Justrizas

El termino "justriza" se caracteriza por la imposición de ideas, creencias y formas de ver y entender las cosas, independientemente o incluso haciendo trizas lo que es o no justo

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El gran politólogo, filósofo e historiador de las ideas Isaiah Berlin (1909-1997), considerado uno de los principales pensadores del siglo XX, escribió en El sentido de la realidad. Sobre las ideas y su historia (Taurus, 1998) que era más difícil definir y concretar qué es, por ejemplo, la “justicia” que, por caso, si hay “criaturas vivas en Marte”. Añadiendo que “la dificultad no surge por la ausencia de medios materiales para su solución”, sino en “cómo empezar a ponerse a buscar una solución satisfactoria” (págs. 103-104).

Desde luego, no pretendo hacer semejante tarea en este breve espacio de tiempo y escritura, pero pienso que lo básico es que la Justicia corresponda a lo justo y no a lo injusto; algo que parece obvio pero que no lo es tanto cuando contrastamos hechos y, sobre todo, se hacen interpretaciones sesgadas y arbitrarias de lo qué es o no moral y éticamente válido.

Sin ánimo de ampliar el problemático panorama actual, que ya está bastante cargado, hago un repaso sin pretender juzgar nada ni entrar en aspectos, competencias y demás intríngulis de los vericuetos jurídico-legales. Como el propio Isaiah señaló en el segundo de los nueve ensayos recopilados en el libro referido, precisamente titulado “Justicia Política”, nadie, ni ningún colectivo social o profesional, puede determinar cómo deben ser los hechos; teniéndonos que remitir, mientras no busquemos una solución satisfactoria para ello, al devenir y consecuencias de los propios acontecimientos.

La justicia institucional no se corresponde con sus teóricos objetivos, funciones y responsabilidades

Con estas premisas, en el balance somero que hago al respecto, para empezar me salen de forma abrumadora casos, causas, situaciones y hechos que descalifican a esta institución; mientras que son escasas las referencias que recuerdo para ensalzarla, corroborarla o, ya que estamos en este ámbito, abogar en su defensa. Incluso me parece que, en general y con toda su parafernalia, la justicia institucional no se corresponde con sus teóricos objetivos, funciones y responsabilidades. Por lo que un jurado popular puede que quizás la considerase culpable por defraudarnos.

El caso es que me tengo que remontar al bíblico juicio salomónico para encontrar una referencia positiva y ejemplarizante de justicia institucional o impartida. Costándome continuar esta buena relación, aunque seguro que hay más episodios positivos, pero me falla (más bien falta) la memoria. En cambio, al pensar en casos negativos, protagonizados en nombre o por la justicia, me asaltan tal sin fin de alusiones que no sé por dónde comenzar.

Quizás por las cabezas cortadas en nombre de la misma en la Revolución (francesa) que cambió nuestra edad histórica (de la Moderna a la Contemporánea). O por las hogueras y demás ajusticiamientos inquisitoriales por el estilo; incluyendo las penas de muerte actuales que, según Amnistía Internacional, solo en EE.UU. “una de cada 10 personas [ejecutadas] es en realidad inocente, y es la corrupción del propio sistema lo que provoca este elevadísimo número de sentencias erróneas” (que supondrían unas 1.000 vidas aniquiladas entre 1972 y 2021, según los datos de “deathpenaltyinfo.org”). Continuando con otro país del primer orden mundial como Gran Bretaña, donde se libró precisamente de las acciones judiciales a Pinochet, responsable de miles de asesinatos; pero se ha perseguido, acosado, encerrado y aprobada la extradición de Julian Assange, por revelar información que nos afecta a todos.

Si me remito al caso español, ya “a bote pronto” tenemos el bochornoso espectáculo de los nombramientos, cargos y demás prebendas, que invisten a esta institución de auténtico vodevil (por no llamarle de otra manera). Como en el flagrante caso vigente de la renovación del Consejo General del Poder Judicial, atascado antidemocráticamente, antiéticamente y antitodo por un partido político, para así manejar tiempos y actos a su favor en la ristra de fechorías que va acumulando; mientras que sus miembros se prestan a ello, sin “morder la mano” que les da el puesto.

También podría enumerar casos como el de la inhabilitación del juez Baltasar Garzón, ejemplo vergonzoso de cómo el fin de la Justicia es menoscabado por el propio estamento en nuestro país, sin importar tampoco su mala imagen a nivel internacional. Mientras que, asimismo, hay formaciones políticas a las que la justicia española parece “mirar con lupa” (incluso trucada); cambiando en cambio a “telescopios” (quizás también sin quitar la tapa para así no ver nada) cuando se trata de otras, a pesar de que haya grabaciones, apuntes contables, iniciales, testimonios y demás pruebas e indicios al respecto.

