Felices años 20
La década de los 20 suele ser una de las más vitales de las personas ya que, como también se adopta decir, es cuando “te comes el mundo”. A escala social y en base al calendario gregoriano, también los “Años 20” del siglo pasado son recordados precisamente con la etiqueta de “Felices”, tras la catastrófica I Guerra Mundial y con los avances científicos y tecnológicos haciéndonos creer que ya lo sabíamos y dominábamos todo. Por lo que he querido aprovechar las referencias a esta segunda década, sea de un siglo o de una persona, para desear lo mejor a todos en estas fechas navideñas, tan propias de la cultura occidental. Aunque aludiendo específicamente al fin de este año y al comienzo del siguiente, no parece que vaya a mejorar mucho el panorama actual.
Por lo que respecta a la pandemia por el coronavirus, hemos retrocedido unas cuantas casillas, empleando un símil de partida en la que nos jugamos mucho; además de poner en evidencia, una vez más, la brecha y desigualdad en la cobertura y protección sanitarias por países, siendo más perjudicados los más pobres, como suele pasar.
La inflación tampoco va a darnos tregua y los precios seguirán incrementándose; como los de la alimentación (donde se estima que la cesta de la compra ya ha subido un 30%), o con máximos históricos en materia de energía (tanto en el hogar como el transporte). Y así toda una cadena de carestías; mientras que los salarios, pensiones o ingresos de la mayoría y en general se quedan aún más desfasados.
En cuanto al estado de otro de los ámbitos sociales significativos, como es el de la política, no es que haya señales de mejora, sino más bien una intensificación de las tensiones en la llamada “nueva guerra fría”; conformándose si cabe más los respectivos bloques, con China acompañada por Rusia, por un bando, mientras que los EE.UU. y adláteres (Gran Bretaña, Australia, Canadá, …) tratan de no perder su hegemonía, y con la UE todavía definiéndose a sí misma y su papel en el panorama internacional.
Sobre nuestra relación con el resto del planeta, aunque las señales de alarma se suceden cada vez con más intensidad y frecuencia, todavía no parece que vayamos a poner freno a esta catástrofe, sino que seguimos estirando la situación; movidos -como casi siempre- por los intereses materialistas y económicos, que son los que siguen primando y marcando nuestro derrotero.
El Bitcoin ya ha alcanzado un valor superior al del producto interior de muchos países
Pero aludiendo a uno de los más afamados pronósticos sobre años nuevos, tal y como se ha ido convirtiendo a este respecto el del multimillonario Bill Gates, quizás en esta ocasión lo haya querido hacer en perspectiva positiva, pues no está de más darnos ánimos tal y como están las cosas. Así y según él, la pandemia dejará paulatinamente de traernos en jaque. Otra referencia mencionada por el magnate de Microsoft es el Metaverso de Facebook o Mark Zuckerberg que, lejos de ser una utopía, pasará a ser una “nueva realidad”, aunque virtual.
Ampliando este tipo de referencias de ámbito artificial, está el auge vertiginoso de la economía también virtual, con las criptomonedas cobrando fuerza día a día; como en el caso del Bitcoin, que ya ha alcanzado un valor superior al trillón de dólares, esto es, más que el producto interior de muchos países.
Asimismo, parece que se va confirmando el llamado “transhumanismo”, pues los pronósticos realizados por personajes como Ray Kurzley o José Luis Cordeiro se están cumpliendo bastante fielmente y en contra de quienes los han tachado de charlatanes. ‘La muerte de la muerte’, título de una de las obras de Cordeiro, así como la singularidad o punto de unión entre la biología y la tecnología y que Kurzley ha fechado en 2045, u otros estudios sobre los telómeros y el tratamiento de la vejez como una enfermedad y no algo inexorable; todos estos indicios están suponiendo un futuro a este respecto que ya está ahí.
Otro de los procesos que parece imparable es el final del patriarcado
Otro de los procesos “gordos” que parece imparable es el del final del patriarcado, pues los movimientos y la concienciación de la sociedad ha atravesado por fin ese Rubicón cultural y me parece que no hay vuelta atrás. Con sus excesos o defectos, pero en base a una situación ancestral totalmente desigual y deficitaria en cuanto al género femenino en nuestra especie, en general, el papel de las mujeres en el conjunto de la sociedad está experimentando cambios significativos, aunque con todo por desarrollar y situaciones todavía esperpénticas como la trata, Afganistán o que todavía tengamos que despedir el año con casos de violencia de género como los ocurridos estos días en nuestro país y que, además de las mujeres, han acabado también con la vida de niños.
Por lo demás, como analista social y aprovechando el fin de año y el nuevo, en este repaso me interesa destacar los procesos que estamos experimentando en otros importantes aspectos de nuestra existencia, pues se aprecian cambios significativos desde la salud mental al deterioro de las instituciones; pasando por la socialización y las relaciones sociales, tanto de amistad, de pareja, de ocio, de trabajo, etcétera. Pero sobre estos temas escribiré en próximos artículos.
Ahora, con lo referido y aprovechando el llamado espíritu navideño, concluyo precisamente llamando la atención sobre lo que sigue pasándonos más desapercibido, recibe menos atención personal, social, mediática o incluso científica. Me refiero al estado de nuestro espíritu, tanto a nivel individual como colectivo. Básicamente, sigue abandonado, ignorado, muchas veces denostado; con casi la única excepción de los estudios sobre la consciencia. De hecho, podría referirme a experiencias propias y señalar como nuestra clave existencial, demostrada científicamente por primera vez, sigue sin despertar interés alguno, así como otros trabajos sobre esta dimensión tan trascendental descartados por las editoriales u otros canales de comunicación.
Pero más voces están diciendo algo similar, como Rafael Argullol, catedrático de Estética y Teoría de las Artes, cuando escribe sobre “El rearme del humanismo”; los filósofos Jordi Pigem, en relación al actual “vacío existencial” en que vivimos, o Rosa María Rodríguez Magda, planteando si “somos una sociedad individualista” cuyo espíritu es la “transmodernidad”; así como los más que recomendables escritos de Rob Riemen -presidente de la fundación internacional Nexus Institute para la reflexión intelectual y el debate cultural y filosófico- precisamente sobre la necesaria “nobleza de espíritu” para el humanismo y que su déficit facilita los totalitarismos; o la obra del historiador cultural y también filósofo Jeremy Naydler, cuyo título La lucha por el futuro humano viene muy al caso, ya que en la misma denuncia nuestro deificado y alargado desarrollo tecnológico y económico, mientras que el espiritual sigue siendo la “pata coja” con la que llevamos caminando desde hace mucho tiempo.
En fin, la intención de escribir este artículo era con motivo de estas fechas que, aunque no son universales, ya que hay culturas que no las celebran, suponen un momento que no se puede desperdiciar para los buenos deseos e intentar conjugar mejor la armonía existencial, tanto entre nosotros como con el entorno. Mimbres para ello hay o los tenemos pero, como todo y según vengo diciendo en estos artículos, básicamente es cuestión de voluntad y actitud. Ojalá que, en este sentido o para este propósito, nos traigan mucho de ambas estas celebraciones, pues son más baratas y muchísimo más útiles y necesarias.
¡Feliz Navidad y Año Nuevo! (que falta hace)