En modo gamberro
Una gamberrada como la del colegio mayor de Madrid es eso, sólo una gamberrada propia del espíritu transgresor juvenil y gestada en un contexto festivo y ritual. Maleducada, sí. Soez, sí. Machista, también. Pues a corregirla
Hasta la Fiscalía anda en el asunto. Los medios más serios han confeccionado portadas y han redactado severos editoriales. Tertulianas y tertulianos se han explayado en indignadas consideraciones sociales y éticas. Incluso la ministra del ramo de Igualdad consideró oportuno reproducir en el Congreso, literalmente, los dislates vociferantes de un sobreexcitado jovencito en noche de jarana y cachondeo escolar.
Sucedió que, hace unos días, las Personas Guardianas de la Moralidad detectaron una incidencia, a su juicio gravísima, en un colegio mayor de Madrid y ahí pusieron el foco y la diana. Cargaron con dureza contra los chavales y su recalcitrante machismo antropológico, contra los poco ejemplares universitarios protagonistas (qué horror, cómo vienen las élites del mañana). Estigmatizaron, por supuesto, al colegio, pronto etiquetado alegremente como pijo. Intentaron también que las destinatarias de semejante “asalto” machista mostrasen su indignación, pero, ay, ellas habían descodificado el mensaje con otros parámetros.
A mí, qué le quieren, me pareció una reacción mediática disparatadamente exagerada, un ejemplo del viejo y detestable vicio periodístico de hacer categoría de una anécdota. Todo lo burda, soez y machista que se quiera, sí, pero simple desfase de una noche estudiantil. Porque de eso se trató, de una gamberrada que se le fue de las manos a los protagonistas.
Una gamberrada es eso, sólo una gamberrada propia del espíritu transgresor juvenil y gestada en un contexto festivo y ritual
A partir de ahí, hablar de la cultura de la violación incrustada en nuestros chavales y dislates similares es una ofensiva hipérbole. Ese tipo de exageraciones y generalizaciones que, por cierto, tanto incomodan a los adolescentes y jóvenes varones. Un linchamiento inquisitorial en el que ni tan siquiera se le dio voz a los implicados.
Una gamberrada es eso, sólo una gamberrada propia del espíritu transgresor juvenil y gestada en un contexto festivo y ritual. Maleducada, sí. Soez, sí. Machista, también. Pues a corregirla, pero resulta a todas luces disparatado tomarse en serio la broma y creerse que el provocador discurso del portavoz del “evento” responde al pensar y sentir ni de él ni de sus compañeros de actuación.
Pedí su opinión al adolescente que tenía más cerca, sensible él, como la inmensísima mayoría, con los asuntos de igualdad y respeto entre sexos. Observó el vídeo, se rio y preguntó: “¿y ellas que respondieron?” Porque esa era la lógica: provocación y respuesta igual y de sentido contrario. Fiesta. Transgresión. Broma.
Los medios serios deberían reflexionar sobre el alcance dado a esta broma de la chavalada (sí, machista, sí soez). Los adultos ofendidos (sobre todo los que no tienen hijos) deberían esforzarse por captar los códigos juveniles sin tanto afán represor. Y algunos políticos y políticas podrían aprovechar las tribunas parlamentarias para asuntos más serios y de más calado. Por ejemplo, para condenar una y otra vez los crímenes diarios de Putin, que eso parece que les cuesta más.