipó en tiempos de paz. Si Europa no se defiende, nadie lo va a hacer por nosotros; si Europa no asegura su suministro energético, nadie lo puede hacer por nosotros. Queda más claro que nunca que las energías renovables son la principal llave para cerrar la dependencia del gas y asegurar la soberanía energética de Europa