La fórmula mágica que todos tenemos
Los cómics de Astérix y sus aventuras con Obélix son conocidos por todo el mundo. Y uno de sus componentes y atractivos especiales es la pócima mágica que el druida Panorámix prepara, bajo la fórmula que solo él conoce y que es capaz de dar una fuerza descomunal. Gracias a ello y entre otras ventajas, la aldea de estos galos se ha mantenido a salvo e independiente del dominio del Imperio Romano, en la época en que se desarrollan estas historietas.
Ni que decir tiene que casi todos los que hemos leído y recreado nuestra vista e imaginación con estas viñetas hemos esperado y confiado en esa pócima a la hora de asegurar la buena resolución de las aventuras que Albert Uderzo y compañía han creado. Lo mismo que pasa o se podría decir con respecto a los superpoderes de prácticamente todos los superhéroes de nuestro imaginario colectivo, desde los tiempos antiguos de Hércules y demás referencias mitológicas, a las modernas ficciones como Superman o el llamado “Mundo Marvel”, pasando por las fantasías de Alicia en el país de las maravillas (muy referenciadas) o las más actuales e igualmente exitosas de Harry Potter.
Este deseo de sobrepasar nuestros límites está estudiado y forma parte intrínseca de nuestra forma de ser. Pero de lo que aún no somos conscientes ni asumimos culturalmente todavía es que todos tenemos una fórmula especial con que la naturaleza y la evolución han dotado a nuestra especie. Quizás haciendo de druida de las ciencias sociales, esto es lo que descubrí y escribí en Animal de realidades (2019); mientras que, por otro lado e independientemente, mi “formulación” se ha visto recientemente corroborada por una investigación internacional y multidisciplinar publicada en Nature (“Evolution of genetic networks for human creativity”).
En concreto, resulta que tenemos 267 genes únicos, es decir, que ninguna otra especie ni ser en este planeta cuenta con ellos; los cuales, y esta es nuestra “kriptonita”, nos dotan de una cualidad también única: la capacidad de idear. La cual casi se puede calificar de superpoder, no solo porque nos caracteriza e identifica como especie e individuos, sino por cómo opera. El equipo de investigación que lo ha constatado, integrado por especialistas en antropología, genética o inteligencia artificial, ha informado de que estos genes también están relacionados con nuestra sociabilidad y el lenguaje; mientras que, por mi parte, voy más allá y mantengo que han dado lugar a nuestra cultura en general. El caso es que, además de la demostración científica de que esa es nuestra esencia identitaria evolutiva como especie e individuos, también el artículo referido y mi libro han coincidido a la hora de señalar que, posiblemente, esta capacidad creativa o de ideación ha sido la que nos traído hasta aquí y, por ejemplo, no a los neandertales, más fornidos y con un cerebro más grande.
Los 267 genes únicos es lo más real y cercano que tenemos a unos superpoderes
La cuestión o por eso, esta cualidad propia e innata es lo más real y cercano que tenemos a unos superpoderes, pues no hay nada que iguale o se pueda comparar a sus efectos y resultados. Algo que, además, no para de evidenciarse, tanto a la hora de encuadrar anteriores aportaciones científicas de todo tipo, como las del fundador de la psicología funcional William James cuando sentó las bases del “yo extendido”; hasta lo que aportan investigaciones como la que acaba de publicar la revista NPJ Science of Learning, “The neuroscience of advanced scientific concepts”, sobre cómo nuestro cerebro gestiona los conceptos más avanzados, en concreto “la proeza de asimilar conceptos que no habían surgido de la experiencia perceptiva [las realidades a las que aludo en mi definición] para desarrollar nuevas habilidades y conocimientos”; siendo que esta misma investigación, procedente de la Carnegie Mellon University (Pittsburgh, Pennsylvania), se refiere a “trucos” o “secretos” de las capacidades del pensamiento humano: “como lo ha hecho repetidamente el avance de la civilización al capacitar a los pensadores creativos para que desarrollen nuevos conocimientos e invenciones, mediante la construcción o la reutilización de las capacidades inherentes de procesamiento de información del cerebro humano”.
Como aclaro en mi libro, no se trata de la habilidad para inventar, ni del famoso “eureka” de los descubrimientos. Repito que son 267 genes que tenemos todos los Homo sapiens y que, hasta ahora, hemos empleado mayoritariamente de forma inconsciente y automática, como cuando respiramos. La capacidad de ideación es lo que nos caracteriza, tanto a nivel de especie como individual, y para descubrirla y ponerla en valor tenemos que obviar dos de nuestras dimensiones existenciales, la corporal y la sociocultural, para saber qué somos y qué nos define sin esas referencias físicas o identitarias, es decir, más allá del género, la edad, nuestros roles, estatus social, títulos, posesiones, etc. Como todo, es cuestión de ponerse a ello, de prestarle interés y atención.
De hecho, si se extendiese este conocimiento y se ejercitase conscientemente esta capacidad innata, el potencial de nuestra especie aumentaría no de forma lineal sino exponencial. Lo que, traducido a la práctica y en estos momentos que se habla de apagón, del gran atasco, de colapso, crisis, pandemias, guerras frías y calientes, cambio climático y demás problemas del panorama actual, pienso que el estudio y desarrollo de este superpoder natural sería y actuaría como la fórmula mágica en la ficción.
En una reciente entrevista radiofónica a Jean-Yves Ferruno, guionista de los cuatro volúmenes anteriores y de la nueva aventura “Astérix tras las huellas del Grifo”, resulta que es la primera vez que el protagonista no recurre a la pócima mágica. Lo que me ha llevado a imaginar que, quizás, de nuevo la ficción vaya por delante y puede que el héroe galo haya descubierto y desarrollado su capacidad de ideación y ya no le haga falta más la fórmula mágica porque, como Obélix al caer en la marmita de pequeño, la tiene permanentemente.
PD: Con el artículo ya listo, este martes un periódico nacional ha publicado a doble página sobre el cambio climático, en la par unas declaraciones de Barack Obama en la cumbre COP26 en Glasgow y en la impar, precisamente, sobre el estreno de las nuevas aventuras de Astérix y también de Mortadelo y Filemón, ambas versando sobre el mismo tema ecológico. Me interesó más leer la página impar, quizás porque pienso que el gran Francisco Ibáñez tiene más desarrollada la capacidad de ideación que el expresidente de los EE.UU.