El ensanche de los partidos gallegos
Todos hablan de “ensanchar” la base electoral, bien es cierto que en el caso del PP gallego para recomendárselo a sus congéneres del resto de España y, muy en particular, al disparatado y liviano Pablo Casado
Vaya. El otoño político ha arrancado con los tres partidos parlamentarios gallegos enfrascados en procesos internos de asambleas, congresos y consellos. Unos de renovación, otros simplemente de reafirmación. Y todos hablan de “ensanchar” la base electoral, bien es cierto que en el caso del PP gallego para recomendárselo a sus congéneres del resto de España y, muy en particular, al disparatado y liviano Pablo Casado (por cierto, entre paréntesis, que muchas gracias por situar en Compostela la cuna de la civilización occidental, pero va a ser que no).
Los populares gallegos pueden presumir no sólo de conservar su incontestable mayoría absoluta en el Parlamento autonómico, sino también de no haberse visto invadir la parcela ni por la derecha ni por el centro. Han conseguido dejar fuera de servicio en Galicia tanto a Vox como a Ciudadanos. Un éxito importante con el que se mantiene reforzado el peso de Alberto Núñez Feijóo en el seno del partido a escala estatal.
Eso sí, los populares gallegos necesitarán ensanchar base electoral municipalista, porque mientras gobiernan la Xunta con comodidad, ya les va resultando duro no mandar en ninguna ciudad y en una sola diputación.
«El PSdeG-PSOE arrastra un debilitado liderazgo desde que una parte de su electorado potencial le dio la espalda y se inclinó por el BNG»
En esas mismas coordenadas de ensanchar la base electoral se mueven el PSOE gallego y el Bloque. Pues, claro, faltaría más. Ese objetivo es del primer cuatrimestre de primero de política de partido. Se trata de rearmarse y, aunque es cierto que, como dice Gonzalo Caballero, las interioridades partidarias interesan más bien poco al respetable, es indudable su trascendencia y son diferentes los matices en las dos formaciones de la izquierda gallega.
Porque el PSdeG-PSOE arrastra un debilitado liderazgo desde que una parte de su electorado potencial le dio la espalda y se inclinó por el BNG, de tal forma que los nacionalistas pasaron a ser la segunda fuerza política. En unos días, los delegados socialistas tendrán la opción de mantener a Gonzalo Caballero al frente del partido o dar paso al discreto Valentín González Formoso, presidente de la Diputación de A Coruña. Formoso cuenta con la simpatía de Ferraz, que no es poco, aunque él diga que no recibió ninguna indicación “expresa” para presentar su candidatura al liderazgo del PSdeG.
El socialismo gallego busca revulsivo, recarga y caras nuevas (Besteiro y Miñones en la recámara, no los pierdan de vista). El Bloque ya encontró ese liderazgo en la figura de Ana Pontón, aunque es sabido que en la formación nacionalista los jefes van menos por libre y gozan de menor margen de maniobra.
El Bloque quiere también ensanchar la base electoral y Pontón (seguirá, no llegará la sangre al río) reclama más autonomía y menos catecismo para captar los votos de esa parte de la ciudadanía que, pese a tener sensibilidad galleguista, se retrae cuando el BNG esgrime sus aristas más antisistema y más soberanistas, de tan escaso predicamento en Galicia. Su reto es estratégico, el de los socialistas más nominal.
En todo caso, las tres formaciones dispondrán de un generoso margen temporal para renovar o consolidar sus proyectos, porque en 2022 no tocan elecciones de ningún orden (sólo las autonómicas de Andalucía). Se agradece el descanso.