El retrato de Ana la SuperHumana
Ana es autónoma y ha conseguido todos sus logros gracias a tener que hacerse a si misma todo, a pesar de la climatología, de la salud o de los políticos
No vamos a hablar de Superman o Superwoman, ni de Spiderman, de Aquaman o de Batman o Batwoman. Hoy vamos a hablar de alguien más cercano a todos nosotros y que nos lo encontramos cada día en nuestra vida cotidiana. Esta es la historia de Ana la SuperHumana.
Había una vez un retrato que colgaba en la sala de la casa de la familia López. Era un retrato de una persona extraordinaria, con una sonrisa radiante y una mirada llena de energía y vitalidad. La gente decía que esa persona era una superhumana, alguien que nunca se enfermaba, que siempre tenía la moral alta, que nunca faltaba al trabajo y que era extremadamente austera.
Los López miraban el retrato con admiración y respeto. Era un símbolo de todo lo que querían ser como familia: saludables, optimistas, trabajadores y ahorradores. Se decía que la persona retratada en el cuadro trabajaba las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y que nunca se quejaba. Era un modelo de fortaleza y resistencia.
Un día, la familia López decidió que querían conocer a esa superhumana en persona. Querían aprender de ella y seguir sus pasos para lograr el éxito. Así que comenzaron a investigar y descubrieron que la persona retratada en el cuadro era una mujer llamada Ana, que vivía en una pequeña casa en las afueras de la ciudad.
Los López fueron a visitar a Ana y se quedaron asombrados al ver que era una mujer común y corriente. Tenía una sonrisa amable y una actitud positiva, pero no parecía ninguna superhumana. Sin embargo, a medida que hablaban con ella, comenzaron a entender por qué la gente la veía de esa manera.
Ana les contó que había aprendido a cuidar de su salud desde muy joven, comiendo alimentos saludables y haciendo ejercicio regularmente. También les dijo que siempre trataba de mantener una actitud positiva ante la vida y que creía que la mente tenía un gran poder sobre el cuerpo. Además, trabajaba en algo que amaba y se sentía afortunada de poder hacerlo todos los días.
Los López se dieron cuenta de que Ana era una persona normal, como cualquier otra, pero que había aprendido a cultivar hábitos saludables y positivos que la habían llevado a una vida plena y satisfactoria. Así que decidieron seguir su ejemplo y hacer lo mismo en sus propias vidas.
La verdad de la historia es que Ana es autónoma y ha conseguido todos sus logros gracias a tener que hacerse a si misma todo
Desde entonces, el retrato de Ana en la sala de los López ya no era solo una imagen de una superhumana inalcanzable, sino un recordatorio de que cualquiera podía ser una super persona humana si se esforzaba por ello.
La verdad de la historia es que Ana es autónoma y ha conseguido todos sus logros gracias a tener que hacerse a si misma todo, a pesar de la climatología, de la salud o de los políticos.
Ana es el último eslabón de una cadena de producción personal que, cuando le vienen torcidas, no tiene a nadie a quien exigirle nada. Está sola ante el peligro y lo sabe. Eso, sin duda, la ha hecho más dura que un bloque de granito.
Ana López es la última trinchera de la especie humana. Denostada, menospreciada, dejada de la mano de un Dios convertido en la Agencia Tributaria, en los Juzgados de lo Social y otros órganos de la Administración encargados de “ayudar”.
Ana tiene muy claro la frase que preside su vida diaria: “Los que nada esperan, jamás serán defraudados”. La eligió después de padecer dolor y frustraciones.
Ana no espera nada, solo, en la soledad de su cama y mirando al techo que tan bien conoce por tantas noches pensado en cómo iba a pagar las nóminas o como haría para conseguir trabajo, clama al Cielo e implora que, al margen de que jamás le ayuden, que por favor no le pongan más palos en las ruedas.
Y la pregunta que surge de todo esto es: ¿Ana es superhumana porque es autónoma, o es autónoma porque es superhumana?