“El dólar es nuestra moneda, pero vuestro problema” (y II)

Es complicado que el yuan pueda convertirse en una moneda tan poderosa como el dólar, ya que la convertibilidad absoluta, la transparencia regulatoria y la profundidad comercial y del mercado de capitales son requisitos fundamentales para ello

Una mujer muestra sus dólares EFE/Rayner Peña R

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Otros socios trabajan en esa línea que marca China para ‘independizarse’ del dólar. El Gobierno de Rusia está intentando eliminar su dependencia y el yuan chino y el oro se convierten en alternativas. Moscú está actuando en dos sentidos: incrementando sus reservas en yuanes y fomentando las transacciones comerciales rublo/yuan, sin usar el dólar como intermediario. A finales de 2022 el Ministerio de Finanzas de Rusia aumentó la participación de las reservas de yuanes en el Fondo Nacional de Riqueza al 60%. Mientras tanto, el comercio directo rublo/yuan creció un 8.000% entre febrero y octubre de 2022.

 Otras naciones se muestran favorables a disminuir el uso del dólar. Recientemente, el presidente de Francia abogó por disminuir la dependencia europea del billete verde en las relaciones comerciales con China. Asimismo, en el primer trimestre de 2023 se reportó un mayor uso del yuan por parte de Argentina y Brasil. Arabia Saudí está considerando recibir pagos en yuanes por el petróleo que le vende a China, y el mes pasado Pakistán accedió a pagar por sus importaciones del combustible ruso en moneda china.

No obstante, es complicado que el yuan pueda convertirse en una moneda tan poderosa como el dólar, ya que la convertibilidad absoluta, la transparencia regulatoria y la profundidad comercial y del mercado de capitales son requisitos fundamentales para ello. Quizá algunos países cambiarían sus reservas a yuanes, pero para que se pueda producir este proceso, invertir en China se tiene que volver muy accesible y su mercado de bonos debe profundizarse lo suficiente para alentar su tenencia.

Aquí hay que mencionar que cuanto más exporta un país en relación a sus importaciones, mayor es su saldo por cuenta corriente y, consecuentemente, mayor su incentivo para limitar la apreciación de la moneda nacional. Si la referencia china tomara la condición de reserva, el crecimiento de su demanda mundial probablemente provocaría una importante apreciación. Por tanto, hasta que la economía asiática se convierta en importadora neta, no creemos que sus autoridades tengan incentivos para desear reemplazar al dólar.

 Si China quisiera una mayor diversificación global en favor del yuan, tendría que relajar las restricciones sobre los flujos de capital saliente por parte de los residentes. Esto crearía incentivos para que entidades no chinas emitan deuda denominada en yuanes y crear profundidad y liquidez, comunes a los mercados de dólar y euro. Pero actualmente, en nuestra opinión, un yuan totalmente convertible parece incompatible con las políticas públicas chinas y el sentido de su orientación al crecimiento y mejorías del nivel de riqueza y creación de valor.

Por otra parte, el yuan en la última década solo ha aumentado su cuota en las reservas globales de divisas en un 1%, manteniendo una posición similar a la del dólar canadiense. Quizá se está produciendo cierta diversificación de las reservas oficiales en algunos mercados emergentes, pero en general se dirigen hacia mercados desarrollados, lo que permite que estos flujos pueden acabar reciclándose en dólares en momentos de tensión.         

El euro sería, quizás, la alternativa que tuviera más sentido para desplazar al dólar

El euro sería, quizás, la alternativa que tuviera más sentido para desplazar al dólar. En tanto que es una moneda en esencia multinacional y está vinculada a varias de las economías más fuertes del mundo, podría convertirse en el candidato ideal, ya que además cumple con los estándares de transparencia, regulación y posee unos mercados de capitales que son razonablemente eficientes y podrían ser, con cierta facilidad, suficientemente profundos.

No obstante, el riesgo de fragmentación sigue siendo un tema clave para adoptar el euro como moneda de reserva principal. No hay que olvidar que la zona euro es una unión monetaria, por lo que la crisis de la deuda pública de un país miembro puede amenazar la estabilidad financiera del resto. Además, no todos los 27 países de la UE han adoptado el euro, y los 20 países que lo utilizan tienen bancos centrales independientes. Hay que tener en cuenta que casi 100 millones de habitantes de la UE no pertenecen a la zona del euro y no cabe duda de que su pertenencia incrementaría el uso, la credibilidad y la profundidad de sus mercados.

 En cualquier caso, el esfuerzo por alejarse del dólar como moneda de referencia implicará un proceso de varias décadas y seguramente requerirá importantes reformas políticas, jurídicas e institucionales en aquellos países o agrupación de ellos que pretendan desafiar el dominio del billete verde.

En nuestra opinión, para que el dólar pueda estar amenazado, tendría que desencadenarse un cambio en los flujos de capital. Entre otras cosas, China tendría que reciclar su ahorro interno, los inversores japoneses tendrían que repatriar al menos parte de sus 1,3 billones de dólares en bonos del Tesoro americano y los bancos centrales tendrían que encontrar una moneda alternativa segura y líquida, o un criptoactivo, en el que aparcar sus reservas.

En el pasado, este tipo de revoluciones financieras solían coincidir con otras convulsiones, como las guerras mundiales. A falta de un cambio sísmico de este tipo, el rey dólar seguirá en su trono. En cualquier caso, su sustitución sería un proceso de décadas ya que su presente posición es muy sólida. Como indicó recientemente UBS, «incluso cuando las grandes potencias económicas cambian su posición, el estado de reserva de sus monedas tiende a sobrevivir mucho más allá del pico de su influencia».

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