Escrotar

A lo que estamos asistiendo no es a un asalto a la democracia; es, más bien, una democracia de asalto. Y tiene toda la pinta de cronificarse

El Pleno del Tribunal Constitucional resuelve si, como piden PP y Vox, paraliza la tramitación parlamentaria de los cambios en el Poder Judicial

El Pleno del Tribunal Constitucional desestima el recurso de la Xunta contra la tributación en el IRPF de las herencias en vida. EFE/ Zipi

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En estos momentos de cierta zozobra democrática, es necesario acudir, más que nunca, a los fundamentos. Y la democracia representativa, entre otras características, se adorna de dos muy específicos, muy propios: la democracia son formas y la democracia supone, en general, escrutar o comprobar, ejercer controles y, en particular, el escrutinio de las urnas, en definitiva, la exigencia de un control final legitimador.

Perder las formas

Las formas, entendidas como las maneras, lo formal, presiden las democracias y son estas las que, en lo externo, las diferencian de las dictaduras o de las autocracias, donde no existe respeto por las formas porque no lo hay tampoco por el fondo, por los contenidos. De no haber formas, todo vale y, en consecuencia, nada vale. Y las formas se sustentan en las normas y estas en las leyes. Esa es la función última de la separación de poderes tan en solfa actualmente. No es únicamente la vigilancia y la búsqueda del equilibrio aquello que orienta la separación y la equidistancia, no. Lo es la distinta acepción que en cada poder tiene cada forma de ejercerlo: el legislativo elabora las normas legales guardando las formas basadas en el respeto entre distintas posturas; el judicial las convierte en códigos que han de respetar las formas jurídicas; y el ejecutivo gobierna y vela por su cumplimiento a través de las formas de relación entre los partidos en función de su posición de ejecución.

Por extraño que pueda parecer, en democracia, si se pierde “lo formal”, se perturba su esencia y, en consecuencia, el equilibrio de poderes se resiente y el espíritu democrático se va emponzoñando de posturas autocráticas y comportamientos impositivos. Y, como ya nos aleccionó don José Ortega en año 1931 sobre el radicalismo en su alabado artículo “Un Aldabonazo”, “¡No es esto, no es esto!”.

Escrutinio no es lo que parece

Otro aspecto propio del uso democrático lo supone la búsqueda del máximo rigor posible que se pueda conseguir. Cada uno de los poderes posee el suyo, pero, en términos generales, el resultado final del proceso democrático que es la elección por el voto se corrobora a través del escrutinio.

En español, el verbo escrutar deriva de la palabra latina scrutari, que significa revolver en los trapos sucios, viejos e, incluso, rebuscar en la basura. El significado final es el que se acomoda en el diccionario, donde se concreta que escrutar, verbo transitivo, significa “observar o examinar algo o a alguien con mucha atención y minuciosidad”, de donde acabará el verbo teniendo una acepción particular como es la de escrutinio, cuyo significado es el “recuento de votos de una elección”.

Por extraño que pueda parecer, en democracia, si se pierde “lo formal”, se perturba su esencia y, en consecuencia, el equilibrio de poderes se resiente

Curiosamente, el verbo escrutar mantiene la misma raíz que escroto, en latín scrotum, es decir, bolsa de piel que recubre los testículos de los mamíferos.

¡Acabáramos! Esto lo explica todo y nos deja más tranquilos ante la situación actual de nuestra democracia. Montesquieu ya puede estar tranquilo y no seguir revolviéndose incómodo en su tumba. La esencia de la democracia está salvada después de las últimas invectivas parlamentarias.

Yendo de la consecuencia, la delirante situación política actual, hacia la causa, el Modelo Democrático Castizo (MDC) que se está escretando, todo está ya más claro: nuestra democracia, en la actualidad, son formas intempestivas salidas de ejercer el escrotar, nueva acepción desde las gónadas que caracteriza el control interno necesario entre los poderes democráticos. En román paladino, hacer lo que te sale del escroto, nada de perderse en las formas que es muy antiguo.

Ironías aparte, a lo que estamos asistiendo no es a un asalto a la democracia; es, más bien, una democracia de asalto. Y tiene toda la pinta de cronificarse.

PD Por seguir con la caracterización intelectual del MDC (es decir, el Modelo Democrático Castizo), parte se encuentra reflejado en las estrofas del chotis “Madrid” del insigne maestro Agustín Lara y que ofrecemos gustosamente a Alberto Núñez Feijóo: “Madrid, Madrid, Madrid, en México se piensa mucho en ti (¡caray, que actual!) por el sabor que tienen tus verbenas por tantas cosas buenas que soñamos desde aquí; y vas a ver lo que es canela fina y armar la tremolina cuando llegues a Madrid”.

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