Supongo que existe lo que es o no justo, independientemente de cualquier ideología, creencia, etcétera

Ya el hecho en sí de que tengamos asumido que responda y comulgue con un color político determinado la descalifica totalmente. ¿O es que hay justicia de derechas y de izquierdas? Supongo que existe lo que es o no justo, independientemente de cualquier ideología, creencia, etcétera. Por lo que, por ejemplo, no concibo que, en nombre de la misma y el también tradicional conchabeo eclesiástico, se trate de impedir o entorpezca que el dictador y mayor fratricida de la historia de España descansase en un mausoleo a modo de culto y homenaje. Tampoco que no se haya procesado y sí condecorado a torturadores, como el apodado “Billy el Niño” (el nombre ya lo dice todo). O que los marqueses puedan librarse y pague el chivo expiatorio, como parece que fue Rafael Escobedo.

Mismo que el delincuente y preso más famoso en nuestro país haya sido El Lute, que robaba gallinas. Mientras que quienes “consiguen” servicios, concesiones, concursos, licencias, obras y demás prebendas, a costa de los usuarios y del erario público –aunque después caigan los puentes que construyen, descarrilen los trenes, se estrellen los aviones, haya muertos y demás (intoxicaciones, inundaciones, efectos secundarios, estafas piramidales, …)–; sin embargo, permanecen en los puestos de mando, ganando cantidades insultantes y manipulándolo todo. Incluyendo la justicia, ya que es una institución que no solo quieren tener “de mano”, sino incluso utilizarla para sus fines; algo a lo que parece que se presta, permitiendo o haciendo “la vista gorda” con, por ejemplo, los intereses, precios y cláusulas abusivas, pactos monopolísticos, embargos, desahucios, inmatriculaciones, la libertad de expresión, la inviolabilidad o no jurídica, etcétera.

En el documental Justicia artificial (Simón Casal de Miguel; 2019), emitido el pasado 10 de mayo en el programa Documentos TV, de RTVE, se plantea si la inteligencia artificial (IA) puede ayudar o no a la institución judicial. Por la parte positiva se apuntaba poder reducir así el atasco inmenso que padece la justicia oficial en nuestro país, otro (mal) síntoma archiconocido que ya no he tenido en cuenta en mi repaso; mientras que, por la parte negativa, sobre todo los propios juristas defendían el básico y determinante componente humano, al que no puede suplir una máquina. Aunque testimonios como los del magistrado del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, Luis Villares, sean “juez y parte”; sin embargo, se puede estar de acuerdo en que la Justicia es algo muy trascendental como para que la imparta un algoritmo.

Pero, tal y como están las cosas (y no solo me refiero al atasco, dilaciones, falta de personal, de espacio y demás circunstancias y funcionamiento de los juzgados), a día de hoy, prefiero que sea la inteligencia artificial –no manipulada– la que administre esto que llamamos justicia; pues mi percepción y balance –con sus pros y contras, circunstancias, teniendo en cuenta que es lo que hay y que podía ser peor– es que esta institución, en general y por su trayectoria, no administra la verdadera Justicia que, según Isaiah Berlin, tenemos aún sin concretar.

Quizás por eso se pueda aplicar a este ámbito e institución aquello de “a río revuelto, ganancia de pescadores”; y ya se sabe quiénes tienen a este respecto las “cañas” y las “redes”. Por ejemplo “Trump & Company” determinando los miembros de la Corte Suprema de los EE.UU., para dejar “atada y bien atada” (“Copyright by Franco”) la considerada “justicia”. Tal y como hemos probado hasta la saciedad en este país y se está comprobando ahora, al limitar la capacidad del gobierno federal estadounidense para luchar contra el cambio climático, eliminar las protecciones del derecho al voto, negar a los inmigrantes la residencia, expandir la religión en las escuelas, no amparar el derecho al aborto pero sí el de tener armas y utilizarlas en “defensa propia” (sabiendo también lo que suele considerarse judicialmente allí como tal defensa).

En definitiva, sin tener todavía concretada y definida qué es Justicia, mientras tanto, me parece que se ha ido perfilando otra cosa, que podría corresponder más al término de “justriza”, caracterizado por la imposición de ideas, creencias y formas de ver y entender las cosas, independientemente o incluso haciendo trizas lo que es o no justo.

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