ISA
Rodeada por Pigmaliones de andar por casa, Isabel Díaz Ayuso concita entre la grey masculina una cierta admiración no exenta de condescendencia, quizás por estimarla más como “uno de los nuestros”
Perspectiva de género. Uno de los supuestos grandes avances que conlleva el ya cuarteado siglo XXI es la consideración de que el género define todo. Para algunos, el mundo se divide en dos tipos de personas, los que creen que hay dos tipos de personas y los que no lo creemos. Atendiendo a la gramática, existen hasta cinco clasificaciones del género en formato dicotómico: clasificación morfológica (masculino, femenino y neutro) y clasificación semántica (común, epiceno y ambiguo). Y así, el género es una propiedad lingüística aplicada al idioma y no una relación directa con el sexo, ni tan siquiera el género tonto. Cosas del lenguaje.
“Lo que pienso, lo digo”.
Recientemente, Isabel Díaz Ayuso ha sido objeto de una entrevista orientada por una perspectiva muy evidente, la inevitable del entrevistador en su medio. Con el reconocido y asumido arrojo que la caracteriza, se deja eviscerar por El País Semanal con profusión de fotografías, alguna, por cierto, equivocada en la mención al pie de foto, mostrando en cada una de ellas el rictus de desconfianza que la distingue; o de desdén, quien sabe. ¡Ay! la inefable alma femenina, que glosó el poeta. Hábilmente redactado, el artículo se debate constantemente en la dicotomía, en una aliteración continuada, para evidenciar la inmediata resolución de la presidenta a la hora de tomar decisiones: “La política es dura, gobernar supone tomar decisiones”, sentencia sin claro atisbo de ningún apoyo por parte de bigote alguno desde FAES.
Aznar, uno de sus más evidentes, o quizás auténticos, valedores, le otorga a la presidenta “todos los valores del liderazgo: capacidad de escuchar, reflexión, decisión, espontaneidad y coraje”
Seguimos contracturando el idioma, confundiendo naturalidad con espontaneidad, lo auténtico con lo evidente, la simpleza con la simplicidad. El articulista la denomina “mujer de Estado”, otro enfoque que hasta ahora desconocíamos de ejercer el liderazgo desde las gónadas. Aznar, uno de sus más evidentes, o quizás auténticos, valedores, le otorga a la presidenta “todos los valores del liderazgo: capacidad de escuchar, reflexión, decisión, espontaneidad y coraje”. No necesitamos acudir a ningún clásico para determinar que lo que vemos en los demás como loable es lo que ansiamos que nos caracterice.
“No tiene una ideología intelectual, sino mamada en los pueblos”.
Curioso modo de definir la fuente del pensamiento político de Isa, como la llaman los íntimos de la primera hora, a criterio del periodista, expelido por MAR, su consejero áulico, Miguel Ángel Rodríguez, un Henry Higgins a la española que ha encontrado su Eliza Doolittle en Díaz Ayuso, a quien, con buen criterio, no nomina con iniciales, por demasiado evidentes, IDA.
El juego de hacerla parecer una dama y no una florista, como en “My Fair Lady”, enfrentándola a diversos semidioses masculinos, Casado, Sánchez, Iglesias entre otros, parece divertirles
Rodeada por Pigmaliones de andar por casa, Isa concita entre la grey masculina una cierta admiración no exenta de condescendencia, quizás por estimarla más como “uno de los nuestros”. El juego de hacerla parecer una dama y no una florista, como en “My Fair Lady”, enfrentándola a diversos semidioses masculinos, Casado, Sánchez, Iglesias entre otros, parece divertirles, incluso a los propios afectados. Pero hay similitudes, que no de peso, con el personaje interpretado por Audrey Hepburn, puesto que, a juicio de su inmisericorde entrevistador, Isa fue “víctima del fracaso escolar” aunque eso sí, apostilla que hizo Periodismo con becas y que procede de un hogar infeliz y con problemas económicos. Lo dicho, como una popular florista, aunque inteligentemente, gracias a ellos, reconvertible en dama de partido. En el fondo, les hace gracia. Bien, que siga, que siga practicando la dicción al ritmo de “la lluvia en Sevilla es una pura maravilla”, mientras la pretenden dirigir.
“Enseguida me aburro y necesito acción”.
Y a falta de una enfervorizada oposición, siempre sale en defensa el salvífico fuego amigo: “No es una radical de derechas; no tiene tanta profundidad de pensamiento. Y se va a ir moderando. No le queda otro remedio”, proclama un exministro del PP. Tutelada, mejor tutelada, nena, que tú vales mucho, pero contenida, que nos tienes que durar un tiempo; pero tiene que dejarse ayudar, no puede ir por libre y como se expresa en la mencionada famosa película Isa Doolittle, “una de las cosas que he podido aprender es que la diferencia entre una dama y una florista no está en su comportamiento, sino en como la tratan”.
¡Pero a quien se le habrá ocurrido la ingenua, aunque sagaz idea, de que El País Semanal entreviste a la presidenta de la Comunidad de Madrid! Alguien, en el proceloso MAR de la fascinación por la fulgurante inmediatez mediática, muy propio, por cierto, de un periodista, en especial en la derecha, habrá considerado que el medio no es el mensaje; en este caso, el medio no solo es el mensaje, lo es todo. El reportaje de marras está construido mediante cuatro encuentros con Isa y la opinión de veinte de sus partidarios y rivales. Pero son más significativos los silencios de aquellos que no han querido intervenir, entre ellos, José Manuel Franco, anterior secretario general o el, a juicio del redactor, buen candidato del PSOE a la presidencia de la Comunidad, aunque quemado, Ángel Gabilondo (sí, pone quemado, sí). En conclusión, ISA resulta ser: apocalíptica, hedonista, intuitiva, visceral, directa, sencilla, sincera, con la dudosa humildad de los soberbios, de armas tomar, chula, irónica, enigmática, puntillosa, emocional, audaz, protestona, de todo o nada, locuaz y lenguaraz, sin rubor por equivocarse, con menos ego que ambición, …En fin, para qué seguir. ¿Perspectiva de género masculino?